Capítulo Cinco

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— Mñgh

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— Mñgh...

Se quejó al sentir la alarma de su celular, extendió su brazo hasta el objeto y la apago, otra vez volvió a acomodarse para continuar durmiendo. Nuevamente el aparato vibró e hizo que el chico por segunda voz se quejara. Con lentitud abrió sus ojos, bostezo y se estiró.

— ¡Oh no! —grito al darse cuenta que debía ir a la universidad—.

Apoyó sus manos e intentó levantarse, sin embargo, un dolor en su parte baja le impidió hacerlo. Giró su cabeza y vio como Paín estaba a su lado durmiendo mientras extendía su brazo como almohada para él.

— Entonces no fue una pesadilla —susurró el joven sacudiendo su cabeza—.

Intentó levantarse, pero, ahora había otro obstáculo. Observó su trasero y vio como aquel miembro continuaba dentro suyo.

— P-pero qué...

Gimió a sentí como el hombre se removió para acomodarse, aquello provocó que el chico le diera una estocada.

«¿¡En verdad se puede mantener esa cosa por mucho tiempo!?». Volvió a mover su cuerpo provocando dolor en su parte baja y mordidos sus labios con la finalidad de no gritar, ¡se sentía como si tuviera una insolación en su entrada!.

Se levantó del sillón mientras se tocaba su espalda y una de sus nalgas, con lentitud se dirigió donde su ropa y con cuidado levanto cada extremidad para ponérsela. Vaya que dolía. Al terminar suspiro y se dirigió a la mesita en donde estaba su celular.

¡Ya pasaban las diez! ¡iba a llegar tarde! Lo peor es que tenía que ir a buscar algunos de sus libros donde su departamento, seguramente sus cosas deben estar tiradas en el pasillo de su antiguo hogar.

Rodeó el sofá en donde estaba el hombre y con rapidez, pero con delicadeza, se dirigió a la entrada.

[...]

Nada, no había nada ¿dónde están sus pertenencias?

— Seguramente esa vieja las vendió —hizo expresión acabada—.

Pateó la puerta de su antiguo departamento y dejó caer su cabeza en la madera.

— ¿Esto puede ser peor...?

Bueno, no tiene donde dormir, no tiene sus cosas, va a llegar tarde y le duele todo su trasero. Es mucho peor de lo que imagina.

Se sobresaltó ante unos pasos que se acercaban por detrás y trago saliva a ver a la mujer de avanzada edad.

— ¡S-señora... vine a entregarle las llaves, además de venir a buscar mis cosas! ¡así que...!

La mujer no recibió el llavero, en cambio negó y observó al muchacho con desagrado.

— No sé cómo te las ingenias...

Olivier la observó extrañado «¿de qué rayos está hablando esta vieja?»,

Sugar DaddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora