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CAPÍTULO 4:

-¿A los murciélagos? -pregunté a la vez que levantaba mis ojos para mirarlo fijamente mientras mi mano aún acariciaba su piel. Al no recibir respuesta inmediata fue como si mi cerebro recibiera una súbita descarga eléctrica que me hizo recuperar la compostura. Me acomodé en el sillón alejándome lo más que pude de su cuerpo. -Espera, no se de qué me estás hablando. Y-Yo no puedo continuar con esto, estoy muy confundida.

Al parecer Antoine notó mi creciente nerviosismo así que se puso nuevamente la camiseta y se sentó a un lado mío. Sin ningún motivo aparente, comenzó a frotar su mano a lo largo de mi muslo mientras me miraba fijamente.

-Maddi, tú eres exactamente lo que he estado buscando por tanto tiempo. No me preguntes cómo lo sé, pero tú eres la indicada. -Se puso de pie y comenzó a caminar por la sala intercambiando miradas entre el piso y mis ojos expectantes. -Ahora, sé más de ti de lo que tú crees saber. Sé que ya no tienes escapatoria, Maddison. Necesitas dinero y aquí estoy yo ofreciéndote todo el mundo.

-¡Pero no entiendo! ¿Qué es lo que me estás ofreciendo?

-Unirte a nosotros Maddi. Unirse significa ser leal, fiel y dar tu vida por nosotros sin rechistar. A cambio, recibirás todo lo que alguna vez soñaste. Mucho más de lo que piensas. No solo dinero, si no también otras inolvidables experiencias.

-Tal vez aún no necesito nada más por ahora. Cr-creo que así estoy bien. -me mordí el labio instintivamente sin notar que mis manos se encontraban completamente entumecidas luego de haberlas formado en puños por el nerviosismo. Antoine notó aquello de inmediato y se acercó hacia mí tomándome por el rostro. -Aléjate, por favor. No me hagas daño, no quiero formar parte de esto.

-¿Pero a caso no lo entiendes? ¡Te daré todo lo que necesitas! -me habló demasiado cerca mirando mis ojos hasta que de pronto vi cómo su mirada se desviaba a un punto más abajo.

-¿Y qué es lo que tendría que hacer para unirme a lo que me estás diciendo? Ni si quiera termino de comprender bien de qué se trata. -anuncié en un pequeño hilo de voz. Tragué saliva y fue ahí cuando noté que él se relamía los labios. ¿Qué estaba pasando?

-Tendrás que obedecerme en todo. Absolutamente todo lo que te diga deberás cumplirlo.

-Sé que piensas que estoy desesperada pero tampoco es como si necesitara prostituirme para conseguir dinero, ¿sabes? -me puse de pie y caminé hacia la salida. Estaba asustada y nerviosa de aquella situación pero no quería demostrárselo. Al contrario, quería tratar de parecer lo más seria y ofendida posible.

Al llegar a la puerta sentí como me tomaba del brazo haciéndome chocar bruscamente contra la pared. Se puso frente a mí acorralándome y mirándome a los ojos con una repentina furia y frialdad.

-Si quisiera tenerte, te aseguro que no te pagaría ni un puto centavo. Y tampoco sería por las buenas ni con algún estúpido consentimiento como el que te estoy ofreciendo. -estaba asustada, más que eso, aterrorizada. ¿A dónde acababa de parar? -Lo siento pequeña, pero se acabaron tus opciones. No puedo dejarte ir luego de haberte revelado uno de los mayores secretos del quartier. -se alejó de mí dándome tiempo para respirar por unos segundos hasta que me agarró por la cintura elevándome. Cuando me asusto, por algún extraño motivo, no reacciono. Y eso fue exactamente lo que pasó en ese momento. Me quedé estática dejándome llevar por la persona que tenía en frente.

Luego de algunos pasos me depositó en lo que parecía ser una cama. No lo había notado pero pequeñas lágrimas se resbalaban por mis mejillas. Probablemente esta sería la última vez que continúe con vida, pensé. Cerró la puerta de la diminuta habitación con llave y se acercó a unos cajones. De ahí extrajo unos pequeños papeles los cuales me los tendió segundos después.

-Deja de llorar o de lo contrario no me servirás de nada y esto será un desperdicio de tiempo. -anunció. Realmente que no quería llorar pero se me hacía imposible articular si quiera palabra alguna. Sorbiendo por la nariz empecé a leer determinadamente lo que tenía entre mis manos.

Rue de la Fontenelle 1504. Demain à 8:00 du matin. Un box avec de la pellicule du diable. Au coin du café.

« Calle de la Fontenelle 1504. Mañana a las 8:00 am. Una caja con caspa de diablo. En la esquina del café. »

-Esto es lo que debes entregar mañana. -sin previo aviso, depositó una caja negra a un lado de la cama. Yo solo me limité a observarlo atónita.

-Por favor, no me hagas hacer eso. -supliqué.

-No hay otra opción Maddi. Y ni se te ocurra abrir la boca para contar algo de lo que hablamos. Tus días aquí están contados, princesse.

Se acercó lo más que pudo a mí y tomándome de las manos me empotró contra la cama. Lo tenía encima mío y mi cuerpo simplemente no reaccionaba.

De pronto, sentí como unos labios presionaban los míos. Me estaba besando, de una manera brusca y violenta. Atrapando mis labios como si su mundo dependiera de ello. Sujetó firmemente mis manos impidiendo que me deshaga de su agarre. Yo estaba inmóvil, tratando de no corresponderle. Extrañamente, un repentino sentimiento de querer más se apoderó de mí. Moví lentamente mis labios, tratando de seguir su ritmo aunque era claro que él estaba al mando. No pensaba, mi cuerpo no reaccionaba a la lógica. Este tipo me podía hacer daño en ese mismo momento y por algún motivo mi consciencia no me lo quería recordar. Tan solo me dejé llevar por esos labios, únicos y nuevos. Sentí como Antoine succionó mi labio inferior y mordió levemente tirando de él. Se me escapó un suspiro involuntario que él inmediatamente notó.

-Tranquila, pequeña, no pensé que esto sería así de rápido. -Se alejó lentamente de mí, y a mi cuerpo aquello no le gustó. -Ya tendremos más tiempo para nosotros dos, eso te lo aseguro.

Y ahí fue cuando mi autoestima se derrumbó frente a mí. Me sentía usada, sucia y repugnante. Jamás nadie me había tratado de aquella manera tan vergonzosa y humillante. Me levanté de la cama y fui furiosa hasta la puerta, sin recordar que ésta permanecía aún cerrada.

-¡Ábreme la puerta de una jodida vez! -grité sin querer mirarlo a los ojos.

-¡A mí no me hablas así! -me retó a mis espaldas. Giré como pude y estampé mi mano en su mejilla.

-¡Y a mí no me tratas como se te de la gana! ¡No me conoces! ¡Déjame ir! -cometí un error, pero ya era demasiado tarde para enmendarlo. Se abalanzó contra mí y apretó sus manos en mi cuello.

-¿Qué voy a hacer ahora contigo Maddi? ¿No entiendes que ya eres un murciélago?

-Su-suél - ta - me. -susurré tan bajo que dudé que me haya oído si no fuese porque disminuyera la fuerza en sus manos.

-Te quedarás aquí hasta mañana. -y así sin más, salió de la habitación dejándome ahí encerrada junto con muchísimos pensamientos y preguntas. ¿Me matará? ¿Me violará? ¿Quién es verdaderamente Antoine Dumont y para qué me quiere?

Peligrosa atracción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora