Spes

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Jesús, incomparable perdonador de injurias, 
óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno 
pan de tus hostias; dame, contra el sañudo infierno, 
una gracia lustral de iras y lujurias. 

Dime que este espantoso horror de la agonía 
que me obsede, es no más de mi culpa nefanda, 
que al morir hallaré la luz de un nuevo día 
y que entonces oiré mi «¡Levántate y anda!»

Poemas de Rubén DaríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora