Capítulo 5.- El mayor imbécil del mundo (Parte 6)

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Susana Robles solía comportarse como una niña caprichuda que no detenía su berrinche hasta obtener lo que quería. Debido a eso, siempre creí que provenía de una familia pudiente. Algo así como del mismo estilo que el famoso ojos-de-extranjero Villanueva. Cuánta razón tenía al llegar a su casa, en pleno centro de la ciudad.

Eso sí. Su residencia no era tan despampanante como la del joven ídolo de muchas, tirándole más bien a lo común pese a la segunda planta que poseía, pero el Nissan Versa rojo último modelo y el Volkswagen Beetle verde del año pasado me dejaron claro que su familia disponía del dinero suficiente para permitirse algunos lujos.

Al tener un barandal tan ancho como para darle cabida a dos cajones de estacionamiento, supuse que tendría uno de esos timbres tan modernos que incluso funcionaban a modo de circuito cerrado, con cámara y todo. Por supuesto, era de esos.

—¿Cómo es que esta gente no puede meter a sus hijos en escuelas privadas en lugar de una pública? —mascullé, sacando mi celular.

Quería, al menos, ahorrarme la molestia de tener que tocar el timbre. No obstante, entraba directo al buzón de voz. Si así era como aquella chica quería jugar...

Toqué el timbre Dentro de la casa, alcancé a oír un fuerte zumbido, y a los pocos segundos una voz me habló a través de la bocina que tenía el timbre.

—Residencia Robles y González —dijo una voz femenina mecánicamente. Mi primera impresión fue que a lo mejor se trataba de una criada. Llegado a este punto, no me sorprendería—. ¿Quién es usted?

—Buenas noches. Soy compañero de clases de Susana. Quedé con ella de visitarla —dije, sintiéndome parte del elenco de una novela juvenil.

La voz no tardó en contestarme.

—¿Cuál es su nombre?

Se lo dije y me pidió que esperara unos momentos. Dos minutos después, una luz se encendió en una de las ventanas de la planta superior. Luego, Susana Robles se asomó por ella y desapareció en un pestañeó detrás de las cortinas. Otro minuto más tarde la misma voz me habló nuevamente.

—Susana dice no conocerlo —Se escuchaba molesta, como quien descubre a un mirón desconocido husmeando desde la calle.

––Dígale que sólo le quiero dejar la tarea y que, si sigue faltando, vana a suspenderla.

Escuché que la voz ahogaba un grito al otro lado de la línea.

––¡¿Susana ha estado faltando a la escuela?! ¡¿Desde cuándo?!

––Harán unos... no sé... cuatro o cinco días...

La verdad ni yo lo sabía, con eso de que tenía mis propios problemas...

––Por favor espere un momento ––indicó la voz por el altoparlante.

Percibí relajo en el interior de la casa y la puerta principal finalmente se abrió. Ahí estaba Susana, tras varios días sin tener noticias de ella. Desgraciadamente, lucía diferente con ese cabello suelto y desaliñado que tenía. Unas ojeras tremendas que resaltaban gracias a un rostro demacrado. Hasta los labios los tenía pálidos, descoloridos, y usaba ropa deportiva holgada. Desfachatez en su máxima expresión.

––Felicidades. Conseguiste que mi madre se enojara ––Se cruzó de brazos––. ¿Qué quieres?

—Ya que no contestabas ni mis llamadas ni mis mensajes, decidí venir a visitarte —respondí, sonando lo más amable y considerado posible.

—¿Cómo conseguiste mi dirección? ¿Quién te la dio?

—Tengo mis medios —Si es que podía considerar al prefecto de la escuela como un aliado siquiera. Además, no obtuve su domicilio de a gratis.

¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora