—Courtney—
Resumen de lo ocurrido en la enfermería: la enfermeratardó como una hora en conseguirgasas, vendas, desinfectantes, agua oxigenada y un montón de cosas más.Después, se dio cuenta de que me había abiertola rodilla y eso me dio miedo porque,según yo, cuando la palabraabierto tiene algo que ver con el cuerpo,siempre lo cierrancon puntos. La enfermera se puso guantesy comenzó a limpiarme la rodilla: estuve a nada de llorar por el ardor, y en ese momento se dio cuenta de que estaba abierta. Ella corrió por más cosas y después de otra media hora regresó y me puso dos puntos en la rodilla. Juro que en ese momento quise matar a Peter aunque se haya intentado disculpar. Había terminado llorando de los nervios, porque milagrosamente la anestesia me hizo efecto. Terminó y puso cinta en los puntos y vendó la rodilla. Lo demás no fue nada grave: colocó una cinta extraña con forma de moñito en mi barbilla y limpio los raspones en el brazo y el codo, que también tuvo que vendar porque la cinta se despegaba cada que doblaba el codo, y eso hacía que me riera, aunque la enfermera se desesperara.
Para cuando salgo de la enfermería ya me he perdido dos clases y apuesto a que los maestros marcaron la falta, a menos que la maestra de educación física haya avisado.
Al entrar a los vestidores de chicas, lo primero que hago es ir a mi casillero y sacar mi celular. Reviso cuántas llamadas o mensajes tengo. Para mi sorpresa, sólo uno: de Cristina.
Estoy fuera de peligro. Te veo después, pero en cuanto veas este mensaje, respóndeme.
Acomodo mis dedos para escribir, con cuidado de no doblar el pulgar y el índice, porque tienen curitas para que las heridas no se infecten o algo así.
Creo que lo contesto demasiado tarde. Peter me pego con un balón de americano y tuve que ir a la enfermería, me perdí las últimas dos clases y ya no voy a entrar a la tercera. Creo que nos vemos a la salida. Tienes cosas que contarme
Me dirijo a un vestidor y deposito la mochila en la banca; intento sentarme con cuidado de no doblar la rodilla izquierda.
De mi mochila saco la sudadera gris, que es lo único que pienso ponerme, ya que no quiero moverme nada. Primero meto el brazo izquierdo, que es el que tiene la venda, después la cabeza y, al último, el brazo derecho. Meto el celular a una bolsa del short, cierro la mochila e intento pararme con cuidado. Me cuelgo la mochila en un hombro y comienzo a caminar, pero me detengo en el tocador. Me miro en el espejo y evito gritar; estoy toda despeinada a pesar de que tengo el cabello agarrado con una coleta. Me quito la liga e intento bajar todo el cabello parado, abro la llave y mojo mis manos para pasarlas por mi cabello y peinarlo de lado.
Antes de llegar a la puerta de los vestidores, no escucho ningún ruido. Apresuro el paso e intento no forzar mucho la rodilla. Empujo la puerta con el hombro. Las luces del gimnasio están apagadas y lo único que lo ilumina son los leves rayos del sol que entran por las ventanas superiores.
—¿Hola? —pregunto.
Parece película de terror. Intento no ponerme nerviosa y me dirijo a la salida. A unos cuantos centímetros de salir, escucho pasos, lo que provoca exaltar mis nervios y voltear mi mirada.
—Tranquila, niña —escucho que hablan—, soy el conserje.
Respiro normal y salgo del gimnasio. La tarde ya no es tan soleada, pero sí iluminada. Saco mi celular y reviso si tengo llamada perdida de Cristina, pero no hay nada, ni un mensaje. Quizá Lucas esté cerca y pueda llevarme a casa en su... moto. Ese chico inocente o incluso tierno tiene una moto. Raro pero real. Le marco pero me manda al buzón. Suspiro pesadamente y me mentalizo para caminar una hora a casa. En realidad son como treinta minutos, pero gracias a mi superrodilla será una hora.
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Enamorada de la apuesta. (Wattys2015) ¡En librerías!
Teen Fiction¡Libro publicado en físico por la Editorial Sélector! Disponible en Amazon y en la tienda en línea de Sélector. *Historia Ganadora de los Wattys 2015* "-Entonces....¿Haces la apuesta?. El chico lo miró por unos segundos. -¿De qué se trata? -Pues, y...