Capítulo 7

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Realmente no tienes que llevarme a casa —digo cuando estamos fuera.

—¿Mi auto tiene algo de malo? —dice, mirándome, y yo empiezo a decir "no" y entonces lo veo sonriendo.

—Es horrible —le digo mientras entro en él—. Para empezar, no es de color naranja como el que me han prometido desde hace tanto tiempo y estoy segura de que en realidad nunca voy a tenerlo, y por otro lado, ¿Dónde están las abolladuras? ¿Cómo no puedes manejar un auto que tenga abolladuras que signifiquen que tu madre ha estado distraída pensando en tortillas y pizzas con salsa de judías?

—¿Pizza con salsa de judías?

—Sip —digo—. Después de que mi madre rayara el costado en la tienda de comestibles cuando se estacionaba, ella anotó su receta para la Pizza de tortilla mexicana. Mira, todas las recetas de concurso tienen una peculiaridad. O al menos los ganadores las tienen, según mi madre. Y ella sabe mucho sobre concursos de cocina. Y cocinar también, pero la cosa de los concursos es… bueno, tú sabes. Su cosa.

—Ella ha hecho cosas geniales. Incluso recuerdo esas galletas de tortuga que hizo para tu cumpleaños número ocho.

—Esas cosas son difíciles de olvidar cuando la madre de alguien crea un rio de salsa de chocolate y haciendo que todos esperen a comer mientras ella crea las tortugas en su "hogar" —digo—. La peor. Fiesta. De cumpleaños. De siempre.

—De ninguna manera —dijo—. Eso fue lindo.

—Hacer que las personas esperen para comer galletas y luego decir que no hay pastel no es lindo. Creo que la gente tomó sus regalos y se fue.

—Bueno, yo puedo superar eso. Tuve que llevar ese aparato ortopédico en mi décimo cumpleaños.

—¡No lo hiciste!

Él asiente. —Si los llevé. Oh, oye, mi block de dibujo está dirigido en tu camino.

Giramos en una esquina y éste se resbala del salpicadero a mi regazo.

—¿Tú manejas y dibujas? — digo, ondeando un dedo hacia él, se siente tan bien hacer esto, hablar y estar coqueteando. Lo sé, pero es solo un poco.

Él sonríe, sus dientes brillan mientras conduce por las calles oscuras, dirigiéndose a mi casa.

—Estoy tratando de conseguir algunas abolladuras e improvisar la imagen del auto.

Rio y tomo el block de dibujo. —¿Aún estás haciendo esos dibujos a lápiz como los del año pasado?

—¿Recuerdas eso? —él dice, sonando sorprendido, y mirándome.

Lo hago, y me pregunto si no debería aún saber que él tenía un montón de sus dibujos presentados y exhibidos en la escuela de papá el año pasado. Yo los miré y le dije que me gustaban cuando terminamos parados en la línea del almuerzo al mismo tiempo, pero eso fue el año pasado, y como una persona no—interesada—en—él, ¿puedo admitir recordar eso?

Lo dudo.

Pongo el block de dibujo de vuelta en el salpicadero y digo: —Tienes algunos dibujos en la escuela, ¿recuerdas? Papá siempre nos arrastra a mamá y a mí a mirar cosas.

—Si —dice—. Eran míos. Probablemente no lo recuerdas, pero me dijiste el año pasado que te gustaban, y yo pensé, bueno, que eso era realmente lindo de tu parte.

¡Él lo recuerda!

Uno mis dedos juntos tratando de evitar temblar. Eso no luciría muy bien. —¿Así que, aún haces cosas como esas?

—Si —él dijo—. Solo hice estas series de manos. Encontré todas estas fotos de mis abuelos; mi abuela tocaba el piano y mi abuelo el violín, y sus manos cuando están tocando, son sorprendentes. Solo… es como si ellos hablaran con ellas, como si yo pudiera escuchar la música y querer tratar de mostrar eso —aclara su garganta—. Lo siento, sé que es aburrido.

The unwritten rule~Elizabeth ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora