Veinticinco

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Frío, siento mucho frío. Aunque no se si es fuera o dentro de mí.

A pesar de las gotas  que caen sobre mi vestido y el suelo, la lluvia no impide a mis pies moverse.

Aunque yo misma no sepa ni a donde voy.

Unos pasos tras de mí me dicen que me estás siguiendo. Mi nombre en tus labios es como una puñalada mortal.

Déjame en paz, Adam.

Déjame sola.

Mi cabeza es un desastre. Yo soy un desastre.

Cruzo la avenida principal entre los claxones de los carros, que pitan, furiosos y asombrados.

No me importaría morir atropellada ahora.

De hecho, es una buena idea.

¿Para qué seguir viva si mi vida es tan patética?

A nadie le importaría la vida de una tonta colegiala con el corazón roto.

Mis pies se detienen. Cierro los ojos, ajena al mundo, ajena al dolor, ajena a ti, Adam.

Ya llegan las luces...

El claxon desesperado...

Los gritos del conductor...

Y el impacto final.... Mi cuerpo chocando con el asfalto de la calle...

Y todo queda oscuro.

Pero, asombrosamente, sigo viva.

Lentamente voy abriendo los ojos

Y allí es cuando veo una figura insconciente de traje de gala y cabellera rubia coronada en un charco de sangre, manchando la calle y mi vestido de noche.

Lo que nunca te dije.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora