Una Aventura

3K 382 87
                                    

Ya bien entrada la noche Victor podría haber jurado que algo rondaba el pequeño templo. Se había levantado para confirmar que el joven monje continuaba durmiendo y luego se había quedado muy silencioso, escuchando que algo se movía afuera en la nieve.

Se quedó muy quieto al ver una sombra moverse al compás del ruido de pasos y lo siguió hasta la pequeña cocina exterior. Mientras se acercaba para intentar ver quién era escuchó el sonido de una olla y luego una maldición muy por lo bajo.

—¿Un ladrón? —se preguntó mientras intentaba asomarse sin ser visto. Sus ojos hacía mucho que se habían acostumbrado a la oscuridad y aunque no había luz, podía identificar formas y así pudo identificar una forma aparentemente humana en la cocina del templo. Entró sigiloso y se detuvo cuando el intruso nuevamente tropezó con algunos de los cacharros.

—Maldición, ¿dónde la dejó? —esperó que volviera a estar distraído y entonces le saltó encima como si fuera un gato montés. Formaron un gran revuelo cuando las ollas y las sartenes cayeron al suelo. Victor se sorprendió de la fuerza con la que el intruso luchaba, aunque más que luchar, era un esfuerzo por liberarse de su agarre. Varias veces pensó que lo tenía controlado a pesar de los codazos que el intruso le propinaba y rodaron por el suelo de piedra haciendo que Victor maldijera.

Intentó sujetarlo por el pelo y sintió que algo duro le lastimaba la mano. Dejó ir al intruso por unos instantes, sintiendo la mano resbalosa, pero de inmediato volvió a cargar contra él al ver que intentaba escabullirse. Cayeron sobre la nieve con tan mala suerte que cuando continuaron forcejeando las ropas del intruso se fueron deslizando de sus hombros, quedando desnudo su torso por lo que Victor hizo ademán de tomarlo por el cabello para así impedir que se le escapara.

Esta vez no hubo duda ninguna de que el intruso tenía algo en la cabeza y el cazador tiró con todas sus fuerzas hacia abajo, haciendo que el intruso quedara estampado de cara en la nieve. Se sorprendió cuando sintió la fuerza con la que intentaba zafarse de su agarre, casi logrando levantarse del suelo a pesar de tenerlo casi en la espalda.

—Maldición, ¡quédate quieto de una buena vez! —al tirar de aquello duro en la cabeza de su oponente escuchó con claridad el sonido de algo quebrándose y luego un gemido de dolor. —¿Qué demonios? —susurró al ver lo que tenía en la mano. La sorpresa fue suficiente para permitir que el intruso escapara y echara a correr.

Victor fue tras él de inmediato intentando darle alcance, pero apenas se adentró un poco en la oscuridad le fue imposible ver a dónde se había ido. No continuó más al interior de la montaña porque temía perderse, a esas horas y en sus fachas corría el riesgo de congelarse. Apenas tenía sus ropas de dormir encima y unas sandalias que en nada lo ayudaban. Maldijo, luchando con su instinto de cazador para seguir al intruso hasta que finalmente se convenció de regresar al pequeño templo. Al hacerlo vio que el monje lo esperaba con una linterna encendida.

—¿Qué sucedió?

—Alguien entró a la cocina.

—Mhh, seguramente buscaba comida —le contestó Pichit con tranquilidad. Victor no podía creer que el monje estuviera tan tranquilo luego de la conmoción.

—¿Es usual que tengas visitantes nocturnos y que te roben?

—Sí, muchos llegan aquí como tú, luego de hacer oído las historias de la montaña, pero solo unos pocos llegan hasta el templo y la mayoría piensa que está embrujado o maldito y no se acercan a preguntar. Luego en la noche se pierden, tienen una emergencia y no saben qué hacer o a dónde ir, por lo que llegan hasta el templo a pesar del miedo. De hecho, eres de los pocos que ha sido tan directo al llegar aquí —entraron al templo y Pichit lo ayudó a sacudirse la nieve.

Snowdrops (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora