Día 1: Olivia regresa a casa

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Jimin tenía cinco años en aquel momento, y trataba, con toda su voluntad, no hacer caer aquel castillo de naipes con esa última carta. El pequeño había heredado la paciencia de su madre, porque llevaba dos horas con el mismo objetivo, (lo cual suponía un gran reto para un niño de cinco años, cuya atención era más diminuta que el cerebro de una mosca).

A su lado, estaba sentada Hana, que con sus dos añitos se sentía muy orgullosa porque ya sabía colorear sin salirse "casi nada" de los bordes, pero a diferencia de Jimin, en esas dos horas, Hana había jugado al pilla-pilla con Jungkook y Hoseok, vigilado que su hermanita se quedara dormida en la cuna, y tener el gran honor de colocar la estrella en el árbol de navidad.

Si alguien estaba deseosa de que terminara aquel castillo de naipes era ella, porque la señora Park les había prometido a los pequeños que les enseñaría un truco de magia en cuanto Jimin terminara su castillo. Pero no lo hacía; y  si algo había aprendido de buena experiencia, es que si distraía a Jimin a penas un segundo, todo lo que llevaba en ese momento se derrumbaba en un suspiro. Así que ahí estaba ella, aguantando la respiración viendo como Jimin procedía a colocar su última carta... hasta que un portazo y muchos gritos destrozaron aquel hermoso trabajo.

—¡Jiminieeeeeeee!¡Nanaaaaaaaa!

Un torbellino increíblemente dorado y una gran sonrisa mellada corrieron en busca de sus mejores amigos.

—¡Oliiiiiiiii! —Correspondió Hana levantándose de golpe, ignorando por completo a Jimin, quien en estado de shock seguía con la última carta en la mano.


***



—¡Oh Dios! Como odie a Oliva ese día. —Hana detuvo el vídeo y giró la cabeza para encontrarse con Jimin y su bonita sonrisa apoyado en el sofá, con la vista clavada en el vídeo.

—Sí. —Rió la chica mirando de nuevo al frente, notando como el peso del sofá desaparecía. —Intentaste no dirigirle la palabra, y cada vez que fallabas te enfadabas contigo mismo.

Jimin apareció a su lado manteniendo su sonrisa y Hana encaminó su mirada observando como se hacía un hueco al otro lado del sofá en forma de L. No pudo evitar darse cuenta de que se había vuelto a cambiar el color de su cabello, el antes rubio, era ahora un color plata brillante. El chico vestía con una sencilla camiseta azul cielo, que le favorecía en exceso, y unos vaqueros rotos que se ajustaban a sus piernas; sin olvidar, por su puesto, sus accesorios habituales: manos cubierta de anillos y pendientes en ambas orejas.

—¿Te has vuelto a teñir el pelo? —Cuestionó Hana medio girándose en el sofá para poder observarlo de frente. Jimin se dejó caer sobre los cojines mientras su pierna izquierda se apoyaba en la rodilla contraria. Lucía despreocupado.

—Me lo teñí hace un par de semanas.

—No me lo digas como si fuera de conocimiento internacional. —Acusó Hana. —Han pasado 84 años desde la última vez que te vi. —Jimin lanzó una carcajada al aire, fascinado con la teatralidad de su amiga. —Dijiste que te pasarías por la cafetería de mi facultad de vez en cuando, ¡pero nunca lo has hecho!

—¡Ajá!¡Esperaba que me sacaras ese tema a relucir! —Exclamó con una sonrisa victoriosa,  incorporándose. —Si que me he pasado, y varias veces además, pero ¿adivina qué? ¡Nunca estabas!

—Para tu información, hay algo llamado WhatsApp. —Refutó Hana muy orgullosa de su argumento. —No vivo en la puta cafetería.

¡Niña!¡Ese vocabulario! —Le regañó su madre en español desde la cocina.

Todos los veranos llevan a Seúl || btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora