Capítulo 12.

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No dormimos en la misma habitación. En el último momento me entró el miedo y separé nuestros caminos. Todavía ahora, después del desayuno, puedo ver la decepción en sus ojos. Sé que él pensaba que estaba todo hecho, que era muy sencillo, pero lo cierto es que no puedo. Tres años de matrimonio intentando olvidarle, se me hace raro volver a aquel verano que durante tanto tiempo he encerrado en mi corazón.

Melody coge el móvil de su padre y va directa a la música. Se pone las que están primeras en la lista, pues son las que le pone Niall siempre y también las que más se divierte bailando. Se sube por los sillones, por el sofá y luego da vueltas por el suelo, su risa inunda la casa llenándonos de una felicidad plena que ni siquiera sabemos explicar.

Me visto. Me apetece ir a dar una vuelta y descubrir un poco de este nuevo continente. Casi puedo sentirme Cristobal Colón descubriendo América. Deseosa de saber cada secreto que esconde.

Dejo a Niall componiendo y a mi hija junto a él bailando con cada melodía que él crea

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Dejo a Niall componiendo y a mi hija junto a él bailando con cada melodía que él crea. La escena estaba siendo perfecta, pero el deseo ha sido mucho más grande. 

Recorro el Rockefeller Center de arriba a abajo. Camino despacio, observo cada rincón. Visito algunas tiendas y compro algún que otro jersey para Niall, así como algún que otro conjunto para Melody. Hago mil fotos de cada lugar que visito e incluso hablo con un par de turistas que, como yo, necesitan a alguien que les haga una foto posando junto a alguna señal o estatua. Todo es muy divertido, ¡lo adoro!. Y lo más increíble es que, cerca de casa hay muchas librerías en las que comprar libros sobre la historia americana; ahora solo necesito a alguien que me acompañe mañana de museos.

Me apasiona cada historia que escucho y me quedo embobada mirando a más de un artista callejero. Hay muchísimo talento en las calles, es apasionante, no te cansas de escucharlo. E incluso se pueden escuchar letras interpretadas en diferentes idiomas. Me encanta cada detalle y, al final, sin darme cuenta, sin siquiera replanteármelo y sin saber qué pensar; me encuentro a mí misma en una escuela de idiomas presentándome a español y francés, deseando poder llegar a entender todo lo que ellos cantan.

Como en un restaurante de la zona justo antes de asistir a mi primera clase de español. Aprendo un poco de vocabulario en mi primer día y me voy entusiasmada a casa. Tanto, que ni me había dado cuenta de que Niall me ha llamado 10 veces en lo que llevamos de día.

Alguna de las llamadas han sido en horas muy cercanas y temo muchísimo que a Melody le haya pasado algo, así que cojo el coche, conecto el móvil y, mientras le llamo, voy arrancando el coche. De repente tengo muchísima prisa; toda la paz que había logrado, parece disiparse.

-¿¡Neiva!? ¿Estás bien?

-Sí, Niall, claro que estoy bien. ¿Melody y tú estáis bien?

-Claro que sí. Nuestra hija está jugando con plastilina y yo estoy desesperado porque no conseguía encontrarte.

-He estado paseando, de compras e incluso en clase de español. Está siendo muy divertido.

-¿¡Y en ningún momento, entre todo esto, se te ocurrió llamarme!?

Su grito repentino me asusta. Pego un salto en mi asiento y casi pego un frenazo.

-Lo siento, tenía el móvil en el bolso y en silencio, ni me he dado cuenta.

-¿Ya vienes para casa?

Sí hombre, con lo cabreado que está, seguro me cae la bronca del siglo, lo mejor es darle tiempo.

-Sí, pero he acabado bastante lejos-sigo realmente-Tardaré en llegar. 

-Bien. Pero no escondas tanto el móvil, haces que me preocupe.

-No me controles, Horan.

-A pesar de eso, te quiero, Fitzgerald.

Nada más colgar, busco un sitio donde aparcar. El primer sitio que encuentro es el que elijo y, como si fuera cosa del destino, veo una cafetería justo delante. Entro sin pensármelo un solo instante, me quedo encandilada con la chica que actúa sobre el pequeño escenario. Me quedo embobada mirándola, tanto, que ni me doy cuenta del cóctel que dejan delante de mí.

-No he pedido todavía-le digo al camarero.

Entonces él me señala a unos chicos que hay al otro lado de la barra y que me miran de arriba a abajo como si yo fuera un cuadro en exposición y ellos tuvieran que descubrir que escondo bajo la pintura. Les devuelvo la mirada, pero yo lo hago con asco. Cojo el baso y lo lanzo hacia ellos, haciendo que este se deslice por toda la barra hasta ellos, esperando que comprendan la negativa.

Después pido una pinta y me giro para poder volver a poner mi atención en el escenario. Donde la personas van cambiando, pero donde todos expresar su maravilloso talento. No miro el reloj, no me fijo en el tiempo, me embriago de cada cosa que ocurre en el local y disfruto del ambiente. Supongo que, en cierta manera, todo esto me recuerda un poco al pub de Declan, así que, indiscutiblemente, es mi territorio. Me he criado en este entorno, es donde me siento cómoda, donde me gusta estar. Ahora me doy cuenta que las noches en el pub no eran obligación de mi madre para que estuviera más cerca del que fue mi marido, sino que era un deseo propio de estar ahí, de pasármelo bien.

En un momento determinado, oigo al camarero angustiado hablando con su compañera, preguntándole qué querían las mesas y desesperado por no cagarla. Es como si estuviera a prueba, me sabe muy mal por lo mal que se encuentra él. Le llamo con un rápido gesto y, con una sonrisa le digo lo que él tanto quiere oír.

-¿Mesa 3? Te han pedido un té helado, una pinta y dos daikiris.

Me mira muy extrañado, pero me hace caso. Y por ello, cinco minutos más tarde, me está agradeciendo el favor; todavía impresionado porque yo lo supiera.

-Tienes memoria para estas cosas y estás atenta-me dice-Tienes talento.

-¿Talento para qué?-río.

-Y encima con una sonrisa preciosa. Oye, ¿te gustaría trabajar aquí de camarera? Justo iba a poner el cartel, pero si tú quieres... Encajarías a la perfección.

Quiero decir que no, pero me recuerda tanto a cuando trabajaba con Declan en el pub que no puedo resistirme. Firmo el contrato en ese mismo instante dejando en acuerdo que solo trabajaré por las mañanas y que solo durará unos meses.

Al final del día solo puedo pensar en lo maravilloso que es todo. Soy feliz. Solo llevo en LA un día y ya he logrado mucho más de lo que pude imaginar.

Llego a casa con una sonrisa tan radiante que puedo ver como el enfado de Niall se desinfla por sí solo.  Se acerca a mí, me da un fuertísimo abrazo y me pide que, por favor, hoy duerma con él, aunque mañana vuelva a irme. Se ve que sí ha estado realmente preocupado al ver que llevaba todo el día vagando sola por una ciudad que ni conozco. 

Así que, al final de la noche, después de jugar durante más de dos horas con mi hija y después de enseñar todo lo que había comprado; cuando él y yo nos metemos en la cama, le acabo contado todo lo que ha ocurrido y cuál va a ser mi día a día a partir de ahora.











Convirtámonos en leyenda II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora