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Era una tarde lluviosa, el cielo estaba oscuro por las nubes que tapaban hasta los últimos rayos de sol. Juanma tenía que volver a su casa, pero estaba demasiado lejos como para ir a pie, fue a la parada de bus más cercana y por suerte pasaba un bus que paraba cerca de su calle. Tras cinco minutos de espera vino otra chica, empapada de arriba a abajo, se escurrio el pelo, sacudió un poco su ropa y dirigió su mirada para preguntar al chico si había pasado ya el bus, este se trabó dos segundos antes de contestarle un "no" sin balbucear. Juanma quedó impresionado con la presencia de la joven, estuvo dubitativo diez minutos, pensando en si hablarle o no, en que le diría, como actuaría y entonces llegó el bus. Los dos subieron a este, se sentaron próximos uno de otro y Juanma solo se atrevía a dirigirle unas tímidas miradas, que la chica devolvía sonrojada. Tras tres paradas y la poca valentía de Juanma, la chica se bajó. Una de las pocas oportunidades del chico de haber podido conseguir algo con una chica se esfumaron. Tenía asumido que no volvería a ver a la chica, no se atrevió a preguntarle su nombre, su número de teléfono o alguna cuenta de las redes sociales, ya solo existía en su memoria. Aunque a lo mejor no debía de preocuparse tanto, al fin y al cabo no sabía como era realmente la chica, no podía juzgarla por las apariencias, pero no perdía nada por preguntar.

50 Sombras PapaierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora