El tercer planeta del sistema Borgio relucía con un color verde intenso en la inmensidad de su sistema solar. Aquellos colores verdosos se debían a miles y miles de kilómetros cuadrados de jungla, pero no todo era vegetación salvaje, nubes perfectas y animales sin domar; también había anchos mares, ríos caudalosos, llanuras kilométricas y numerosos yacimientos mineros. En aquel planeta jardín, de nombre Borich III, vivían cerca de tres millones de habitantes repartidos en dos ciudades. A las afueras de la capital, en un apartado rincón, tres siluetas permanecían nerviosas en la penumbra de la noche. Tan solo una débil luz procedente de una linterna estática les liberaba de aquella tenebrosa oscuridad.
Estaban situados en una vasta llanura cortada por un ancho camino de tierra, sin nada que les protegiera del viento. Los tres individuos que se encontraban allí vestían uniforme de una academia militar de color negro con detalles en rojo. En la parte derecha del pecho se podía leer con claridad las siglas F.L.S. en un inconfundible color blanco. Junto a ellos, un vehículo militar de transporte echaba humo, con solo echar un vistazo cualquiera se hubiera dado cuenta de que acababa de sufrir algún tipo de avería. El único varón de los tres tenía las manos juntas cerca de la boca, calentándose con su aliento. La cara era sutilmente redondeada. Su pelo castaño, corto y ligeramente rizado, pero el rasgo que más destacaba en él era el azul claro de sus ojos. Pese a estar sentado no parecía ser demasiado alto.
- ¿No estáis nerviosas? – preguntó con expectación.
- Ya lo has preguntado cuatro veces.- le contestó la chica de menor estatura de las dos. Portaba el mismo uniforme. Su pelo, de un intenso color castaño, lo llevaba recogido en una coleta alta y parcialmente oculto con una gorra. Sus ojos eran de una tonalidad muy similar a la miel, haciendo juego con su pelo. Tampoco era excesivamente alta.
- ¿Seguro qué nos encontrarán?
- ¿La señal de la baliza del vehículo todavía funciona?- preguntó la joven.
- Si, es lo único que funciona.- añadió la segunda chica. Su altura era mayor que la de sus compañeros. Su voz era muy suave a pesar de su aspecto claramente militar. Lucía pelo negro, como sus ojos, ligeramente rizado y en media melena. No llevaba gorra como su compañera.
- No aguanto más.- murmuró el muchacho- Están atacando la academia y nosotros aquí parados sin hacer nada.
- ¿Seguimos con vida no?- le replicó la chica de voz suave y melodiosa.- Hemos cumplido con las órdenes.
- Ojalá lleguen ya para no tener que oírte más.- dijo su compañera con un tono de desesperación.
- Alice no te enfades con él.
- ¿Seguro que no puedes repararlo?- cambió de tema con rapidez.
- He hecho todo lo que he podido, pero no puedo hacer gran cosa con estas herramientas tan básicas.- lanzó al suelo una pequeña herramienta con forma triangular.
- Vamos.- le insistió Alice.- Te he visto reparar cosas con tan solo mirarlas.- su compañera sonrió, pero no dijo nada más.
Un ruido les alarmó, haciendo que los tres se giraran para mirar en dirección oeste. Vislumbraron unas luces en la carretera de tierra a unos doscientos metros de su posición. El chico se levantó, Alice se quedó en la misma posición en la que estaba y la otra muchacha se apartó del vehículo para ir junto a su compañera. Las luces procedían de un vehículo exactamente igual al que los jóvenes habían usado para escapar de la academia. Este paró junto a ellos, sin apagar las luces. El vehículo contaba con cuatro ruedas grandes capaces de adaptarse a cualquier tipo de terreno. Las siglas F.L.S. se podían leer claramente en los laterales del transporte. Una figura bajó de la parte del copiloto. Era un hombre maduro, bastante más mayor que los tres reclutas. A simple vista se podía ver que no tenía pelo, pero si un gran bigote de vello negro. Su piel era oscura. Portaba una armadura de combate de los mismos colores que los uniformes de los muchachos. Al verlo, los tres se pusieron firmes e hicieron un saludo militar. Seguidamente, del asiento del conductor bajó otro militar, también con armadura, pero de un color verde camuflaje. Llevaba en la cabeza un visor holográfico que portaba apagado. El soldado tenía una estatura cercana a los dos metros, de espalda ancha. Su peinado era corto al estilo militar y llevaba en su cara una barba de pocos días. Todo ello creaba una primera impresión intimidante. En comparación con el otro soldado, este era de piel clara y más joven que él. A su espalda llevaba un rifle de francotirador G-2 plegado. El rifle estaba totalmente personalizado con colores en blanco y negro, con numerosos detalles y símbolos que solo su propietario sabía lo que significaban. Dirigió su mirada a los tres muchachos que a su vez produjo una sonrisa de medio lado.
- Carne fresca sargento.
- Logan.- le reprochó, al parecer no quería que su autoridad quedara en entredicho delante de los novatos.
- ¿Qué?.- James puso cara de preocupación ante los comentarios del soldado.
- Logan.- esta vez el tono aumentó en enfado.
- Está bien sargento.- el soldado se giró hacia el vehículo, recogió un datapad que había en el interior para acto seguido lanzárselo al sargento. Este lo cogió al vuelo con sus dos manos, protegidas con guantes tácticos de la armadura. Tocó el panel táctil con su dedo índice de la mano derecha, miró a los novatos y vio que aún continuaban con el saludo militar.
- Descansen.- los tres se relajaron levemente.- Credenciales.- Los jóvenes alargaron su brazo derecho. Los tres poseían una pulsera fina que se adaptaba perfectamente a la muñeca de cada uno. Cuando el chico pasó la pulsera por el datapad sonó un pitido.
- James Tarbuck.- dijo el sargento.- Alice K. Norway.- confirmó cuando la recluta de pelo castaño pasó su pulsera.- Helen Taylor.- concluyó con una leve sonrisa.
- Premio.- dijo Logan.
- ¿Cuál de vosotras dos es la experta en infiltración en sistemas informáticos?- dijo sin alzar la vista de la pantalla mientras buscaba el dato.
- Soy yo, señor.- la voz de Alice respondió a la pregunta.
- ¿Y tú eres?- le preguntó Logan.
- Norway, señor.- Logan no pudo evitar sonreír al oír tanto la palabra señor. El sargento le lanzó una mirada severa, pero enseguida volvió a prestar atención a la pantalla que tenía entre manos.
- Estupendo.- volvió a tocar la pantalla con su mano derecha mientras lo sujetaba con la izquierda.- Soy el sargento Jack Perkins y él es el cabo Ray Logan, recojan sus cosas y suban al tortuga.- así se le llamaba vulgarmente al vehículo, quizá fuera debido a su gran parecido al animal.
- Sí, señor.- contestaron los tres a la vez.
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Space Odyssey
Science-FictionTras la tercera guerra mundial, China se alzó como la nueva gran potencia del planeta Tierra. Haciendo un gran esfuerzo económico lograron avanzar en el programa espacial hasta el punto de encontrar un método para viajar a otros sistemas solares. Ci...