3. "Nada„

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3. Nada„

 “Nada„

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  San Francisco lucía brillante y tranquilo desde la torre Coit. Lo único que me arruinaba la vista era Marcus, vacilando en la orilla, decidiéndose si saltar o no. Estaba tan ensimismado que ni siquiera me había notado al llegar.

–¿Vas a saltar?– pregunté por fin. El chico dió un respingo, volteando a verme.

–Dios– exclamó asustado, mirándome mal—. ¿Qué demonios?

–Lo siento. No sabía que era un momento privado– me disculpé–. El maestro Lin te quiere de regreso– caminé con cuidado hasta donde estaba él, plantándome a su lado para observar mejor la ciudad.

–Bueno. Pues se va a decepcionar. ¿Cómo me encontraste?

–No tienes muchos lugares a donde ir, ¿verdad?– le eché una ojeada; me miraba atento–. Te busqué bajo el puente, pero la policía estaba ahí por ti. Así que supuse que estarías aquí.

Era el lugar desde donde una mujer había saltado para encontrar su muerte, llevándose con ella a una pareja, los padres de Marcus.

Papá había intentado por años enseñarme a no tener sentimientos por las personas, pero había fracasado por mucho. Incluso por un tipo como Marcus sentía lástima.

–¿Por qué no vienes conmigo? Tendrás un lugar donde dormir y algo que llevarte a la boca. Y no es por ser grosera pero, ¿qué tienes que perder?– volteé a mirarlo.

–Nada– suspiró desalentado, acercándose a la orilla y dejando su pie a medio paso del vacío.

–NO– tomé su mano, reteniéndolo antes de que hiciera una estupidez–. Sé que has pasado por mucha mierda– entrelacé mis dedos con los suyos, aún quedándome a una distancia prudente–, pero no tienes por qué terminar así.

–¿Qué sabes tú?– objetó de mala gana.

No parecía ni de lejos decidido a ir conmigo. Si no lo llevaba de vuela tendría muchos problemas con el maestro Lin, y eso era lo último que necesitaba. Debía hacer todo lo que estuviera a mi alcance para ganármelo.

–Mataron a mi madre frente a mí– comencé en un susurro, mirando nuestras manos–. Así que sé lo que es ver a morir a alguien a quien quieres frente a ti. No te imaginas la mierda por la que he pasado.

Di un paso, rompiendo con la distancia entre nosotros, pegando mi pecho al suyo, sintiendo el choque de nuestras respiraciones.
Posé mi mano libre en su mejilla, notando la tristeza en sus ojos.
Acerqué mis labios a los suyos, provocando que temblara bajo mi tacto.

–No tienes que estar solo– murmuré contra sus labios.

Respiré profundo antes de besarlo. Sus labios eran sorprendentemente cálidos y suaves. Sus manos viajaron temerosas hasta mi cintura, pegándome más a él, si es que eso era posible.
Terminé el beso cuando sentí una presión en la boca del estómago, pero mantuve nuestras narices juntas, sintiendo su respiración mezclándose con la mía.

Había soñado con este momento. No el momento de besar a un vagabundo, sino con mi primer beso. Era culpa de John Hughes y sus películas. Pero con una vida tan complicada como la mía, nunca había esperado algo muy romántico, así que me conformaba con esto. Supongo.

→ Toxic  |Marcus Lopez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora