Capítulo VIII: El Sexorcista

421 23 8
                                    

           
Por supuesto que ignoro las advertencias de mi amigo de ir tras Ayla como un patito asustado y esa misma noche, a las once en punto estoy en la Sala Mon, vestido con vaqueros negros, botas y una camiseta de Guns'N'Roses. Una cinta de calaveras blancas y negras en la frente y mis inseparables gafas de sol naranjas. Moha y Leo están conmigo. Estoy nervioso, histérico y tiemblo. Me intento mantener firme, como no soy muy hablador, ignoro la conversación de mis colegas, bebo cerveza tranquilamente apoyado en la barra de azulejos de espejos y me hago un par de fotos con algún fan.

—Las chicas traerán a una amiga suya, Mafalda—explica Leo—. Está buscando trabajo de camarera y va a dejar un currículo aquí. Ayla me ha pedido que le eche un cable y como soy amigo del dueño...

—Claro, si te lo pide Ayla, ¿cómo se lo vas a negar?—bromea Moha riendo con una cerveza en la mano y una camisa estampada desabrochada hasta el pecho.

Su pelo castaño claro se tambalea rebelde alrededor de su rostro barbudo. Leo sonríe para disimular su sonrojo: se ha arreglado para ella, lleva una chaqueta de cuero y vaqueros repletos de cadenas. Su largo pelo castaño oscuro cae rizado por sus hombros, huele a un intenso perfume masculino y se ha recortado la barba.

—Os lo digo en serio, amigos—Leo agarra a Moha y le señala con el dedo en el pecho—sí, quizá no es una chica muy guapa, ni muy simpática, ni sus ideas son las más brillantes...

—Joder Leo, la estás dejando bonita...

—Escúchame Moha, pero hay algo en ella, algo detrás de esos ojos verdes, que me llama realmente la atención y me estoy muriendo en descubrir qué será.

Si en algo estamos de acuerdo los tres es en ese misterio que rodea a la joven publicista: esa sonrisa triste, sus ojos brillantes o la oscura historia tras ese tatuaje satánico que cubre su mano. ¿Qué hay detrás de esa imagen de niña buena, de no haber roto un plato en su vida? Cuando alzo la cerveza para beber, mi botellín tiembla. Moha me mira extrañado:

— ¿Tú qué piensas de las chicas, Zeta?

Le miro distraído, como si no hubiese atendido a su pregunta:

— ¿Cómo dices?—"qué mal disimulo"—¡Ah! Las publicistas que ha traído Leo, apenas me he fijado en ellas.

Y dejo que el líquido dorado me resbale por la garganta hasta el punto de casi atragantarme.

La Sala Mon no es un espacio muy grande y el aforo resulta bastante limitado: el pequeño escenario está colocado al fondo, con los instrumentos preparados de nuestros compañeros de Bürdel, decorados con telas rosas y estampados de animales. En honor al Glam de Txus, las luces de colores que iluminan la pista también son de color rosa. Hay tres barras de bar, a ambos lados de la pista de baile y al fondo de la sala, justo donde estamos nosotros. Empieza a llenarse, Bürdel King no es un grupo que mueva masas (no habrá más de cien o doscientas personas), pero Txus di Fellatio es un hombre que mueve montañas y en cuanto salen y comienza a cantar con su voz áspera gritándole a su público que 'solo piensa en follar', la gente enloquece.

 Empieza a llenarse, Bürdel King no es un grupo que mueva masas (no habrá más de cien o doscientas personas), pero Txus di Fellatio es un hombre que mueve montañas y en cuanto salen y comienza a cantar con su voz áspera gritándole a su público que...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La voz detrás de ZETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora