La odisea de Lex

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No importaba que tan alto podía llegar, que tan rico podía ser o si su casa era tan hermosa como el mejor hotel, ni siquiera importaba que los alfas le tuvieran tanto respeto como miedo y que muchos agachaban la mirada porque se sentían intimidados con él que era un Omega. Tampoco era importante que fuera un sobreviviente del cáncer y que se hubiera seguido comportando con seguridad a pesar no haber tenido cabello por un largo tiempo, o que su enfermedad jamás le impidió seguir siendo el monstruo de los negocios que era, ni tener una gran imagen frente a los medios, ni el anillo en su dedo que lo acreditaba como la única persona con la que el codiciado Bruce Wayne quería casarse.

Nada de eso, nada le distraía lo suficiente cuando volvía a casa y seguía sintiéndose vacío. Deprimido por que lo más cercano que tenía de sus hijos la mayoría de las veces eran fotografías, no había distracción que lo aportará de ese hecho, ni de qué el idiota al que nunca había dejado de amar dormía en los brazos de otra persona, lo cual tenía que admitir era totalmente su culpa.

Lex no era nada sentimental ni un Omega común que podía morir por amor, él se sabía más fuerte que los demás, más inteligente y mucho más consciente, era claro, preciso y un monstruo en los negocios como ya se ha dejado claro superando incluso a su prometido, los alfas con los que trataba lo miraban como si fuera un alfa como ellos... Le halagaba que entendieran que no hacían negocios con una cosita de nada, incluso le hacía feliz que le tuvieran miedo, pero también tenía que tratar de no ofenderse porque regularmente olvidaban que trataban con un Omega, era una puñalada al estómago el que no fuera considerado tan siquiera un poco atrayente o que nadie le abriera la puerta además de los sirvientes.

Y le daba vergüenza admitirlo pero en días malos quería la vida de Oswald; su amigo podía ser una persona con necesidades especiales por sus piernas, no ser tan atractivo y ser molesto, pero Oswald vivía de verdad y tenía a la persona que quería a su lado, y lo protegían... Hablando de sus amigos también estaba el caso de Jack, su mejor amigo al que amaba como a un hermano, nunca sintió jamás algo desagradable contra él, pero si llegó a sentirse bastante inferior a su lado cuando la gente pasaba y los veía, porque Jack se convertía en una de las maravillas del mundo y Lex una pared blanca. Lex a diferencia de lo que los demás podían creer tenía un gran complejo con su cuerpo; no tenía ninguna curva y era delgado como un espagueti, sin mencionar que los dos años que tuvo que enfrentar al cáncer le dejaron peor la autoestima, tuvo que pasar una eternidad para que le volviera a crecer el pelo, y aunque lo tenía de regreso jamás volvería a lo de antes, extrañaba que antes de realmente rojo y ahora de un triste naranja pálido, su pelo solía ser la única cosa que le gustaba de si mismo.

Había salido con Oliver Quinn en su momento y eso debía ser una señal de que no estaba tan mal, Oliver era conocido por salir solo con gente atractiva enserio, ya saben, personas sexis. Pero Oliver parecía más un amigo que una pareja, muy a penas si se llegaron a besar y nunca lo tocaba a menos que bebiera de más, toda su relación fue fría y aburrida, Cuando Quinn le pidió hablar pensó de hecho que iban a terminar... La propuesta de matrimonio solo le hizo entender que Oliver solo salía con él porque era conveniente y no porque le gustaba. Tuvo que terminar con eso, y tres semanas después Oliver se le propuso a Dinah.

No le importó demasiado si tenía que ser sincero, su amor por Clark no lo dejaba enamorarse de nadie más de todas formas, estaba condenado a ese amor, un amor que no podía recuperar.

Lex no era sentimental, pero todo cuanto se trataba de Clark Kent podía hacer que su mundo se pusiera de cabeza, el peor error de su vida fue sin lugar a dudas ese divorcio, aunque no consideraba que lo fuera para la vida de Clark, ese grandote estaba mucho mejor sin él...

Clark no era el único que se derretía como mantequilla en un horno cuando estaban juntos, pero Lex tenía un mayor autocontrol, uno que no le funcionó mucho cuando cayó rendido a los brazos del mayor. Llevaba tanto tiempo deseándole que fue inevitable que ante aquel beso su cerebro solo buscará excusas baratas para tener más del otro, cuando lo que realmente quería era recuperarlo de verdad, tener a su bobo granjero de regreso.

De regreso en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora