Guerra Fría

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Nos encontramos para empezar de nuevo. Una metástasis de amor que invade cada parte del cuerpo. La anfetamina que desea abandonar mi sangre pero se resiste a hacerlo.

Otra vez la guerra fría se activa, pero así es el amor tal vez, con sus tristezas y alegrías, crestas y valles como olas viajando en el profundo océano. Pero esto es más tolerable que la soledad, fiel compañera de estos últimos dos años.

La primavera duró unos minutos, luego vino un largo verano que vimos pasar en Copilco y en Huitzilopochtli. Una esposa soltera que miraba hacia el poniente mientras yo caminaba frente a las orillas del mar del Norte. Perdido en una estación larga los años transcurrieron al son de un tren sin pausa, sin prisa, con el tiempo detenido por un reloj sin batería que intenta avanzar.

Con la promesa del navegante de encontrar nuevos horizontes llegó el otoño con su olor a Caribe. Inclemente el invierno reclamó su lugar con una partida acordada pero sin la seguridad de querer pretendiendo pasara.

Quizás me encuentre perdido, confundido especulando en la razón sin lógica, aturdido de desilusión con la esperanza que la luz del sol llegue pronto.

Pero el corazón devela la verdad de las personas que llegan a nuestra existencia y en el fondo nada ha cambiado, solo se ha trascendido en el tiempo, y aún debo entender lo que esto realmente significa. Probablemente el corazón esté diciendo que va a regresar.

Así es el misterio de la vida y el amor, que va y viene sin previo aviso, sin pedir permiso y a su antojo. Es una historia que en los últimos tiempos he tratado de adivinar y al mismo tiempo eludir.

Ahora un estado de resignación me invade, dócil ante la invariable realidad que me espera en la cotidianidad de la arenosa. Contrariado entre lo que debo y no hacer espero que lleguen promesas más coloridas a este sin sabor de una miel extinta. Realmente deseando escapar de este gris carnaval de hechos no buscados.

Anhelo volver a la vida de antes... con amor a mujer, café y mate.

Literinge

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