Y nos dieron las diez.

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Que por qué tanta salida, todas las noches estás llegando a las tres de la mañana, le dijo su padre con el control remoto en la mano. Ya estás como esas locas de la tele. ¡Osvaldo!, lo trató de parar la madre. Y si es cierto, manda a los niños con el ex para salir de joda.

La vaga dio media vuelta y se fue a su departamentito en el fondo. Dos garras le apretaban la garganta y las lágrimas le salían a chorros. Se tiró boca bajo en la cama. Al rato, su madre se había colado a su dormitorio y tocándole la espalda, le dijo: En qué andás, tenés trabajo, unos hijos sanos, mirá, haceme caso: mejor sola que mal acompañada. La vaga era de pocas palabras, sin embargo, habló:

-Gracias, ma, sé que lo hacés para protegerme. Pero tengo derecho a equivocarme. Y a elegir. Mejor, andá con papá.

Ignacio la pasaría a buscar a las 20h para ir al cine. ¿Qué me pongo? Los tacos y esa remera con los hombros al aire que se usa ahora y se la había comprado a la hija de la Gladys que trae ropa de La Salada. Su padre exageraba, no había salido todas las noches. Pero su entusiasmo la desbordaba. Habían ido a cenar, a tomar la merienda, a conocer el circuito interlagos. En las mañanas, La vaga estaba en el Centro Cívico y no podía distraerse ni un ratito. Le llamaba la atención que Ignacio, siendo empleado, tenía movilidad de horarios y se manejaba con total libertad.

De una, él le dijo que era separado y tenía una hija de 5 años que vivía con su mamá. Nunca se había casado pero sí hubo convivencia y la niña llevaba su apellido. Nadie le podía dar datos de Ignacio, no podía corroborar cual detective, si lo que le contaba era mentira o no. Pero La vaga tenía la certeza de que estaba ante un tipo honesto. No podía explicarlo, solo sentirlo.

La vaga también sabía que Ignacio vivía solo en un dpto. y que su padre había fallecido de un infarto cuando él tenía 20 años y de eso ya hacían 17. Así las cosas, tan íntimos en el emocional, tan superficiales en el físico. La vaga como los boy scouts, ¡siempre lista! Y la peli que fue un avance de manos tomadas.

"Y nos dieron las diez", de Sabina un poroto. Porque cuando el alumno está preparado, el maestro aparece. O, si les gusta más, hay un tiempo para todo. Lo cierto es que al otro día, a las siete de la matina, La vaga estaba marcando tarjeta muy de tacos y de remerita hombros descubiertos en el Centro Cívico.  

La vagaWhere stories live. Discover now