Leyenda

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Bien, no pude dejar de pensar que le hacía falta algo más a ese final y aquí está.  Espero ahora sí esta historia me deje ir y espero que ustedes la disfruten mejor con este final.  Gracias por acompañarme.

Ese día el bosque de los espíritus parecía estar iluminado por una luz alegre y saltarina

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Ese día el bosque de los espíritus parecía estar iluminado por una luz alegre y saltarina. Se colaba entre los árboles e iluminaba aquí y allá, moviéndose a la par de las copas de los árboles. No muy lejos se escuchaba la risa de algunos pequeños espíritus. Corrían raudos sobre la hierba tornasolada de aquel mundo etéreo, saltando grácilmente y dejando que sus kimonos se alborotaran con el viento.

Dos de ellos, los mayores, un niño y una niña de caras suavemente redondeadas, rodaron por el suelo al chocar levemente mientras saltaban. Otros tres pequeños, una pareja de niñas gemelas y un último pequeño al parecer de apenas tres años, se echaron a reír cándidamente al verlos.

—Niños, no se ensucien la ropa. No quiero que los abuelos los vean sucios —los mayores se levantaron prestamente y se sacudieron, los cabellos de ambos, blancos como la nieve, se revolvieron al hacerlo. Las gemelas tenían los cabellos largos y plateados, mientras que el niño más pequeño tenía los cabellos rubios casi blancos.

Víctor apareció en esos momentos por el camino. La camisa de su kimono llegaba hasta sus rodillas y bajo estas, unos pantalones holgados, medias y unas sandalias. En sus brazos cargaba a un pequeño de negros cabellos que parecía tener un año y poco más. El pequeño tenía ojos grises muy claros y tenía un chupete que parecía estar hecho de oro. Se aferraba a Víctor con insistencia, recostando la cabecita de su hombro.

—Vitya, no dejes que se vuelvan un desastre. Aun nos falta un tramo para llegar.

Yuuri venía un poco más atrás, caminando despacio y con tranquilidad. El cuerno que había perdido a causa de Víctor había sido repuesto hacía ya muchísimo tiempo. Llevaba una gran sombrilla de papel y su máscara de venado atada a un lado de la cabeza. Disfrutaba del día tan hermoso mientras acariciaba con suavidad su vientre.

Ya se notaba bastante, dando fe de que esperaba otro pequeño. Sería el número siete y Víctor estaba que no cabía en sí de la felicidad.

Desde que se habían enlazado, Víctor no había dejado de mimarlo. Siempre que podía le demostraba su amor. No que jamás hubieran tenido una discusión. Aun recordaba aquella terrible discusión que habían tenido cuando una tarde, Víctor había regresado a la casa con dos cuernos blancos en su cabeza.

—¿Víctor...? ¿Qué... qué tienes en la cabeza? —le había preguntado apenas verlo. Dos hermosos cuernos blancos de venado, majestuosos y brillando suavemente sobre su cabello. Cuando Yuuri lo miró a los ojos, pudo notar que ahora se veían de un azul mucho más claro y brillante, inhumanos. —Tienes cuernos... y tus ojos... ¡Víctor! ¿Qué hiciste?

—Yo... yo puedo explicarlo, amor. En verdad que puedo explicarlo. Me encontré con Chris y...

—¡Mataré a Chris!

Snowdrops (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora