La imprudencia es algo con lo que me he enfrentado desde que establecí mi objetivo. Mis hermanas alguna vez me advirtieron de ello cuando estaba en secundaria, pero no comprendí el impacto que tendrían mis acciones al dejarme llevar hasta que fui insultado por una chica de la que ni siquiera me acordaba hasta que Debani mencionó que entregaría su carta durante el receso. Aunque yo era insistente con muchas chicas al grado de parecer pesado, con la práctica aprendí cuándo detenerme antes de cruzar el límite de la paciencia de otra persona.
Por ello, a cuarenta minutos antes del momento decisivo de mi amiga, me hallaba pensativo acerca de la estupidez que ella estaba a punto de cometer. Había intentado hacerla entrar en razón, diciéndole que, cuando menos, esperase un par de días. No me escuchó y lo único que dijo fue:
––Estoy decidida. No te preocupes por mí.
Lo último que le respondí fue que estaría gustoso en decirle "Te lo dije" en el momento en que fuera rechazada. Sólo así se daría cuenta de que había metido la pata, como yo lo hice en el pasado.
Por otro lado, lo cierto es que no albergaba ningún tipo de sentimiento romántico hacia ella. Debani era mi amiga, no mi novia. Podía enamorarse de quien le diera la gana, pero no podía estar tranquilo sabiendo que alguien que siempre estaba rodeado de muchas chicas, como lo era Alejandro Villanueva, fuera un buen partido. Ni siquiera una buena persona.
Intenté tranquilizarme. Me estaba haciendo de tantas ideas que no estaba viendo lo que realmente debería importarme: en caos de que yo me equivocase, y que Villanueva resultara ser el príncipe en caballo blanco que Debani añoraba, podría brindarme una buena oportunidad. Si el capitán del equipo de baloncesto de la escuela tenía novia, yo podría hacerme pasar por el amigo incondicional que sirve de consuelo para cualquiera de las chicas que se sintieran desilusionadas, como Noemí o Susana.
Cierto. No todo podía ser tan malo como parecía.
Asentí para mis adentros, sintiéndome decidido también.
Apenas sonó el timbre, Debani se levantó de su lugar y se volvió hacia donde Martín y yo.
––Hoy no comeré con ustedes ––dijo con las manos en la cintura.
––Qué curioso. No veo tu lonchera ––observé.
––Es porque le prometí a mis amigas que iríamos juntas a la cafetería.
Yo sabía que eso no era cierto, pero ¿quién era yo para echar a perder su plan tan simple y sencillamente?
Para nada. Era todo parte de una estrategia.
––Vayamos juntos. Me gustaría conocer a tus amigas.
Lastimosamente, mi buen amigo era incapaz de leer el ambiente y era más susceptible a cagarla.
––¡Claro que no! ––exclamó Debani––. Ellas no querrían hablarle a un pelado como tú.
––Oye, pero al menos soy guapo y muy amigable. Seguro les caigo bien.
––Alguien que se deja descubierto el pecho con el uniforme de la escuela no puede ser tan buena persona.
––Bien que les gusta lo que ven.
––¡En tus sueños! Abróchate la camisa como es debido.
Debani le asestó algunos manotazos a Martín. Luego se detuvo de golpe y me dedicó una mirada que no supe interpretar. Quizás me advertía o algo así, por lo que solamente asentí. En respuesta, Debani asintió también. ¿Acaso nos habíamos vuelto cómplices de algo?
––Ustedes dos están ocultándome algo, ¿cierto? ––preguntó Martín, alternando la vista entre Debani y yo.
––Ni idea de lo que estás hablando ––dije, reclinando la cabeza sobre los brazos.
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¿Por qué no soy yo el protagonista de este harem?
Novela JuvenilEduardo fue rechazado por la chica más bonita del salón cuando estaba en secundaria. Debido a eso, tomó la decisión de conquistar a tantas chicas como le fuera posible. Sin embargo, no ha conseguido ligar a ninguna. Pero esto no lo detiene, ni siq...