NECESIDAD

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Necesitaba encontrar un refugio, necesitaba que todo lo que estaba viendo no fuese realidad y  que alguien en esa ciudad me explicara porque había cambiado todo tanto.

No podía entender porque todos los libros de la biblioteca cuyo edificio ya no se encontraba al lado de mi casa, sino al de un inmenso rascacielos cubierto de cristal ya no eran un fajo de páginas amarillas cubiertas por una tapa dura de un único color, sino una especie de pantallas portables donde las letras aparecían de diversos tamaños y la gente se sentaba a leerlo sin entusiasmo alguno.

Es curioso porque la biblioteca era la misma, lo pude comprobar observando la parte superior de la puerta principal donde estaba escrito “Desde 1890”.  Pude deducir fácilmente que el rascacielos en el que me había metido por simple curiosidad, alguna vez había sido mi casa.

Las escaleras que habia en el lugar de dónde yo procedía , habían desaparecido, las habían substituido por unas enormes cajas que subían,  bajaban y permitían transportar qualquier cosa, inuso a tí mismo de piso en piso, sin necesidad de cansarte.

Tambien, ahora había otro tipo de escaleras, unas que iban de arriba a bajo y  dónde la gente subía encima sin moverse para llegar hasta el segundo piso...

Ahora nadie se esforzaba en llegar a su destino, todo era demasiado facil.

La verdad, es que no

pretendía llamar la atención de los individuos que paseaban por las oficinas de ese lugar con las cabezas agachadas mirando un raro instrumento que desprendía una brillante luz, con el que podían hablar o enviar mensajes, simplemente necesitaba saber de dónde había salido esa raza de seres humanos tan evolucionados y saber dónde se encontraban mi mujer, Nicole y mi hijo, Thomas de tan solo  11 años. Me sorprendía el entusiasmo con el que esos hombres miraban todo tipo de aparatos electrónicos, peró lo hacía aún más el hecho de que no se hubieran dado cuenta de que un señor que a simple vista aparentaba unos veinte i tantos años se estuviera paseando por ese lugar con las ropas más viejas que se podían imaginar y con los zapatos más desgastados que cualquiera de aquellos hombres pudiese guardar en su armario de ‘zapatos viejos’.

Ya nada era cómo antes, todo había cambiado. Ahora, al contrario del lugar de dónde yo venía las personas parecían inducidas por lo que pasaba, es decir, que no les importaba lo que pudiera suceder en el futuro. Ya no veía a familias enteras juntas pasear por las calles de una pobre ciudad, ahora veía a gente sin escrúpulos ensuciar el aire del lugar, ya fuese con las fábricas que construían, entre otras cosas, los coches de última gamma que también contaminaban. Veía a gente sola, pasar entre los coches y los taxis a toda velocidad con las gafas de sol puestas, un vaso de la que supongo que sería la cafetería más famosa de la ciudad, en una mano, y en la otra innumerables cantidades de bolsas.

Cada persona era un mundo, y cada una iba sumida en sus pensamientos.

Cuando hacía ya un rato que observaba por las grandes ventanas de las oficinas de mi antigua casa mi mente se nubló de los peores pensamientos, gotas de sudor empezaron a recorrer mi piel cuándo me di cuenta, a través de un calendario colgado bajo un reloj de que sin quererlo me encontraba en el año 2014 y eso significaba que era normal que todo lo que veía en aquel lugar fuera nuevo para mí, y me acordé de ellos, de mi familia y rápidamente intuí donde se podían encontrar.

Así que empecé a correr esquivando a todo lo que se me ponía por delante: bicicletas con dos personas pedaleando, niños pequeños que se encontraban a metros de distáncia de lo que parecían sus padres, grupos de jóvenes que iban satando y gritando en medio de la calle, coches de todos los colores existentes y miles de personas vestidas con traje, corbata y chaqueta.

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