El sombrero de copa

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... lo único que necesitamos para convertirnos en buenosfilósofos es la capacidad de asombro...

Sofía dio por sentado que la persona que había escrito las cartasanónimas volvería a ponerse en contacto con ella. Mientras tanto,optó por no decir nada a nadie sobre este asunto.En el instituto le resultaba difícil concentrarse en lo que decía elprofesor; le parecía que sólo hablaba de cosas sin importancia.¿Porqué no hablaba de lo que es el ser humano, o de lo que es elmundo y de cual fue su origen?Tuvo una sensación que jamás había tenido antes: en el instituto yen todas partes la gente se interesaba solo por cosas más o menosfortuitas. Pero también había algunas cuestiones grandes y difícilescuyo estudio era mucho mas importante que las asignaturascorrientes del colegio.¿Conocía alguien las respuestas a preguntas de ese tipo? A Sofía, almenos, le parecía mas importante pensar en ellas que estudiarse dememoria los verbos irregulares.Cuando sonó la campana al terminar la ultima clase, salió tandeprisa del patio que Jorunn tuvo que correr para alcanzarla.Al cabo de un rato Jorunn dijo:-¿Vamos a jugar a las cartas esta tarde?Sofía se encogió de hombros.-Creo que ya no me interesa mucho jugar a las cartas.Jorunn puso una cara como si se hubiese caído la luna.-¿Ah, no? ¿Quieres que juguemos al badmington?Sofía mira fijamente al asfalto y luego a su amiga.-Creo que tampoco me interesa mucho el badmington.-¡Pues vale!Sofía detectó una sombra de amargura en la voz de Jorunn.-¿Me podrías decir entonces qué es lo que tan de repente es muchomás importante?Sofía negó con la cabeza.-Es... es un secreto.-¡Bah! ¡Seguro que te has enamorado!Anduvieron un buen rato sin decir nada. Cuando llegaron al campode fútbol, Jorunn dijo:-Cruzo por el campo.«Por el campo.»Ese era el camino más rápido para Jorunn, el quetomaba sólo cuando tenía que irse rápidamente a casa para llegar aalguna reunión o al dentista.Sofía se sentía triste por haber herido a su amiga. ¿Pero qué podríahaberle contestado? ¿Qué de repente le interesaba tanto quién era yde donde surge el mundo que no tenía tiempo de jugar albadmington? ¿Lo habría entendido su amiga?¿Por qué tenía que ser tan difícil interesarse por las cuestiones másimportantes y, de alguna manera, más corrientes de todas?Al abrir el buzón notó que el corazón le latía más deprisa. Alprincipio, solo encontró una carta del banco v unos grandes sobresamarillos para su madre. ¡Qué pena! Sofía había esperado ansiosauna nueva carta del remitente desconocido.Al cerrar la puerta de la verja, descubrió su nombre en uno de lossobres grandes. Al dorso, por donde se abría, ponía:Curso defilosofía. Trátese con mucho cuidado .Sofía corrió por el camino de gravilla y dejó su mochila en laescalera. Metió las demás cartas bajo el felpudo, salió corriendo aljardín y buscó refugio en el Callejón. Ahí tenía que abrir el sobregrande.Sherekan vino corriendo detrás, pero no importaba. Sofía estabasegura de que el gato no se chivaría.En el sobre había tres hojas grandes escritas a maquina y unidascon un clip. Sofía empezó a leer.¿Qué es la filosofía?Querida Sofía. Muchas personas tienen distintos hobbies. Unascoleccionan monedas antiguas o sellos, a otras les gustan laslabores, y otras emplean la mayor parte de su tiempo libre en lapráctica de algún deporte.A muchas les gusta también la lectura. Pero lo que leemos esmuy variado. Unos leen sólo periódicos o cómics, a algunos lesgustan las novelas, y otros prefieren libros sobre distintostemas, tales como la astronomía, la fauna o los inventostecnológicos.Aunque a mí me interesen los caballos o las piedras preciosas,no puedo exigir que todos los demás tengan los mismosintereses que yo. Si sigo con gran interés todas las emisionesdeportivas en la televisión, tengo que tolerar que otros opinenque el deporte es aburrido¿Hay, no obstante, algo que debería interesar a todo el mundo?¿Existe algo que concierna a todos los seres humanos,independientemente de quiénes sean o de en qué parte delmundo vivan? Sí, querida Sofía, hay algunas cuestiones quedeberían interesar a todo el mundo. Sobre esas cuestiones trataeste curso.¿Qué es lo más importante en la vida? Si preguntamos a unapersona que se encuentra en el límite del hambre, la respuestaserá comida. Si dirigimos la misma pregunta a alguien que tienefrío, la respuesta será calor. Y si preguntamos a una persona quese siente sola, la respuesta seguramente será estar con otraspersonas.Pero con todas esas necesidades cubiertas, ¿hay todavía algo quetodo el mundo necesite? Los filósofos opinan que sí. Opinan queel ser humano no vive sólo de pan. Es evidente que todo elmundo necesita comer. Todo el mundo necesita también amor ycuidados. Pero aún hay algo más que todo el mundo necesita.Necesitamos encontrar una respuesta a quién somos y por quévivimos.Interesarse por el por qué vivimos no es, por lo tanto, un interéstan fortuito o tan casual como, por ejemplo, coleccionar sellos.Quien se interesa por cuestiones de ese tipo está preocupadopor algo que ha interesado a los seres humanos desde que vivenen este planeta. El cómo ha nacido el universo, el planeta y lavida aquí, son preguntas más grandes y más importantes que quién ganó más medallas de oro en los últimos juegos olímpicosde invierno.La mejor manera de aproximarse a la filosofía es plantearalgunas preguntas filosóficas:¿Cómo se creó el mundo? ¿Existe alguna voluntad o intencióndetrás de lo que sucede? ¿Hay otra vida después de la muerte?¿Cómo podemos solucionar problemas de ese tipo? Y, ante todo:¿cómo debemos vivir?En todas las épocas, los seres humanos se han hecho preguntasde este tipo. No se conoce ninguna cultura que no se hayapreocupado por saber quiénes son los seres humanos y dedónde procede el mundo.En realidad, no son tantas las preguntas filosóficas que podemoshacernos. Ya hemos formulado algunas de las más importantes.No obstante, la historia nos muestra muchas respuestasdiferentes a cada una de las preguntas que nos hemos hecho.Vemos, pues, que resulta más fácil hacerse preguntas filosóficasque contestarlas.También hoy en día cada uno tiene que buscar sus propiasrespuestas a esas mismas preguntas. No se puede consultar unaenciclopedia para ver si existe Dios o si hay otra vida después dela muerte. La enciclopedia tampoco nos proporciona unarespuesta a cómo debemos vivir. No obstante, a la hora deformar nuestra propia opinión sobre la vida, puede resultar degran ayuda leer lo que otros han pensado.La búsqueda de la verdad que emprenden los filósofos podríacompararse, quizás, con una historia policíaca. Unos opinan queAndersen es el asesino, otros creen que es Nielsen o Jepsen.Cuando se trata de un verdadero misterio policíaco, puede que lapolicía llegue a descubrirlo algún día. Por otra parte, tambiénpuede ocurrir que nunca lleguen a desvelar el misterio. Noobstante, el misterio sí tiene una solución.Aunque una pregunta resulte difícil de contestar puede, sinembargo, pensarse que tiene una, y sólo una respuesta correcta.O existe una especie de vida después de la muerte, o no existe.A través de los tiempos, la ciencia ha solucionado muchosantiguos enigmas. Hace mucho era un gran misterio saber cómoera la otra cara de la luna. Cuestiones como ésas erandifícilmente discutibles; la respuesta dependía de la imaginaciónde cada uno. Pero, hoy en día, sabemos con exactitud cómo es laotra cara de la luna. Ya no se puede «creer que hay un hombre en la luna, o que la luna es un queso.Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de dos milaños pensaba que la filosofía surgió debido al asombro de losseres humanos. Al ser humano le parece tan extraño existir quelas preguntas filosóficas surgen por sí solas, opinaba él.Es como cuando contemplamos juegos de magia: no entendemoscómo puede haber ocurrido lo que hemos visto. Y entonces nospreguntamos justamente eso: ¿cómo ha podido convertir elprestidigitador un par de pañuelos de seda blanca en un conejovivo?A muchas personas, el mundo les resulta tan inconcebible comocuando el prestidigitador saca un conejo de ese sombrero decopa que hace un momento estaba completamente vacío.En cuanto al conejo, entendemos que el prestidigitador tiene quehabernos engañado. Lo que nos gustaría desvelar es cómo haconseguido engañarnos. Tratándose del mundo, todo es un pocodiferente. Sabemos que el mundo no es trampa ni engaño, puesnosotros mismos andamos por la Tierra formando una parte delmismo. En realidad, nosotros somos el conejo blanco que se sacadel sombrero de copa. La diferencia entre nosotros y el conejoblanco es simplemente que el conejo no tiene sensación departicipar en un juego de magia. Nosotros somos distintos.Pensamos que participamos en algo misterioso y nos gustaríadesvelar ese misterio.P. D. En cuanto al conejo blanco, quizás convenga compararlo conel universo entero. Los que vivimos aquí somos unos bichosminúsculos que vivimos muy dentro de la piel del conejo. Perolos filósofos intentan subirse por encima de uno de esos finespelillos para mirar a los ojos al gran prestidigitador.¿Me sigues, Sofía? Continúa.Sofía estaba agotada. ¿Si le seguía? No recordaba haber respiradodurante toda la lectura.¿Quién había traído la carta? ¿Quién, quién?No podía ser la misma persona que había enviado la postal a HildeMøller Knag, pues la postal llevaba sello y matasellos. El sobreamarillo había sido metido directamente en el buzón, igual que los dos sobres blancos.Sofía miró el reloj. Sólo eran las tres menos cuarto. Faltaban casidos horas para que su madre volviera del trabajo.Sofía salió de nuevo al jardín y se fue corriendo hacia el buzón. ¿Ysi había algo más?Encontró otro sobre amarillo con su nombre. Miró a su alrededor,pero no vio a nadie. Se fue corriendo hacia donde empezaba elbosque y miró fijamente al sendero.Tampoco ahí se veía un alma.De repente, le pareció oír el crujido de alguna rama en el interiordel bosque. No estaba totalmente segura, sería imposible, de todosmodos, correr detrás si alguien intentaba escapar.Sofía se metió en casa de nuevo y dejó la mochila y el correo parasu madre. Subió deprisa a su habitación, sacó la caja grande dondeguardaba las piedras bonitas, las echó al suelo y metió los dossobres grandes en la caja. Luego volvió al jardín con la caja en losbrazos. Antes de irse, sacó comida para Sherekan.De vuelta en el Callejón, abrió el sobre y sacó varias nuevas hojasescritas a maquina. Empezó a leer.Un ser extrañoAquí estoy de nuevo. Como ves, este curso de filosofía llegará enpequeñas dosis. He aquí unos comentarios más de introducción.¿Dije ya que lo único que necesitamos para ser buenos filósofoses la capacidad de asombro? Si no lo dije, lo digo ahora: LOÚNICO QUE NECESITAMOS PARA SER BUENOS FILÓSOFOS ES LACAPACIDAD DE ASOMBRO.Todos los niños pequeños tienen esa capacidad. No faltaría más.Tras unos cuantos meses, salen a una realidad totalmente nueva.Pero conforme van creciendo, esa capacidad de asombro pareceir disminuyendo. ¿A qué se debe? ¿Conoce Sofía Amundsen larespuesta a esta pregunta?Veamos: si un recién nacido pudiera hablar, seguramente diríaalgo de ese extraño mundo al que ha llegado. Porque, aunque elniño no sabe hablar, vemos cómo señala las cosas de sualrededor y cómo intenta agarrar con curiosidad las cosas de lahabitación.Cuando empieza a hablar, el niño se para y grita «guau, guau»cada vez que ve un perro. Vemos cómo da saltos en su cochecito,agitando los brazos y gritando «guau, guau, guau, guau». Los queya tenemos algunos años a lo mejor nos sentimos un pocoagobiados por el entusiasmo del niño. «Sí, sí, es un guau, guau»,decimos, muy conocedores del mundo, «tienes que estartequietecito en el coche». No sentimos el mismo entusiasmo.Hemos visto perros antes.Quizás se repita este episodio de gran entusiasmo unasdoscientas veces, antes de que el niño pueda ver pasar un perrosin perder los estribos. O un elefante o un hipopótamo. Peroantes de que el niño haya aprendido a hablar bien, y mucho antesde que aprenda a pensar filosóficamente, el mundo se haconvertido para él en algo habitual.¡Una pena, digo yo!Lo que a mí me preocupa es que tú seas de los que toman elmundo como algo asentado, querida Sofía. Para asegurarnos,vamos a hacer un par de experimentos mentales, antes de iniciarel curso de filosofía propiamente.Imagínate que un día estás de paseo por el bosque. De prontodescubres una pequeña nave espacial en el sendero delante de ti.De la nave espacial sale un pequeño marciano que se quedaparado, mirándote fríamente.¿Qué habrías pensado tú en un caso así? Bueno, eso no importa,¿pero se te ha ocurrido alguna vez pensar que tu misma eres unamarciana?Es cierto que no es muy probable que te vayas a topar con un serde otro planeta. Ni siquiera sabemos si hay vida en otrosplanetas. Pero puede ocurrir que te topes contigo misma. Puedeque de pronto un día te detengas, y te veas de una maneracompletamente nueva. Quizás ocurra precisamente durante unpaseo por el bosque.Soy un ser extraño, pensarás. Soy un animal misterioso.Es como si te despertaras de un larguísimo sueño, como la BellaDurmiente. ¿Quién soy?, te preguntarás. Sabes que gateas por unplaneta en el universo. ¿Pero qué es el universo?Si llegas a descubrirte a ti misma de ese modo, habrás descubierto algo igual de misterioso que aquel marciano quemencionamos hace un momento. No sólo has visto un ser delespacio, sino que sientes desde dentro que tú misma eres un sertan misterioso como aquél.¿Me sigues todavía, Sofía? Hagamos otro experimento mental.Una mañana, la madre, el padre y el pequeño Tomas, de dos otres años, están sentados en la cocina desayunando. La madre selevanta de la mesa y va hacia la encimera, y entonces el padreempieza, de repente, a flotar bajo el techo, mientras Tomás se lequeda mirando.¿Qué crees que dice Tomás en ese momento? Quizás señale a supapá y diga: «¡Papá está flotando!».Tomás se sorprendería, naturalmente, pero se sorprende muy amenudo. Papá hace tantas cosas curiosas que un pequeño vuelopor encima de la mesa del desayuno no cambia mucho las cosaspara Tomás. Su papá se afeita cada día con una extrañamaquinilla, otras veces trepa hasta el tejado para girar la antenade la tele, o mete la cabeza en el motor de un coche y la sacanegra.Ahora le toca a mamá. Ha oído lo que acaba de decir Tomás y sevuelve decididamente. ¿Cómo reaccionará ella ante elespectáculo del padre volando libremente por encima de la mesade la cocina?Se le cae instantáneamente el frasco de mermelada al suelo ygrita de espanto. Puede que necesite tratamiento médico cuandopapá haya descendido nuevamente a su silla. (¡Debería saber quehay que estar sentado cuando se desayuna!)¿Por qué crees que son tan distintas las reacciones de Tomás ylas de su madre? Tiene que ver con el hábito.(¡Toma nota de esto!) La madre ha aprendido que los sereshumanos no saben volar. Tomás no lo ha aprendido. El siguedudando de lo que se puede y no se puede hacer en este mundo.¿Pero y el propio mundo, Sofía? ¿Crees que este mundo puedeflotar? ¿También este mundo está volando libremente?Lo triste es que no sólo nos habituamos a la ley de la gravedadconforme vamos haciéndonos mayores. Al mismo tiempo, noshabituamos al mundo tal y como es.Es como si durante el crecimiento perdiéramos la capacidad dedejarnos sorprender por el mundo. En ese caso, perdemos algoesencial, algo que los filósofos intentan volver a despertar ennosotros. Porque hay algo dentro de nosotros mismos que nosdice que la vida en sí es un gran enigma.Es algo que hemos sentido incluso mucho antes de aprender apensarlo.Puntualizo: aunque las cuestiones filosóficas conciernen a todoel mundo, no todo el mundo se convierte en filósofo. Pordiversas razones, la mayoría se aferra tanto a lo cotidiano que elpropio asombro por la vida queda relegado a un segundo plano.(Se adentran en la piel del conejo, se acomodan y se quedan allípara el resto de su vida.)Para los niños, el mundo -y todo lo que hay en él- es algo nuevo,algo que provoca su asombro. No es así para todos los adultos.La mayor parte de los adultos ve el mundo como algo muynormal.Precisamente en este punto los filósofos constituyen unahonrosa excepción. Un filósofo jamás ha sabido habituarse deltodo al mundo. Para él o ella, el mundo sigue siendo algodesmesurado, incluso algo enigmático y misterioso.Por lo tanto, los filósofos y los niños pequeños tienen en comúnesa importante capacidad. Se podría decir que un filósofo siguesiendo tan susceptible como un niño pequeño durante toda lavida.De modo que puedes elegir, querida Sofía. ¿Eres una niñapequeña que aún no ha llegado a ser la perfecta conocedora delmundo? ¿O eres una filósofa que puede jurar que jamás lollegará a conocer?Si simplemente niegas con la cabeza y no te reconoces ni en elniño ni en el filósofo, es porque tú también te has habituadotanto al mundo que te ha dejado de asombrar. En ese caso correspeligro. Por esa razón recibes este curso de filosofía, es decir,para asegurarnos. No quiero que tú justamente estés entre losindolentes e indiferentes. Quiero que vivas una vida despierta.Recibirás el curso totalmente gratis. Por eso no se te devolveráningún dinero si no lo terminas. No obstante, si quieresinterrumpirlo, tienes todo tu derecho a hacerlo. En ese caso,tendrás que dejarme una señal en el buzón. Una rana viva estaríabien. Tiene que ser algo verde también; de lo contrario, el carterose asustaría demasiado.Un breve resumen: se puede sacar un conejo blanco de unsombrero de copa vacío. Dado que se trata de un conejo muygrande, este truco dura muchos miles de millones de años. En elextremo de los finos pelillos de su piel nacen todas las criaturas humanas. De esa manera son capaces de asombrarse por elimposible arte de la magia. Pero conforme se van haciendomayores, se adentran cada vez más en la piel del conejo, y allí sequedan. Están tan a gusto y tan cómodos que no se atreven avolver a los finos pelillos de la piel. Solo los filósofos emprendenese peligroso viaje hacia los límites extremos del idioma y de laexistencia. Algunos de ellos se quedan en el camino, pero otrosse agarran fuertemente a los pelillos de la piel del conejo ygritan a todos los seres sentados cómodamente muy dentro de lasuave piel del conejo, comiendo y bebiendo estupendamente:-Damas y caballeros -dicen-. Flotamos en el vacío.Pero esos seres de dentro de la piel no escuchan a los filósofos.-¡Ah, qué pesados! -dicen.Y continúan charlando como antes:-Dame la mantequilla. ¿Cómo va la bolsa hoy? ¿A cómo están lostomates? ¿Has oído que Lady Di espera otro hijo?Cuando la madre de Sofía volvió a casa más tarde, Sofía seencontraba en un estado de shock. La caja con las cartas delmisterioso filósofo se encontraban bien guardadas en el Callejón.Sofía había intentado empezar a hacer sus deberes, por lo que sequedó pensando y meditando sobre lo que había leído.¡Había tantas cosas en las que nunca había pensado antes! Ya noera una niña, pero tampoco era del todo adulta.Sofía entendió que ya había empezado a adentrarse en la espesapiel de ese conejo que se había sacado del negro sombrero de copadel universo. Pero el filósofo la había detenido.-El, -¿o sería ella?- la había agarrado fuertemente y la habíasacado hasta el pelillo de la piel donde había jugado cuando eraniña. Y ahí, en el extremo del pelillo, había vuelto a ver el mundocomo si lo viera por primera vez.El filósofo la había rescatado; de eso no cabía duda. Eldesconocido remitente de cartas la había salvado de la indiferenciade la vida cotidiana.Cuando su madre llegó a casa, sobre las cinco de la tarde, Sofía la llevó al salón y la obligó a sentarse en un sillón.-¿Mama, no te parece extraño vivir? -empezó.La madre se quedó tan aturdida que no supo qué contestar. Sofíasolía estar haciendo los deberes cuando ella volvía del trabajo.-Bueno -dijo-. A veces sí.-¿A veces? Lo que quiero decir es si no te parece extraño queexista un mundo.-Pero, Sofía, no debes hablar así.-¿Por qué no? ¿Entonces, acaso te parece el mundo algocompletamente normal?-Pues claro que lo es. Por regla general, al menos.Sofía entendió que el filósofo tenía razón. Para los adultos, elmundo era algo asentado. Se habían metido de una vez por todasen el sueño cotidiano de la Bella Durmiente.-¡Bah! Simplemente estás tan habituada al mundo que te ha dejadode asombrar -dijo.-¿Qué dices?-Digo que estás demasiado habituada al mundo. Completamenteatrofiada, vamos.-Sofía, no te permito que me hables así.-Entonces, lo diré de otra manera. Te has acomodado bien dentrode la piel de ese conejo que acaba de ser sacado del negrosombrero de copa del universo. Y ahora pondrás las patatas acocer, y luego leerás el periódico, y después de media hora desiesta verás el telediario.El rostro de la madre adquirió un aire de preocupación. Comoestaba previsto, se fue a la cocina a poner las patatas a hervir. Alcabo de un rato, volvió a la sala de estar y ahora fue ella la queempujó a Sofía hacia un sillón.-Tengo que hablar contigo sobre un asunto -empezó a decir.Por el tono de su voz, Sofía entendió que se trataba de algo serio.-¿No te habrás metido en algo de drogas, hija mía?Sofía se echó a reír, pero entendió por que esta pregunta habíasurgido exactamente en esta situación.-¡Estas loca! -dijo-. Las drogas te atrofian aún mas. Y no se dijonada más aquella tarde, ni sobre drogas, ni sobre el conejo blanco.

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