1. Capital

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Natalia miraba pensativa por la ventana del autobús el bonito cielo anaranjado que estaba dejando la tarde. Cogió su móvil y subió el volumen de la canción de Billie Eilish que estaba escuchando con los cascos.
Suspiró y sonrió al pensar en todo lo que estaba por venir.
Era septiembre, había dejado su Pamplona natal y estaba viajando a Madrid para empezar su carrera universitaria. Había alquilado un pequeño apartamento cerca del campus dónde podría ir paseando cada mañana desde su piso para ir a clase, cosa que agradecía mucho, ella no solía tener un buen madrugar así que un buen paseo mañanero con el aire fresco no la vendría nada mal para despejarse.
Había escogido la carrera de arquitectura. Siempre había sido muy buena con dibujo técnico y todo lo que tuviera que ver con matemáticas y medidas.
Para su desgracia, la matrícula no era para nada barata y había conseguido reservar un plaza de trabajo en un bar cerca de su apartamento para trabajar por las tardes de camarera y poder ganar el dinero suficiente para los gastos de la universidad.

Se incorporó en su asintió al ver como llegaba a la capital. El sol se había puesto y la ciudad estaba completamente iluminada con las luces de las farolas, semáforos, coches...
Cogió el móvil y mandó un WhatsApp a Marta diciendo que ya había llegado.
Había conocido a Marta hace unos días por internet. Al parecer las dos habían llegado nuevas a esa universidad y tenían sus apartamentos en el mismo edificio. 
Se había hablado un par de veces por mensajes y aunque no se conocían mucho, no las venía nada mal tener una amistad los primeros días de clase.

El autobús llegó a su parada, Natalia bajó las escaleras y se agachó en el maletero para coger su maleta y su guitarra metida en su funda.
Adoraba la música. Todo lo que tuviera que ver con tocar instrumentos, cantar, componer... La hubiera gustado ganarse la vida solo plenamente con su música pero la realidad era otra en la que sólo la veía como un hobbie y una forma de sentirse a gusto y libre de preocupaciones.

Paseó por su barrio con el móvil en la mano siguiendo la ubicación de su apartamento. Llevaba todavía los cascos puestos y estaba vez estaba escuchando 'Madrid' de Alfred García. Una canción perfecta para el momento.
La temperatura era agradable a pesar de que ya era totalmente de noche. Era un barrio bastante tranquilo lleno de parques y zonas para tomar el aire alejados de la loca vida del centro envuelto en gasolina pitidos y sirenas.

Llegó hasta el edificio y subió las escaleras del portal sacando la llave que indicaba que número y piso era. Abrió la puerta con cuidado y encendió las luces. Dejó su maleta y su guitarra en la entrada y paseo por el piso. Era bastante acogedor. Primero entró a su habitación. Simple, una cama matrimonial, un gran ventanal y un armario corredero.  Se acercó hasta el salón y sonrió al ver su piano perfectamente montado. Unos días antes había solicitado que le trasladaran  su piano desde Pamplona hasta allí. Paseó por la sala observando el amueblado. Estanterías, una televisión, un sofá y una mesa.

De repente se percató de un ruido que provenía de su cocina. Se acercó lentamente y vio por la rendija de la puerta como la luz estaba encendida y había alguien dentro. Se quitó los cascos asustada y se sorprendió al escuchar como en el interior de la sala estaba sonando una canción.

Se armó de valentía y abrió la puerta encontrándose con una chica joven, con un delantal puesto y una sartén en la mano, que no paraba de tararear la canción de 'Leave Me Alone' de Michael Jackson que retumbaba por toda la cocina.

La castaña se percató de que la estaba mirando y rápidamente apagó la musica y se acercó sonriente a presentarse. -Natalia ¿No?

La morena asintió confusa.

-Soy Marta.- Dijo dándola dos besos. -Ya sé que este no es mi piso pero le pedí a la señora del portal que me dejara la llave maestra ya sabes, para entrar y ponerte la calefacción y bueno te estoy haciendo la cena.

-Gra... Gracias.- Contestó Natalia un poco asustada al ver lo rápido que hablaba esa chica.

-Te estoy haciendo un huevo frito. Espero que te lo comas porque a mí no me gustan, llámame rara, yo creo que soy la única persona en el mundo que no le gusta el huevo.

Natalia sonrió al ver el buen sentido del humor que tenía su nueva compañera de edificio.

Marta cogió un plato y la sirvió el huevo. -Por cierto he visto que tienes un piano.- Dijo colocando el plato en la mesa y sentandose en ella invitando a que Natalia hiciera lo mismo. -¿Estudias música?

-Arquitectura.- Natalia se sentó en la mesa. -La música solo... En mi tiempo libre.

Marta la analizó levantando una ceja. -Pero te gusta más la música ¿No es así?

Natalia se encogió de hombros. -Mi sueño sería vivir de ello. Pero hay que ser realista. Tienes que tener mucha suerte y ser muy buena para que por lo menos alguien se fije en tí.

Marta se acomodó en la silla y se cruzó de brazos. -Pues apúntate a OT.

Natalia la miró extrañada. -¿Que es eso?

La sonrisa de la castaña se borró por completo y puso una cara de desaprobación. -¿De verdad no sabes que es OT? ¿Pero tú de qué cueva has salido?

La morena de pelo corto se encogió de hombros.

Marta se levantó con una mano en la cabeza y empezó a dar vueltas por la cocina. -Voy a tener que estar compartiendo universidad con una persona que no sabe lo que es OT... Igual dejo los estudios y me pongo a trabajar.- Bromeó.

Al oír eso Natalia abrió los ojos como platos. -Mierda se me ha olvidado.- Se levantó cogiendo el móvil y salió de la cocina marcando un número de teléfono para luego ponérselo en la oreja.

-Bar "La Academia" ¿En qué puedo ayudarle?

-Hola esto... Me llamo Natalia Lacunza, hace unos días reservé una plaza de trabajo...

-Em... Lo siento señorita pero ahora mismos tenemos nuestra plantilla al completo, no necesitamos más trabajadores.

Natalia se quedó de piedra. -Tiene que haber un error. Yo... Buscaban una plaza de camarero y me permitieron reservarla.

-Me temo que se ha informado mal, las plazas que nos faltaban se ocuparon hace semanas.

-Pero...

-Lo siento tenemos trabajo, buenas noches.- El hombre colgó dejando a Natalia con la palabra en la boca.

-Que cabrones...- Marta salió de la cocina con un trozo de pan en la boca. -En esta ciudad no te dan trabajo ni pa atrás. 

Natalia se tumbó en el sofá rendida. -Empezamos bien...

-Tu te vas a mi querida Torre del Mar y te dan trabajo aún que sea para pinchar espetos.- Continuó. -¿Sabes? Un día soñé que me transformaba en un espeto y mi madre me perseguía por la playa internado clavarme en un palo para cocinarme.- Natalia cerró los ojos y sonrió dándose cuenta de lo loca que estaba su nueva amiga. -Y claro yo era un pobre espetito que no podía correr por la arena así que me tumbaba y me ponía a rodar hasta convertirme en una croqueta de arena. -Marta se quedó pensativa.- Al final creo que mi madre me cazó y me cocinó entre terribles sufrimientos.

Observó a Natalia que se había quedado dormida en el sofá. -Bueno, no pasa nada.- Sonrió. -Fui un espeto feliz.

 -Fui un espeto feliz

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LA CHICA DE ENFRENTE | albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora