Recuérdame

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-Perdona ¿Está libre?

El chico levantó la vista de sus apuntes para encontrarse con los ojos color miel más hermosos que podía recordar. Sonrió al instante, como si no pudiera controlar la felicidad al verlo, y asintió con energía.

-Sí lo está- respondió aun sonriéndole como un bobo- ¿Eh? Uy ¡Perdón!

Apartó la mochila rápidamente al ver como el rubio miraba con diversión la silla que estaba al lado de la suya.

-Ay Agoney, ¿Dónde tenemos la cabeza?- se rio negando con la cabeza


Se sentó a su lado aun sin dejar de reír y empezó a sacar los apuntes para ponerse a estudiar. Estuvieron un rato concentrados en sus cosas hasta que el canario no pudo más y tuvo que desviar la vista para mirarlo.

Primero empezó de reojo, miradas sutiles y furtivas con miedo por si lo pillaba. Pero pronto dejó las miradas cortas por miradas más largas dejando la vista fija en su perfil. Recorrió la forma de su mandíbula, pasándola por la nariz hasta su frente, donde el flequillo rubio se arremolinaba despeinado.

Se aguantó las ganas de pasar los dedos por el pelo del contrario y colocarle cada mechón en su sitio porque tal vez quedaría algo raro acariciarle el pelo a alguien que apenas conoces.


-Agoney, deja de mirarme y ponte a estudiar- le dio sin despegar la vista de las hojas que tenía delante- Después suspenderás e irás llorándole a tu hermana que los profesores te tienen manía- Se giró y le echó una mirada significativa.


El menor a veces le hacía esas cosas, analizarlo como si lo conociera desde niños cuando en realidad lo hacían de solo unos cuantos meses. Ni siquiera habían coincidido tanto ¿Cómo podía saber tantísimas cosas sobre él?

Su relación siempre fue muy extraña. Se conocieron a finales de Febrero cuando volvió a la universidad luego de un descanso y desde entonces pudo sentir que había algo raro entre los dos, una especie de conexión que el canario no acababa de entender del todo.

Era como si el catalán lo conociera de toda la vida y conociera aspectos de su vida que ni siquiera él mismo conocía. Y él era consciente de que había olvidado muchas cosas ¿Pero sería capaz de olvidar tan rápido a alguien que había sido tan importante en su vida?

Porque las cosas que parecía conocer aquel chico sobre él eran tantísimas y tan específicas que, de haberlo conocido de antes, sería muy difícil olvidarlo ¿no?


-Vamos a tomar un café – propuso el chico cortando sus pensamientos- Que como sigas pensando así de fuerte se te van a empezar a fundir las neuronas.

-No te preocupes, estoy bien- negó, sintiéndose de repente nervioso al pensar en estar con él a solas.

-Venga no seas tonto- insistió levantándose de la silla- Vamos y así te despejas

-Bueno vale- aceptó al fin sin poder evitar que se le pusieran las mejillas coloradas al verlo sonreírle- Pero invitas tú


El chico solo rio, negando con la cabeza divertido, y emprendió la marcha hacia las máquinas de café que habían fuera de la biblioteca de su facultad. Una vez llegaron allí el catalán marcó su café y esperó a que saliera antes de ponerse a pedir el del isleño.

-No hace falta que me invites- le dijo, algo avergonzado de su comentario- Era una broma

-Tranquilo que por setenta céntimos no me voy a arruinar- le restó importancia con la mano y se puso a marcar el suyo- Veamos, café con leche y sin azúcar ¿Verdad?- Preguntó mirándolo inocente sin darse cuenta de lo estático que se había quedado el canario- ¿Qué pasa?


No escuchó la pregunta, su cabeza trabajando a mil por hora incapaz de concentrarse en nada que no fueran sus propios pensamientos.

La visión del rubio pidiéndole el café de aquella manera, marcando los botones en ese preciso orden hizo que algo en su cerebro se removiera, llenándole de imágenes y recuerdos que hasta ahora no sabía ni que existían.

Se mareó y si no hubiera sido por el catalán que lo miraba preocupado sabe que se habría caído al suelo. Se dejó sujetar y llevó las manos hasta su cabeza, apretándose las sienes intentando mitigar el dolor.


-Ago ¿Estás bien?- preguntó el rubio intentando no atosigarlo demasiado.

-Sí, sí, estoy bien- respondió separándose de él luego de que otra tanda de imágenes llegara a su cerebro cansado- Creo que necesito sentarme. Voy dentro

-¡Espera! Te acompaño- le dijo cuando lo vio separarse casi corriendo de él

-No te preocupes, da igual- intentó sonreírle para que no se preocupara más sin conseguirlo realmente- Nos vemos


Agoney entró medio corriendo en la biblioteca de nuevo, perdiéndose de la vista del catalán que gruñó, lanzando el vaso al suelo con rabia.

-¡Joder!- apoyó la frente contra la máquina de cafés intentando calmarse.


Sabía que debía apoyar al canario, pero no podía evitar que cada vez se le hiciera más cuesta arriba que no lo recordara. ¿Por qué había recuperado todos los recuerdos menos los que pasó con él? ¿Tan poco había significado en su vida que podía olvidarlo tan fácilmente?

Cerró los ojos y dejó que las lágrimas de rabia e impotencia empezaran a fluir por sus mejillas, mojándole la piel con desesperación. Sorbió fuerte y se apartó las lágrimas con la manga de la chaqueta, sabiendo que llorando no iba a llegar a ninguna parte.


Cogió aire y lo expulsó varias veces, calmándose lo suficiente como para no romper a llorar de nuevo. Cuando pensó que ya estaba suficiente calmado sacó su móvil del bolsillo de sus pantalones y miró la foto de fondo.

Era del día en que el canario lo había llevado a ver ballenas, ambos abrigados hasta decir basta subidos encima de una lancha con el mar de fondo. Amaba esa foto y amaba más a la persona con la que se la había hecho.

Pasando el dedo por encima de la sonrisa del moreno se prometió a si mismo que iba a hacer que lo recordara.


Ese puto accidente de coche no iba a acabar con lo que habían significado el uno para el otro. Ese puto imbécil que colisionó con el amor de su vida no iba a acabar con ellos. 

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Escenas de matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora