La Cabeza del Rawí

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¿Cuentos quieres, niña bella? Tengo muchos que contar.
De una sirena de mar, de un ruiseñor y una estrella,
de una cándida doncella que robó un encantador,
de un gallardo trovador, de una odalisca mora
con sus perlas de Bassora y sus chales de Lahor.

Cuentos dulces, cuentos bravos de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos,
de bosques escandinavos
y Alcázares de cristal.
Cuentos de dicha inmortal, divinos cuentos de amores
que revisten de colores la fantasía oriental.

Dime tú, ¿de cuáles quieres? Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales les gustan a las mujeres.
Así pues, si eso prefieres, verás colmado tu afán,
pues sé un cuento musulmán que sobre un amante versa
y me lo ha contado un persa que ha venido de Hispahán.

Enfermo del corazón, un gran monarca de oriente
congregó inmediatamente a los sabios de su nación.
Cada cual dió su opinión, y sin hallar la verdad,
en medio de su ansiedad acordaron en Consejo
llamar con presura a un viejo astrólogo de Bagdad.

Emprendió viaje el anciano, llegó, miró las estrellas,
supo conocer en ellas las cuitas del soberano,
y adivinando el arcano como viejo sabedor,
entre el inmenso estupor de la cortesana grey,
le dijo al monarca: "¡Oh Rey, te estás muriendo de amor!"

Luego, el altivo monarca con órdenes imperiosas
llama a todas las hermosas mujeres de la comarca
que su poderío abarca, y ante el viejo de Bagdad,
escoge su voluntad de tanta hermosura enmedio
la que deba ser remedio que cure su enfermedad.

Allí ojos negros y vivos; bocas de morir al verlas,
con unos hilos de perlas en rojo coral cautivos;
allí rostros expresivos, allí como una áurea lluvia
una cabellera rubia; allí el ardor y la gracia,
con las siervas de Circasia y las esclavas de Nubia.

Unas bellas adornadas con diademas en las frentes,
con riquísimos pendientes y valiosas arracadas;
otras con telas preciadas cubriendo su morbidez,
otras de mármorea tez, bajas las frentes y mudas,
completamente desnudas en toda su esplendidez.

En tan preciada revista ve el rey una linda persa,
de ojos bellos y piel tersa que al verle baja la vista.
El alma del Rey conquista con su semblante, la hermosa.
Y agitada y ruborosa tiembla llena de temor
cuando el altivo señor le dice: "Serás mi esposa".

Así fue. La joven bella de tez blanca y negros ojos
colmó los reales antojos, y el rey se casó con ella.
¿Feliz, dirás, tal estrella Emelina?
No fué asi.
No es feliz la reina allí, la linda persa agraciada,
porque ella está enamorada de Balzarad el rawí.

Balzarad tiene en verdad una guzla en la garganta,
guzla dúlcida que encanta, cuando canta Balzarad.
Vióle un día la beldad, y oyó cantar al rawí.
De sus labios de rubí brotó un suspiro templante,
y Balzarad fue el amante de la celestial hurí.

Por eso es que triste se halla siendo del monarca esposa,
y el tiempo pasa, quejosa, en una interior batalla.
Del Rey la cólera estalla, y así le dice una vez:
"Mujer llena de noblez, dí si amas a otro, falaz"
Y entonces de ella en la faz surgió vaga palidez.

"Sí- le dijo- es la verdad, de mi destino es la ley:
Yo no puedo amarte, ¡oh Rey! porque adoro a Balzarad".
El Rey, en la intensidad de su ira, entonces, calló.
Mudo, la espalda volvió; mas se veía en su mirada
del odio la llamarada, la venganza en que pensó.

Al otro día, la hermosa, de parte de él recibió
una caja que la envió de filigrama, preciosa.
Abrióla, presto curiosa y alzó fuera de sí
un grito que estaba allí, entre la caja guardada,
lívida y ensangrentada la cabeza del rawí.

En medio de su locura y en lo horrible de su suerte
avariciosa de muerte, ponzoñoso filtro apura.
Fue el rey donde la hermosa, y estaba allí la beldad,
fría y siniestra en verdad, medio desnuda y ya muerta
besando la horrible y yerta cabeza de Balzarad.

El rey se puso a pensar
en lo que la pasión es
y poco tiempo después,
el rey se volvió a enfermar.

Poemas de Rubén DaríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora