Ji Won solía decir entre risas que Adam mimaba demasiado a Ari. Puede que tuviera razón, era su pequeña y quería darle todo mientras pudiera. La relación que tenía con Ari era muy estrecha, incluso mucho más que la relación que la niña tenía con su madre. Tenían la costumbre de terminar las frases del otro, una cosa que ji Won no lograba explicar. Se reían por cosas que solo ellos entendían. Escuchaban música rara, rara en el sentido de que Ji won no comprendía el gusto por las canciones estridentes y de grupos que parecían estar invocando al mismísimo diablo. Cuando llegaba del colegio, lo primero que hacía Ari era saltar a los brazos de Adam, y Ji Won, fingiendo enfado, reclamaba un abrazo de su hija. Luego los tres se rían. Esto no quiere decir que Ari no quisiera a su madre. La amaba mucho. Sus momentos favoritos eran las noches, cuando Ji Won le contaba un cuento antes de dormir. Siempre eran cuentos inventados por ella, llenos de situaciones extraordinarias e inverosímiles.
Antes Ari tenía una familia.
Nunca se le ocurrió pensar que las cosas podían cambiar tan rápido. Tan dolorosamente.
Era un veinte de enero, justo el día de su cumpleaños. Ya habían tenido una celebración con sus amigos en la casa, pero tenían por costumbre hacer una cena especial en el mismo restaurante cada año. Ese día el restaurante estaba cerrado, así que se quedaron sin los pastelitos que a ella le encantaban.
Fue su culpa. Nunca pudo quitarse esa idea de la cabeza.
¿Por qué tuvo que insistir tanto? Su madre le dijo que podían comprarle los pasteles a la mañana siguiente, pero ella tuvo que hacer el numerito hasta que Adam aceptó ir a comprárselos en otro restaurante. No insistió por la comida, sino porque romper una tradición que consideraba sagrada le parecía un acto imposible de concebir. Era algo así como saltarse la navidad.
—La estás mimando mucho—había protestado Ji Won.
—No pasa nada, cariño—dijo su padre—. Puedo hacer todo por mi princesita.
—Vale, vale. Pero no tardes mucho o empezaremos el karaoke sin ti—respondió Ji Won.
No recordaba si sus padres se despidieron con un beso, pero le gustaba pensar que sí. Recordaba que ellos siempre se abrazaban y se decían lo mucho que se amaban. También recordaba lo último que le dijo a su padre.
—Adiós, papá.
Adiós. Tan seco. Tan distante.
Adam respondió con un hasta ahora, seguido de un movimiento de mano como despedida.
Hasta ahora. Tan cercano. Tan agradable.
Se había reprochado a sí misma no haber añadido algo más. ¿Por qué no le dijo que le quería? ¿Por qué no se levantó y le dio un último abrazo? Adam no tenía que haber tardado tanto. Ari se quedó dormida en la mesa de la cocina mientras le esperaba. Ji Won trataba de calmar su nerviosismo, pero ella sabía que algo iba mal. Las malas noticias no tardaban en llegar, y la llamada que cambió sus vidas para siempre lo hizo media hora después de que Adam se hubiera ido. Recordaba muy bien que cuando sonó el teléfono su madre se encontraba sentada frente a ella, cabeceando, con la mano mejilla apoyada en la mano. Había mirado el teléfono con una expresión temerosa, como si temiera las malas noticias que aún no llegaban. Cuando su madre dejó caer el teléfono y estalló en un llanto desconsolador, Ari supo que Adam no iba a regresar.
Que había muerto.
Esa noche durmió en la cama con su madre porque le era imposible dormir sola. El impacto se la noticia la dejó helada, tanto que ni siquiera lloró su madre, de forma delicada y con cautela, le dijo que Adam se había ido a un lugar mejor.
» Ahora está en el cielo.»
Ari solo tenía nueve años, pero le pareció una cruel mentira que su madre le dijera que Adam estaba en el cielo. La muerte era el final de todo. Si te morías, te enterraban o te quemaban. Pero eso no se lo dijo a su madre porque no quería que se pusiera todavía más triste. Esa noche las dos durmieron abrazadas. Recordaría ese momento como el último en el que estuvo tan cerca de su madre. Literal y figuradamente.
El día del velorio vino mucha gente. Entre ellos amigos de Adam, compañeros de trabajo, algunos vecinos y su hermana Jinny, que vivía en Inglaterra y estaba acompañada por su esposo y sus dos hijos. Ni la madre de Ji won ni su hermana asistieron. Ella no hablaba de ello con Ari, pero la niña había escuchado conversaciones a escondidas y sabía que la familia de su madre nunca aceptó que se casara con un extranjero. Hacía años que no se hablaban.
Le costó acercarse al ataúd donde se encontraba el cuerpo de Adam. Sintió que su peor pesadilla, aquella en la que sus pies se quedaban pegados en el suelo, mientras una sombra alargada se cernía sobre ella, amenazante, se había hecho realidad. Solo que ahora la sombra era la muerte. Y la muerte tenía la cara de su padre.
—Tienes que despedirte. Si no lo haces te vas a arrepentir en el futuro.
Miró a su madre asustada. Era su primera experiencia con la muerte y tenía mucho, mucho miedo. Le asustaba pensar que, si veía a su padre muerto, esa imagen sería la única que recordaría de él. Entonces, ¿dónde quedarían las risas, los abrazos y todos los momentos compartidos? No quería recordarlo como un cuerpo inerte que alguien había maquillado para que se pareciera al Adam que todos recordaban.
No, se negaba rotundamente a verlo en ese ataúd.
—Pero está muerto— insistió.
—La gente tiene que despedirse. Si no lo haces te preguntarás siempre qué hubiera pasado— intervino su tía Jinny en inglés.
Ari negó con la cabeza. Su madre perdió la paciencia y se adelantó.
—¿Sabes que le han arreglado?
Asintió con la cabeza gacha.
—Mamá dice que le han maquillado y que le han quitado la sangre...
—Así que sabes que se ve tan guapo como siempre. Solo parece que está dormido.
Dirigió una mirada al frente y vio a su madre junto al ataúd. Nunca había tenido tanto miedo en su vida como en ese momento. Estaba segura de que todos podían escuchar los latidos atronadores de su corazón.
—No quiero decirle adiós—gimió.
—Yo tampoco.
—¿Y por qué se ha ido?
—Cariño, nadie sabe esa respuesta. Pero me anima un poco pensar que sigue aquí. — Jinny se llevó una mano al pecho —. Ahí la gente no muere. —Le brindó una cálida sonrisa—. Ven, te acompañaré hasta el final.
—¿No me soltarás de la mano?
—Te lo prometo.
Ari se armó de valor y agarró muy fuerte la mano de su tía. Tan fuerte como uno agarraría una cuerda si estuviera colgando del abismo de una montaña. Tan fuerte como uno se aferraría al amor, huyendo de la soledad.
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Going With You {Taehyung-BTS}
Casuale|La tormenta es solo otra canción| ~•~ |Ari es una estudiante arisca y rebelde que debe ocuparse de sus hermanos y trabajar a medio tiempo para llevar dinero a su casa| Taehyung es un joven carismático y amable que ha huido del control de sus padre...