7- Infinity War

376 37 48
                                    

  Algo que la mayoría de las personas no sabía, era que en el Milano había una habitación para cada uno de los integrantes de los Guardianes de la Galaxia. Cada habitación era individual y era fácil de reconocer de quien era cual a simple vista.

  Por ejemplo, la de Drax estaba llena de armas que iba recolectando de diferentes planetas y galaxias; la de Rocket siempre se encontraba desordenada, con cables y herramientas desparramadas por todo el piso; la de Mantis tenía millones de objetos colgantes y piedras preciosas que, según ella, ayudaban al aura y el alma; la de Groot estaba en constante cambió, como él; y la de Gamora casi no tenía nada que no fuera fundamental o de vital importancia.

  Pero la que de verdad importa es la de Peter Quill, a la cual este mismo se dirigía, con paso rápido y molesto.

  Él y el resto de los Guardianes acababan de conocer a un patán llamado Thor, el mismísimo hijo de Odín, y a quien aparentemente todos querían más que a él. En lo personal, Peter no creía que el dios nórdico fuera tan increíble. Es decir, si era atractivo y era muy genial que tuviera un solo ojo, pero no dejaba de ser un hombre como él y no el hijo de un pirata y un ángel como lo había descrito Drax.

  La puerta corrediza de su cuarto se abrió cuando el oprimió un botón y, al entrar, hubiera dado un portazo super fuerte de no ser porque no podía, así que solo se dedicó a apretar el botón de cerrado con el ceño fruncido, pero muy despacio porque el sistema era muy sensible.

  En ese momento, el resto de los Guardianes se encontraba en la parte delantera del Milano, ayudando a Thor a recuperarse, ya que se había despertado en estado de shock, con comida y una manta.

  Peter tenía tanta ira comprimida en su, según él, musculoso cuerpo, que necesitaba liberarla de alguna forma. Quería tirar algo por los aires y tal vez pegarle en la cabeza a Thor; o romper algo, tal vez la cabeza de Thor. Aunque sabía que no podía hacer eso, así que buscó la forma de quitarse la rabia de otra forma.

  No iba a tirar sus piedras preciosas que había recolectado en diferentes galaxias, eran muy hermosas como para hacer eso. No iba a romper ninguno de los libros en diferentes lenguas extraterrestres, la mayoría eran muy buenos y entretenidos. Tampoco quería tocar o siquiera acercarse a los diferentes recuerdos que había recolectado a lo largo de sus misiones, como su arena morada de un planeta extraviado entre la inmensidad del espacio, o su estatuilla de metal basada en una bestia imaginaria de una cultura perdida entre las estrellas, o la insignia de guerra que había encontrado en una tierra devastada.

  Mirando a su alrededor se topó con el "frasco del deseo" que había comprado en un planeta cuyo nombre ya no recordaba. Este objeto consistía en un frasco de vidrió muy pequeño con polvo de estrella fugas dentro, el cual revoloteaba y brillaba con mucha intensidad.

  Cuando le explicaron lo que era, no había dudado ni un segundo en comprarlo para su novio Scott Lang que residía en La Tierra. Lo había conocido poco después de que el grupo de Guardianes de la Galaxia quedara conformado por primera vez. Se acordaba que una de las primeras cosas que habían hablado todos era de sus planetas natales y, como él era el único que todavía tenía ganas de volver a este, decidieron hacerlo.

  Al enterarse de que una nave gigante había aterrizado en la tierra, el equipo Ant-Man no había dudado en acudir allí a ver que era lo que estaba pasando. De esa forma se habían conocido, con Scott, Hope y Hank amenazándoles y pidiéndoles explicaciones de como habían llegado hasta la Tierra y que era lo que querían.

  Scott y él no habían tardado en llevarse bien, siendo muy parecidos en personalidad y formando una amistad que, según Peter, era muy agradable, ya que al fin tenía alguien con quien hablar de películas y música vieja, alguien que lo entendía y lo ponía al día de todo lo que había pasado en la tierra.

Star-Ant Week [2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora