seis.

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6- calor.

Aquel día, extrañamente hacia un horrible calor por todo Seúl, cosa que no tenía el mínimo sentido, ya que todos los días anteriores, el frío había congelado a todos. Quizás, era un simple cambio en las temperaturas.

Yuta había desecho de su camiseta desde temprano en la mañana, no soportaba el calor que se había apoderado de su piel. SiCheng había llegado al departamento y ahora ambos estaban tirados en la cama del dueño de la casa. Winko encima del vientre desnudo de Yuta, con el resto de su cuerpo entre sus piernas y su cabeza en el pecho del chico, trazando figuras imaginarias con sus dedos en la piel caliente. En lo que llevaban allí, ninguno había articulado palabra alguna, solo se acariciaban y pequeños besos entremedio.

—Ahora que lo pienso, es la primera vez que estás en mi habitación. —dijo algo burlón Yuta. SiCheng le miro con una sonrisa en sus labios.

—Es cierto, es muy linda. Como tú. —dijo mirando las paredes mientras se sentaba en la pelvis del japones. En un movimiento tonto por querer tomar algo, las caderas del chino se movieron un poco, haciendo que Yuta soltase un ruido completamente involuntario de sus labios. Las mejillas de Yuta se sonrojaron, como dos pequeños tomates.

—Lo siento. —dijo SiCheng con una sonrisa. Volvió a dejar aquel libro en su lugar, haciendo ese movimiento nuevamente.

—¡Winko! —grito Yuta y se escucho la risa del chico resonar en la habitación. Yuta golpeo con suavidad el pecho del chino.

Se habían quedado mirándose, uno al otro. Sin moverse, sin hacer nada. Sus mejillas estaban sonrojadas y el calor comenzaba a ser presente en el cuerpo de SiCheng, quien quito también su camisa favorita, dejando el ultimo botón sin tocar. Los labios de Yuta fueron directos a atacar los belfos contrarios. Se separó solo un poco, quedando a escasos centímetros del rostro de SiCheng. Yuta sonrió con los ojos entrecerrados y volvió a besarlo.

Sería una vil mentira si dijese que no estaba enamorado de Dong. Apenas había pasado un mes de la primera vez que se hablaron y, allí lo tenía, encima de él, besándolo y acariciando el hueso de su cadera. Con pasos lentos, fue subiendo sus manos, tocando todo curiosamente. Su tierno y pequeño ombligo, luego a su vientre, plano y duro. Mientras acariciaba allí, fue introduciendo su lengua con lentitud para profundizar su el beso. Luego, los brazos de Yuta pasaron a su espalda, atrayéndolo más a su cuerpo. SiCheng decidió cortar el beso antes de que ambos se quedasen sin aire. Se miraron, el uno al otro, las manos de Yuta se entrelazaron en la espalda de SiCheng. El calor paso a segundo plano, ahora, solo estaban concentrados en ellos. En los ojos del otro. La abuela de Yuta le había dicho que los ojos eran los espejos del alma, y si mirabas bien, podías notar como se sentía la persona. Yuta observo bien los ojos de su amado, el brillo le explicaba lo bien que se sentía en aquel lugar, lo bien que se sentía entre sus brazos.

—SiCheng, ¿alguna vez te dije lo mucho que te amo? —se apoyo en su pecho y lo sintió vibrar cuando este rió levemente.

—Siempre lo haces.

—Bien, porque nunca me cansare de hacerlo. Te amo, Winko, te amo mucho más de lo que puedo imaginar, mucho más de lo que puedo tomar. Eres aquella dulce estrella que ilumina mis noches, o el sol que ilumina mis días. Por ti, sigo aquí, creo que si no tenia éxito aquí, me hubiese marchado a Japón, a llorar entre los brazos de mi madre mientras mi padre me ve con odio por lo lejos. —dijo con su vista un poco nublada, sonrió, porque las suaves caricias de SiCheng le hacían sentir mejor y que él estaba allí.

—Yuta, te amo muchísimo.

—Yo también te amo, Winko.

—🍢

omg, so cutes.

-i'm dying with this, sorry-

el chico detrás del mostrador; yuwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora