8

946 131 4
                                    

- Mm, vamos a almorzar...- Hizo una pausa y miró al contrario desde abajo. Su estómago estaba retorciendose del hambre, a pesar de que había comido un abundante desayuno hacia poco.- Pero que sea aquí. Es muy diferente que me veas tú con estas pintas a que me vean los demás.- Señaló su ropa o, más bien, la del contrario.- ¿Por qué es tan estúpidamente grande?- Preguntó Alex enfurruñado haciendo un mohín con sus labios.

Se levantó y tomó la mano del mayor como si nada. Tenía la intención de guiarlo al comedor o algo parecido donde pudiesen comer, pero se quedó quieto al darse cuenta de no recordaba el camino. La casa era estúpidamente grande. Casi de un tamaño innecesario.

—En algún rato Marta tendrá listas tus ropas y podremos salir a comer. Estoy tentado de comer Sushi y conozco un muy buen lugar que me recomendó un cliente.

Aaron entrelazo los dedos con el chico, sintiendo el calor que emanaba de la palma del menor. Aún dejándose llevar por el menor, como si Alex fuese el viento y Aaron sólo una hoja.

—¿A dónde estás yendo? ¿Puedo saber?— Pregunto divertido mientras le miraba.— Falta mucho para almorzar de todas maneras. ¿Haz probado el Sushi alguna vez, pequeño?

- No iba a ningún sitio en particular, solo quería estirar las piernas.- Se sacó de la manga esa mala escusa igual que el leve sonrojo que se apoderó de sus mejillas.

Aaron no era de comer cosas exóticas o algo así, simplemente comía en casa. Pero cuando tenía visitas le agradaba ir a disfrutar de distintos platillos. Pensó en que sería genial salir a comer con Alex dado que había pasado mucho tiempo desde que había salido la última vez. Pero quizás el joven no querria salir con él en público.

Alex se miró los pies. Incluso las medias que le dio el mayor le quedaban grandes. Suspiró molesto.

- ¿Mmh? ¿Sushi? No, nunca lo he probado. Digamos que no entra en mi menú.- Ya que el menor solo comía alimentos básicos y necesarios, nada especial.- Aunque estoy más que dispuesto a probarlo, Papi.

Comenzaba a acostumbrarse a los apelativos del contrario. Todavía sentía raro todo aquello, pero a la vez le resultaba muy agradable. Perfectamente podría acostumbrarse, sin duda alguna. La falta de amor podía provocar aquel tipo de dependencias emocionales en otras personas, incluso aunque fuesen extraños.

- Bueno, ¿entonces qué hacemos hasta que esté mi ropa lista?- Tomó la mano del contrario, haciéndole dibujos aleatorios en la palma.

—Podemos ir a ver una película.— Propuso el mayor mientras miraba a Alex detenidamente.— O ir al gimnasio. O quizás alimentar a mis animales.

Aaron no tenía muchas cosas que hacer en su casa ya que se trataba de algo solitario. Sin dudas era una casa muy grande pero sin muchas cosas que hacer.

La casa contaba con un gimnasio, una piscina, una gran cocina, una sala de estar con una televisión enorme, 4 baños, 7 cuartos, un jardín, la lavandería y una biblioteca.

—Si te gusta nadar podemos a la piscina....espera, mejor dicho ¿Que te gustaría hacer?— Pregunto el mayor mirando a Alex curioso.— Me gustaría que nos conozcamos mucho mejor.

-No estaría nada mal.- Alex se sintió algo nervioso. Estaba muy claro que ellos dos provenían de diferentes mundos.- Quisiera ver a tus mascotas. Me gustan mucho los animales.

Y así fue como Aaron guió al menor por la casa hasta llevarlo afuera del lugar. Salieron a un jardín gigante y muy bien organizado. No, Aaron no era quien hacia el jardín, nunca le interesaron las plantas, pero si era agradable tener un jardín hermoso.

Llevo a Alex hasta lo que parecía ser un galpón, abrió la puerta de estos y al menos 5 perros salieron corriendo, todos se de diferentes razas.

Todos los perros rodearon a Aaron, moviendo sus colas y ladrando. Había un golden, un ovejero alemán, un galgo, un buldog francés, y un pequeño caniche.

Aarón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora