Al despertarme por la mañana, me percaté de un mensaje enviado por Debani. Estando todavía más dormido que despierto, abrí el Whatsapp.
"Gracias por tu ayuda. Espero que no me defraudes. Y no le digas nada de esto a Martín", decía el mensaje.
––¿Qué diablos? ––mascullé, aun con media cara hundida en la almohada––. ¿Por qué mierda me envió esto a la una y media de la madrugada?
Me levanté y sacudí la cabeza. Después pasé al baño para lavarme la cara y regresé a mi habitación para ponerme el uniforme y bajar para tomar el desayuno.
En el comedor, ya se encontraban mis padres y Lilia.
––Qué onda a todos ––saludé enérgicamente, dejando mi mochila junto a una silla vacía y tomando asiento.
––¡Eduardo! ¡¿Qué forma de saludar es esa?! ––recriminó mi madre; sus manos se hallaban ocupadas con la espátula y la sartén, en la estufa.
––Buenos días a todos, pues ––corregí.
Mi madre me sirvió mi porción del desayuno.
––¿Dónde está Diana? ––pregunté, aunque tenía una vaga idea de dónde se encontraba y su actual estado.
––Está en su cuarto, dormida. Anoche llegó muy tarde.
Mi madre se dio la vuelta para dejar los trastes en la estufa. Solía hacer eso antes de depositarlos en el fregadero.
––¿Llegó muy borracha? ¿Ahora sí le hizo alguien el favorcito?
Mi padre se rio y mi madre me fulminó con la mirada mientras se sentaba a su lado. Lilia sólo me observaba, masticando su comida.
––No digas peladeces estando en la mesa, Eduardo ––ordenó mi madre.
––Sólo pensaba que ya iba siendo hora de que alguien se fije en ella y que se vaya de la casa para formar su propia familia. Además, me parece injusto que si yo me voy levantando tarde me regañen y ella bien a gusto en su recámara.
––Ella tiene el sueño pesado, y con el alcohol es peor. Y no le gusta que la despierten luego de una fiesta, ya sabes.
––Claro que sí, porque si no tendría que aguantar una resaca bien aguda.
––Si le sigues, te voy a pegar, jovencito.
––Ya pues.
Volteé a ver a Lilia y ella asintió suavemente. Al parecer mis discos de música se encontraban a salvo.
Más tranquilo, me dispuse a comer.
Quince minutos más tarde, mi padre apuró el café de su taza y se levantó de la mesa.
––Bueno, familia, es hora de irme a trabajar ––anunció.
Mi madre se puso de pie también para recoger los platos.
––Que te vaya bien en el trabajo. Y no se te olvide pagar la luz, o mañana nos la cortan ––dijo mi madre.
––No se me olvida, mujer. Hasta luego, familia.
Lilia y yo nos despedimos de mi padre al unísono.
Terminé mi desayuno y me levanté también.
––Creo que ya es hora de que me vaya también ––dije.
––Procura no llegar tarde a comer esta vez, Eduardo ––advirtió mi madre.
––Y usted procure despertar a Diana, que luego se le hace tarde para ir a la oficina.
ESTÁS LEYENDO
¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?
Teen FictionEduardo fue rechazado por la chica más bonita del salón cuando estaba en secundaria. Debido a eso, tomó la decisión de conquistar a tantas chicas como le fuera posible. Sin embargo, no ha conseguido ligar a ninguna. Pero esto no lo detiene, ni siq...