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CAPÍTULO 12:

Interrumpió el beso para sujetarme de la cintura y cargarme en sus brazos. Estaba tan agotada física y mentalmente que me dejé llevar y tan solo pasé mis brazos por su cuello para no caerme. Cerré mis ojos y lentamente el sueño me vencía otra vez.

Desperté al sentir como me depositaban en un lugar suave y el ambiente se había hecho más frío. Observé mi atuendo, llevaba puesto un camisón rosa a tiras y un short negro. No tenía mi vestido, alguien me lo había quitado y eso hizo que temblara.

Vi como Antoine caminaba al otro extremo de la habitación. Me encontraba sobre una cama hermosa, de dos plazas, con sábanas negras y una cabecera dorada. La habitación era preciosa, tenía un balcón y las ventanas se encontraban abiertas. Esa era la razón de la baja temperatura del ambiente. Además, frente a la cama se encontraba un mueble negro bastante grande con cojines rojos. En verdad, la habitación era fantástica pero emanaba una cierta frialdad y tenebrosidad.

Me acomodé sobre la cama sentándome y apoyándome a la cabecera. Me dolía mucho la cabeza, mis muñecas, los pies y tenía demasiada sed. Observé cómo Antoine se dirigía a una habitación continua. Me quedé ahí sola, tratando de buscar algo que me sirviera.

Era terca de los mil demonios y aún quería escapar. Sin embargo, tengo que admitir que esta vez ganó el miedo y temí por mi vida por lo que me limité a inspeccionar la habitación más no salir huyendo.

Me acerqué a un escritorio que había a un lado de la puerta, algo muy tentador. Vi que habían unos papeles encima. Rebusqué entre ellos y afirmé mis sospechas, eran documentos de entrega de droga y otros de armas.

Me sorprendía que los mafiosos tuviesen bien organizado sus entregas, es decir, yo tendría miedo de que alguien pudiese tener esto en sus manos y delatarme. Pero como dice Antoine, tal vez la policía ya sabe de esto, y tal vez la policía sea cómplice de la mafia.

En el momento en el que estaba por abrir uno de los cajones escuché unos pasos acercarse. Rápidamente y con el corazón en la boca corrí a la cama y me recosté como me encontraba hace unos minutos.

La puerta se abrió y Antoine se introdujo a la pieza con algo entre sus manos.

-Tómate esto, se que debes tener sed. -habló Antoine a la vez que me tendía un vaso con alguna sustancia de color naranja. Mi inmediata reacción fue no recibirlo.

-¿Qué es? -pregunté. Él se acercó un poco más a mí y me tomó de la barbilla lastimándome un poco por la presión que ejercía.

-Bien, Maddison, pondremos algunas reglas. No quería hacerlo pero veo que contigo es imposible. Regla número uno. No harás más preguntas. -atemorizada me limité a asentir. -A menos que yo te lo permita. -asentí nuevamente. Luego de unos segundos volvió a hablar. -Es una bebida que hará que te hidrates correctamente. -dijo a la vez que me soltaba de la barbilla y sujetaba mi mano depositando el vaso ahí.

Lo sujeté y con muchos nervios y sabiendo que probablemente cavaría mi tumba di un pequeño sorbo. Hice una mueca pero al observar la mirada de Antoine supe que no tenía opción. Tomé todo el contenido y le entregué el vaso vacío.

-Buena chica. -dio pequeñas caricias a mi cabellera.

Me moría de ganas de preguntarle por qué estaba con otra ropa. Quería preguntarle dónde estábamos. Qué había pasado con Sofía. Y lo más importante, preguntarle si podía hablar con mis padres. Probablemente deba quitarme la idea de volver a verlos de mi mente. Me quedé quieta y muda pero con muchas dudas rondando en mi cabeza.

Peligrosa atracción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora