El Ciervo, el Zorro y el Cazador

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Víctor había escuchado los cuentos y leyendas que rodeaban aquel lugar. Se decía de un alma en pena que podía escucharse durante las noches de luna llena y también hablaban de un zorro negro como la noche que corría tras una hermosa doncella de cabellos negros intentando alcanzarla porque en otra vida habían sido amantes.

Todo aquello le parecían pamplinas, pero había algo acerca de los cuentos, todos los que había escuchado tenían un matiz de hermosa fantasía. Y Víctor era de los que creían que todos los cuentos y rumores tenían algo de verdad.

Lo primero que había hecho había sido explorar el bosque y sus alrededores para luego subir directamente a la cima de la montaña, sorprendiéndose al encontrar un pequeño templo que a todas luces parecía estar habitado. La cocina tenía ingredientes frescos y el cuarto tenía una cama con sábanas limpias. Había varias cubetas con agua en lugares estratégicos y la caldera estaba encendida con suficiente leña para durar hasta el atardecer. El templo no tenía puertas ni cerraduras, por lo que asumió que no estaban acostumbrados a recibir visitas. Claro que podía deberse al frío, pero por eso mismo no entendía por qué faltaría algo tan esencial.

Continuó buscando en los alrededores hasta que descubrió huellas que parecían humanas y las siguió. Aquellas huellas lo llevaron por gran parte de la cima de la montaña y poco a poco comenzaron a intrigarlo. No importaba cuán profunda fuera la nieve, las huellas parecían no hundirse en ella. Si bien en algunas partes la nieve estaba dura y compacta, en otros estaba fresca recién depositada. Quien quiera que había hecho aquello debía ser o extremadamente liviano o un fenómeno.

En un momento le pareció que las huellas regresaban al templo, pero luego se desviaron, como si recordaran algo. De pronto vio que las huellas eran acompañadas de otras, más pequeñas, como si se tratara de un animal pequeño. Finalmente, las huellas humanas volvieron a quedar solas y Víctor escuchó un sonido a lo lejos.

Sacó su arco y preparó una flecha. Quería estar listo por si acaso era algún animal que pudiera cazar y cenar. Se fue acercando, tomando especial cuidado para no ser escuchado. Lo primero que vio fue una sombrilla de papel, del color de las ciruelas maduras. Bajó el arco al pensar que era el sacerdote del templo y se fue acercando con menos cuidado para poder hablarle y saludarlo.

Al llegar un poco más cerca pudo ver que el hombre vestía un kimono azul y sobre sus hombros llevaba una chaqueta holgada color negra con bordados. Se aclaró la garganta y aquello hizo que el hombre se sobresaltara, volteando de inmediato.

Se quedó de una pieza. Mientras que esperaba ver a un sacerdote se encontró con que quien quiera que fuera llevaba una muy elaborada máscara. La misma tenía la semblanza de la cabeza de un ciervo y le tapaba hasta el labio superior. Podía ver la mirada asustada bajo la máscara y levantó las manos para intentar calmarlo. Aquello fue como una señal para que la persona saliera corriendo como un desquiciado.

Víctor salió tras el hombre y pronto se dio cuenta que no podría alcanzarlo ni aunque estuvieran en terreno normal. Aquel hombre o criatura, parecía caminar sobre la nieve como si su cuerpo no pesara nada.

—¡Espera! ¡Quiero preguntarte algo! —lo siguió por un buen tramo mientras pudo, a veces dejándose llevar por las huellas y otras por el sonido que hacía al correr, era como si llevara atadas a la ropa cientos de cascabeles que sonaban melodiosamente formando una canción, aunque en ese momento la melodía parecía ser una extremadamente movida y alegre.

Yuuri corrió tan rápido como pudo, evitando el templo para no llevar al desconocido al lugar. Su corazón latía muy a prisa sin entender cómo era que un humano había podido llegar hasta su guarida.

—¿Y ahora qué hago? —susurró para sí mismo mientras se escondía tras unos árboles —¿qué hago?

—Oye, sólo quiero que hablemos un poco. Perdona por invadir tu territorio... montaña, lo que sea. No pensé que te asustaría tanto. Hablemos, ¿sí?

Yuuri cerró los ojos y contuvo la respiración, intentando desaparecer. Claro que los yokai podían desaparecer cuando quisieran, pero él no podía. Desde que la hechicera lo atara a las flores algunas de sus habilidades se habían visto afectadas.

Se percató demasiado tarde de que su perseguidor se había quedado en silencio y cuando lo hizo no pudo evitar asomarse desde atrás del árbol para ver lo que sucedía. No vio absolutamente a nadie y comenzó a preocuparse. ¿Y si había ido de regreso al templo y pisoteaba las flores?

El pánico lo sobrecogió y se enderezó para salir disparado, pero dio un pequeño grito al encontrarse frente a frente con el cazador.

—Te atrapé —el hombre le sonreía con simpleza y Yuuri quedó pegado del tronco del árbol a causa de la impresión.

Sin decir nada aquel hombre de cabellos grises llevó una mano a su máscara y se la quitó. Ambos se quedaron de una pieza. Yuuri al no esperarse que hiciera eso y el hombre al ver que los cuernos de ciervo que él pensaba pertenecían a la máscara seguían pegados a la cabeza del otro.

Víctor levantó la mano y tocó uno de los cuernos, descubriendo que realmente formaban parte de la cabeza del joven frente a él. Luego lo miró directamente a la cara.

—Eres... ¿un yokai? —Yuuri lo empujó y salió corriendo nuevamente, esta vez en una dirección totalmente diferente. Víctor intentó seguirlo y por largo tiempo no se rindió, pero cuando la noche comenzó a caer decidió refugiarse en el templo que había visto con anterioridad.

El lugar se mantenía agradablemente cálido a pesar de que no había puertas y Víctor agradeció mentalmente el fenómeno. Pensó que tal vez el monje que vivía en el templo podría decirle más acerca del yokai.

Cerca de la medianoche escuchó ruidos y supuso que era el monje. Vestía de blanco, con un paño azul cruzado sobre su pecho y rodeándole el torso hasta las rodillas. Se quitó el sombrero de paja y Víctor pudo notar que era apenas un jovenzuelo de piel tostada y cabello negro. Una gran sonrisa iluminaba su rostro haciéndole cerrar los ojos.

Hizo una reverencia a modo de saludo y el joven le respondió con un gesto similar.

—Saludos, monje de la montaña, me llamo Víctor, soy cazador y llegué hasta la montaña siguiendo las historias de los lugareños acerca de un fenómeno que sucede en la cima. Me disculpo por imponer mi presencia en el templo esta noche, pero si me permite quedarme esta noche mañana en la mañana continuaré mi camino. Espero no sea un inconveniente.

—No es inconveniente, solo que no puedo ofrecerte nada de cenar, no esperaba tener visitas tan tarde. Solo tengo un poco de vino de arroz y algo de pescado del almuerzo.

—Eso es más que suficiente. Prometo traer algo de comer decente mañana cuando pueda cazar algo —el monje buscó el sake y el pescado que puso a calentar cerca de la hoguera.

—Lo siento, pero no está permitido cazar animales en la cima de la montaña. Esto lo pesqué en la mañana, en la base de la montaña. ¿No conoces nada de estos lugares?

—No... es la primera vez que visito —exclamó con una sonrisa —vine por los rumores que hay acerca de la montaña. Quería ver qué tanto de verdad había en ellos.

—¿Y encontraste algo? —Víctor sonrió y luego negó.

—Tan solo un ciervo solitario. Parece que no hay muchos animales aquí arriba.

—Hay animales, solo que están protegidos por la montaña. No podrás verlos a menos que la montaña lo permita. Por eso me gustaría que me dijeras más acerca de ese ciervo que viste.

—Tal vez... fue mi imaginación. Es que estuve corriendo por todos lados y estaba exhausto —el monje lo miró con curiosidad mientras Víctor continuaba comiendo.

—Podría ser... —el monje decidió dejar la conversación en ese punto viendo que el cazador no estaba interesado en continuar. —Descansa esta noche, mañana te mostraré lo que quieras ver de la montaña, así podrás satisfacer tu curiosidad. Si necesitas algo, solo tienes que llamarme, mi nombre es Pichit.

Víctor lo vio salir de la habitación y podría haber jurado que el monje se movía con la gracia y elegancia de un zorro. Al parecer estaba realmente cansado y lo mejor sería prepararse para dormir tan pronto terminara de cenar.

Snowdrops (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora