Capítulo 4.- Y la ganadora es... (Parte 1)

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Debani me contó a detalle la conversación que sostuvo con Alejandro Villanueva. Él se enteró de lo que Susana le había hecho a voces de otros. Debido a eso, la esperó a la hora de la salida y la confrontó, en presencia de todo el club de fans y muchos otros curiosos. Según Debani y el propio Alejandro, Susana había terminado impactada por el regaño, pero no derramó ni una sola lágrima. La vergüenza pública por haber sido reprochada en frente de muchos fue lo que la hizo huir de allí, soltando lágrimas de cocodrilo. Un buen escarmiento para alguien que había hecho lo mismo horas antes.

Al menos eso me explicaba por qué no vi a Susana y al montón de arpías ese día.

––Con todo y que él es la raíz de todo el enfrentamiento con Susana, al menos tuvo la decencia de salir contigo a modo de disculpa ––comenté. Debani me pellizcó el brazo con fuerza como respuesta––. Con más cuidado, preciosa, que la mercancía magullada no se vende.

––Entonces no lo hagas sonar como si él saliera conmigo por lástima ––dijo ella.

––Pregúntale a alguien menos sincero que yo y te dirá exactamente lo mismo.

Debani intentó pellizcarme de nuevo, pero me encogí en mi asiento para que no pudiera alcanzarme. Resignada, la chica se enderezó en su lugar y cruzó los brazos por debajo de su no prominente pecho.

––Al menos otra persona sería más cortés y no me haría sentir mal porque Alejandro me pidió una cita ––Debani soltó un bufido tras decirlo.

––Lo cortés no quita lo valiente, ¿sabes?

––Cierto, pero al menos soy consciente de tu larga lista de fracasos amorosos por ser tan complaciente con las chicas.

Eso dolió.

––Justo cuando pensaba que Martín no me molestaría este día, resulta que mi amiga me dice las mismas cosas que él ––me quejé.

Debani me sacó la lengua.

––¿Alguien hablaba de mí? ––preguntó Martín.

––Nadie que extrañase tu presencia. Te lo aseguro ––Dijo Debani sin ningún reparo.

––En serio me da gusto que vuelvas a ser tú misma. Hasta podría besarte ––contestó Martín.

––Jamás gozarás de ese privilegio.

––Quizás yo no ––Martín se sentó en su pupitre––. Pero, al parecer, Alejandro Villanueva sí.

Martín ya estaba al tanto del ofrecimiento del galante capitán del equipo de baloncesto de la escuela a nuestra querida princesa. Debani, por tanto, decidió que ya no tenía caso seguir ocultando algo que estaba a nada de ser de conocimiento público en todo el plantel. Incluso mi amigo estaba enterado de la vergonzosa escena al final del descanso del día anterior. Eso sí, no se atrevió a mencionarlo en presencia de la chica por temor a una represalia bien merecida.

Debani se ruborizó un poco.

––¿Y cuál es el plan con el talentoso y prometedor basquetbolista? ––preguntó Martín.

Yo también sentía curiosidad acerca de eso. La información podría resultarme útil más adelante.

––Eso no es de tu incumbencia, metiche ––respondió Debani, todavía colorada.

––Asegúrate de lavarte bien los dientes y llevar chicles de menta, solo por si las dudas.

Martín comenzó a reír. Debani se levantó de su asiento, se acercó a él y le propinó un soplamocos en toda la cara. Al ver aquello, también me carcajeé, por lo que obtuve mi parte también.

¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora