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ＥＳＰＥＲＡＮＺＡ
Con una sonrisa radiante -de oreja a oreja- una reina, una princesa, la joven más bella ingresó al palacio con una superioridad que arrasa con todo a su paso. Orgullo. Mando. Un porte impasible que desprende seguridad. Tampoco olvidemos aquella caminata que embarga una clara evidencia de que nadie se puede enfrentar a ella, mejor dicho, nadie es capaz de intimidarla porque no le teme a nada.
—Ara, ara.~ —canturreó con potencia al extender los brazos a cada lado del cuerpo y caminar a paso decidido hacia el trono de aquellos. —Acaso la nobleza se encuentra en apuros como para necesitar a una pobre campesina como yo. —bromeó con ironía al soltar una estruendosa carcajada, casi impotente ante aquellas deidades que fruncieron el entrecejo por la osadía de ésta.
—No es necesario que sea modesta, Serafín-sama.
La nombrada entrecerró los ojos con una presunta picardía en la mirada al tener a los mismísimos arcángeles enfrente de ella, simplemente basura que es desechada por el status mayor, a lo que una sonrisa ladina se le instaló en los labios.
Sin embargo, cruzándose de brazos para luego levantar uno y hacer un ademán para mantener la calma, hizo que ellos recobren la compostura.
—Ni siquiera nuestra Suprema me ha llamado durante todo éste tiempo, así que no quiero sorpresas y hablen de una buena vez que mi tiempo vale oro, ¿cuál es la petición luego de milenios? —fue notable el cambio repentino de expresión en las facciones de la rubia al tener en cuenta el posible llamado de atención: extraño e indeciso. —¿Y por qué no me ha llamado ella? —cuestionó perdiendo la compostura, como siempre la hostilidad salió a flote, pero es de esperarse por parte del único Serafín del Clan de las Diosas: después de todo ella pertenece a la Primera Jerarquía.
—No seas insolente. —demandó ella con molestia, aunque sólo le arrebató una risa la cual es proveniente de un gran chiste.
Aunque la bipolaridad nuevamente se hizo presente.
Ella chasqueó los dedos y de igual forma lo hizo con la lengua que le rozó el paladar provocando un ruido latente y lleno de frustración. —¿Acaso quieres ver qué tan insolente puedo llegar a ser? —consultó al echar un poco la cabeza hacia atrás una vez cruzó los brazos por debajo de sus senos haciéndolos resaltar.
—No tenemos razones para precipitarnos, Serafín-sama. —uno de ellos le llamó la atención, a lo que desvió la mirada y la posó en éste. —En una de nuestras tantas regiones despertará un monstruo, por lo tanto nos vimos en la necesidad de llamarla para acudir a su poder... ¡¿A-Adónde va?! ¡Aún no le hemos explicado todo! ¡Eso es lo menos qué puede hacer por nuestro Clan! —estalló al ponerse de pie e insistir una vez caminó hacia ella, aun así no concluyó el camino ya que se paralizó en el recorrido.
