Capítulo I

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Nueve años después.

6:05 a.m.

El reloj de Junsu comenzó a vibrar con ese estorboso sonidito agudo. Como siempre, su cuerpo era incapaz de moverse para apretar el pequeño botón escurridizo que cesaría la alarma chillona.

—¡Apaga la maldita alarma de una puta vez! — Bueno, eso también era común para él. Los gritos de su hermano se escuchaban desde el otro lado de su puerta, acompañado de fuertes golpes a esta. — ¡Vas a despertar a todo el mundo!

—¡¿Por qué no te callas, idiota?! — Gritó apenas ladeando la cabeza de la almohada, terminando por tirar al piso el aparato que todos los días provocaba una discusión mañanera.

—¿Podrían una vez despertarse sin gritos? — La voz de su padre también se dejó oír. Junsu solo suspiró, harto de vivir en esa familia, en esa casa y harto de tener que compartir el mismo techo con su hermano.

Lo odiaba.

Lo odiaba simplemente porque Junho lo odiaba a él desde mucho antes.

Sacó su cuerpo a una velocidad lentísima de la cama, sintiendo escalofríos con cada extremidad que era expuesta al frío ambiente. Se calzó sus zapatillas de dormir y cogió la toalla de baño azul de la silla que mantenía en el escritorio, saliendo finalmente de la habitación hasta el baño y cruzándose con Junho de camino, pero sin llegar a dirigirse una palabra.

Se duchó tranquilamente disfrutando del agua caliente que golpeaba en su cuerpo desnudo. Cuando estuvo listo, amarró la toalla a su cintura cubriendo su parte inferior y, finalmente, aún con gotitas deslizándose por su torso, salió del baño caminando directo a su cuarto, en donde se vistió y arregló para otro fastidioso día de escuela.

—¿Tomaste tus medicinas, Junsu? — Su madre preguntó desde su sitio en la mesa, mirando a su hijo menor que bajaba con el cabello húmedo.

—Sí, mamá. Cómo olvidar tomarlas... — Respondió agobiado. Su madre le preguntaba lo mismo al menos diez veces antes de salir de la casa, era lo mismo por la tarde, recibiendo sus llamadas mientras estaba en la escuela y durante la noche, cuando regresaba a casa para irse a dormir.

Eran las tan 'benditas' pastillas que la psiquiatra le había recetado desde los diez años. Había asistido a ella la primera vez cuando tan solo tenía seis, desde ese entonces lo habían estado 'tratando' frente al 'problema' que todos decían que tenía y, al parecer, como los tratamientos superficiales de la especialista no habían logrado efecto en su alocada cabeza, a los diez años habían decidido comenzar a suministrarle las dosis de medicamento. En un principio era solo la cuarta parte de una pastilla, ahora, a los quince años, debía tomar una tres veces al día.

Parecía un maldito esquizofrénico.

—Aquí tienes tu leche, cariño. — Recibió la taza de leche caliente que su madre sirvió para él, y le puso una cucharada de café para después untar mermelada a su tostada y comérsela. — ¿Hoy tienes taller? — Junsu asintió, tragando lo que comía.

—Estamos preparando el musical, así que supongo que me quedaré hasta un poco más tarde en la escuela. — Lo cierto era que lo único que Junsu amaba hacer con su vida, era cantar. Es por eso por lo que su madre había decidido inscribirlo en aquella escuela, para de alguna manera tratar de que Junsu formara lazos con los alumnos, que formara amigos.

Pero no había funcionado, al menos no a los ojos de sus padres.

—¿Qué hay de ti, Junho? — Cuando el nombre de su hermano era pronunciado, sus sentidos simplemente se iban a quiebra, nada de él le interesaba.

En mis fantasías [YooSu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora