-Oh no, tu padre- le susurró el rubio al niño cuando oyó la puerta abrirse
-Oh, oh- contestó el pequeño llevándose las manitas a la boca.
-¿Hola?- preguntó el canario desde la entrada
El rubio entró en pánico al oír como se acercaba y empezó a correr por la cocina intentando recoger el desastre que habían hecho allí los dos.
-¡¿Pero que ha pasado aquí?!- exclamó el mayor haciendo que se parara con el pequeño colgándole de un brazo y parte del bol roto en la otra mano.
-Ehhh...Nada, ¿Qué va a pasar?- Intentó esconder al niño detrás de su espalda mientras este reía divertido.
-No me vengas con esas Raoul Vázquez- el chico tembló al oír su nombre completo- ¿Me puedes explicar por qué parece que haya pasado un huracán por mi cocina? ¿Y porque parece que Alex se haya metido en la cascada de Willy Wonka?
-Esta...estábamos haciéndote una tarta...- habló quedo dejando al pequeño en el suelo.
-¡Una tata!- exclamó el niño aplaudiendo con las manitas llenas de chocolate
Agoney cogió al pequeño Alex por debajo de las axilas para sostenerlo en el aire y poder examinarlo mejor. Estaba completamente cubierto de chocolate, sus bracitos, su carita, su pelo, todo él era una mancha marrón.
Suspiró, mirando al niño que se relamía los labios chocolatados aun suspendido en el aire, para después girarse hacia su novio.
-¿Me puedes explicar en que momento se te ocurrió que hacer una tarta de chocolate sin tener ni idea de cocina y con un bebé era buena idea?
-Queríamos sorprenderte, jo- miró hacia abajo jugando con sus dedos- Es que últimamente estás tan ocupado preparando tu disco que queríamos hacer algo por ti...
-Raoul- llamó serio, haciendo que levantara la cabeza- Para- le dijo
-¿Qué?
-Qué pares
-Pero si ahora no he hecho nada...
-Sí, poner esa carita de perrito abandonado- se acercó a él- Así no hay quien se enfade contigo.
-Pues entonces no te enfades conmigo- acentuó su puchero
-Ven aquí idiota- lo cogió de la carita y besó sus labios abultados con dulzura-Mmm... Sabes a chocolate.
-¿Te gusta?- preguntó coqueto acercándose más pero sin tocarlo para no mancharle la ropa- ¿Por qué no pruebas un poco más?
El moreno sonrió y juntó sus labios de nuevo, sintiendo el sabor a chocolate en los labios del catalán. Lo besó con ganas, jugando con su lengua a la vez que tironeaba de su pelo.
Un ruido de algo cayéndose los devolvió a la realidad haciendo que se separaran rápido antes de que el pequeño dejara las manos llenas de chocolate sobre la pared blanca de la cocina.
-Voy a bañarlo- anunció sosteniendo al castaño en el aire- Cuando vuelva quiero que la cocina esté limpia ¿Entendido?
-Si...- suspiró el rubio mirando todo lo que tendría que hacer.
Agoney se llevó a su hijo al baño, llenó la bañera, lo desvistió y lo metió dentro para darle un buen lavado. Un rato después de tenerlo allí metido a remojo el otro padre entró por la puerta, apoyándose contra la encimera del lavamanos.
-¿Te ayudo?
-No, tranquilo, si ya está limpio- negó mientras le exprimía la esponja llena de agua por encima de su cabecita para mojarle el pelo- ¿Has acabado con la cocina?
-Está limpia como una patena- sonrió orgulloso de su trabajo
-Genial. Ven aquí- le hizo agacharse para darle un beso.
Este fue y se acercó, quedando a su altura sentado en el váter para poder besarle. Fue cuando sus labios ya se habían amoldado que sintieron una corriente de agua que los dejó empapados a los dos. El castaño rió con ganas viendo a sus dos padres chorreando.
-Explícame otra vez en que momento se te ocurrió que era buena idea hacer una tarta con un niño de dos años.
El menor sonrió culpable y le dejó un beso en la nariz antes de salir corriendo al otro baño de la casa antes de que su novio volviera a echarle la bronca.
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