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Alex estaba sentado en uno de los bancos de la sala de espera del hospital con una expresión de muerte en vida. Si no fuera porque la empleada de Aarón volvió a casa porque se olvido sus llaves, el menor no habría podido haber hecho absolutamente nada para ayudarlo.

Sus manos estaban sobre su frente mientras miraba el piso. Había mucho ruido a su alrededor, pero Alex no era capaz de concentrarse en algún estimulo del exterior. Solo podía pensar en Aarón cayendo sobre su cuerpo como si fuera un muñeco de trapo, sin fuerzas alguna, y el sin poder sostenerlo.

“Te traje un poco de agua.” La voz de Marta sonaba un poco apagada mientras le extendía un vaso. El menor apenas levanto la mirada para tomar el objeto, dejando sus brazos colgar entre sus piernas, aferrándose al vaso de agua. “Hace horas que no bebes algo.”

El castaño se obligo a levantar la cabeza para mirar a la mujer. Ella le sonreía igual que siempre ¿Cómo podía sonreír en una situación así?

“¿Por qué no me lo dijeron?” Trato de no sonar herido, pero su tono de voz le delataba.

Marta sonrió de medio lado, examinando la cara del pequeño Alex. Con el tiempo, la mujer se había encariñado con él y no le daba un buen sabor en la boca el hecho de que Alex tuviera que enterarse de esa manera de algo tan importante.

“El patrón no quería que…”

“Deberías habérmelo dicho.” La interrumpió el con angustia en cada una de sus palabras. “Debería haberme dado cuenta.”

La mujer tomo asiento a su lado, sin mirarlo a los ojos, apoyando una de sus manos sobre el hombro del chico y dio una gran bocanada de aire antes de hablar.

“¿Y cómo ibas a saberlo, panquecito?” Marta masajeo de forma maternal su hombro. “El Sr. Coller no quería que te preocuparas, no le gusta que le tengan pena.”

“¡No le tengo pena!” Alex se exalto, dejando caer el vaso de agua en el suelo. Se paso una mano por el rostro de pura frustración y se levanto de donde estaba. “Voy…voy a dar una vuelta.”

El menor se alejo por los pasillos del hospital con grandes ganas de llorar. No era justo. Todo lo que quería estaba destinado a morir ¿Por qué Aarón no le había dicho que tenía cáncer? ¿Por qué no le había avisado de algo tan importante como aquello? ¿Por qué le había salvado en primer lugar si ahora iba a dejarlo de esta manera?

Alex empezó a correr sin darse cuenta, perdiéndose en los laberintos de los pasillos, las escaleras, y terminando en un pequeño jardín del hospital. Inspiro el aire fresco y miro el cielo casi el borde de gritar. Sentía tanta furia por dentro, tanto dolor. Le ardían los ojos y sentía que estaba al borde del llanto.

Aarón iba a morir y él había perdido el tiempo de manera infantil, incapaz de apreciar lo que el mayor había hecho por el simplemente porque era un egoísta. Si, Alex era un egoísta. Deseaba más de lo que se merecía.

Al final, su padre había tenido la razón todo este tiempo: Alex estaba maldito. Su hermana y su madre murieron porque el menor las había querido demasiado. Y ahora, Aaron.

Aarón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora