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Estaba tranquilamente en mi habitación dormida, hasta que mi madre entra y abre las cortinas sin piedad dejando que la fuerte luz del sol golpee duro en mi cara.

"Vamos Marina, tengo que llevarte a la psicóloga rápido, tengo una reunión importante y no puedo llegar tarde." Tal y como entró salió.
Cierto, se me había olvidado;
Mis amigas y yo nos metimos en un lío al no pagarle la cocaína que habíamos consumido días atrás a nuestro proveedor.
Todo terminó cuando vino la policía ya que los vecinos habían llamado para avisar de los gritos tan fuertes.

Entonces mi madre decidió mandarme a un campamento religioso como castigo e intenté convencerla de que no lo hiciera, por suerte lo conseguí.
Al final su decisión fue llevarme a "la mejor psicóloga de la ciudad".

Es obvio que no quiero ir, yo no estoy loca y tampoco quiero estar una hora y media hablando con una anciana mientras apunta cosas en su libreta.

Me levanté y me dirigí al baño a tomar una ducha, me entraron ganas de llorar cuando me vi desnuda en el espejo.
Tantos cortes en los brazos que señalizaban marcas del dolor que sufro en silencio.
Sé que tengo un problema, también sé que necesito ayuda, pero realmente no la quiero.

Bajé para desayunar, mi madre había preparado tortitas.
"Marina, ¿Cómo tardas tanto? ¿No entiendes que tengo que llegar temprano?" No había ninguna mañana en la que mi madre no se quejara de mi.
"Me voy a gastar mi dinero en una psicóloga para tus tonterías de niña que quiere llamar la atención, ¿podrías al menos prepararte más rápido?" No soportaba a mi madre, casi ni estaba en casa y cuando estaba era insoportable.
Desde que tenía memoria mi madre nunca me ha prestado atención, pero mi padre si.
Pero eso cambió cuando el se fue.

Desayuné lo más rápido que pude y me dirigí al auto de mi madre dónde ella me estaba esperando.
"Ya era hora de que terminaras." Siempre intento ignorarla pero es casi imposible.
"¿Podrías dejarme en paz de una maldita vez?" Le contesté elevando la voz.
El resto del camino lo pasé con mis auriculares al máximo volumen ya que sabía que iba a estar todo el camino quejándose de cualquier cosa sobre las demás empresas que le hacen competencia.

Cuando llegamos el edificio no era nada feo, era bastante moderno y bonito.
Entramos y llegamos a recepción, mi madre dio mi nombre y nos dijeron que esperaramos en la sala de espera, que esperara a que me llamaran.
Mi madre se fue en cuanto entré sin siquiera un despedirse.

Mentiría si dijese que no estaba nerviosa, quería saber como era esa señora, de seguro vieja y llena de arrugas pero no me gusta el misterio.

"¡Marina Diamandis!" Me sobresalté cuando escuché mi nombre.
Entré en la sala y la observé por un momento, era blanca y había dos sillas delante de un escritorio con un ordenador.
Cuando seguí mirando el escritorio me topé con que había una mujer bastante bonita sentada en la silla del lado contrario del escritorio a donde yo me encontraba.

"Hola Marina, soy Elizabeth, puedes sentarte." Sonrió ofreciéndome asiento en las otras dos sillas que estaban al lado mío.

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Me aburría y me acordé de que tenía esta historia preparada para hacer.
Así que aquí estoy, lo siento por no publicar.
Sé que es corto, pero pronto subiré otro.
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«Problems» {larina}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora