Capítulo uno: Un papel.

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Capítulo uno: Un papel.

La alarma suena sin parar y el muy brillante sol golpea mi rostro, al abrir los ojos una ceguera instantánea me llenó, maldije en voz baja luego de volver a cerrarlos y de ese modo despegué mi espalda del colchón, perezosamente me senté en el y con mis pies intentaba localizar mis pantuflas, di con ellas casi al mismo tiempo en que mi madre me llamó para desayunar.

-Un momento má. -dije en un susurro aún sentado. Ella pronto tocó la puerta de mi pequeña habitación para el segundo llamado.

-Cariño, llegarás tarde si no te levantas. -habló con tono suave, al golpear la puerta con sus nudillos.

-Ya me levanté. -avisé. Me puse en pie, restregando mis ojos para despabilarme y abrí la puerta. Allí estaba ella, tan hermosa como siempre, una sonrisa cariñosa y unos ojos tan hirientes. -Mami, ya no deberías trabajar más. -dije, tomando su rostro en mis manos, ella posó las suyas sobre las mías y las acarició mientras sonreía.

-¿Despúes quién traerá la comida? -preguntó de manera retórica. -No me pelees, vamos a desayunar.

Ya sin dejarme decir nada más me jaló de la mano hasta la mesa, donde ya estaba servida la comida. Unos huevos revueltos y un jugo de naranja me recibieron, le sonreí para que también lo hiciera y de ese modo comenzamos a comer.

-Creo que hoy vendré un poco más tarde, los hijos de los señores están de cumpleaños, quieren hacer una fiesta y como ellos se irán de viaje luego de almorzar, tengo que dejar todo en orden antes de salir. -avisó tomando un sorbo de su jugo.

-¿Eva y Evan? -consulté tragando mi comida, ella asintió. -¿No pueden contratar meseros y todo ese equipo para eso? -pregunté desconcertado. -Ya tienes mucho con ir desde la mañana hasta muy de noche, mamá.

-Es que quiero hacerlo, Martín. Adoro a esos niños y es algo que les debo. ¿Te recuerdo gracias a quiénes tengo trabajo y qué, por sus padres tú estudias en una buena escuela? -bufé y me mordí la lengua para no darle una mala respuesta.

Acabé mi comida mucho después que ella, me recordó que debía lavar los platos antes de salir al instituto y me dejó unos cuantos billetes para la merienda en la costosa cafetería de donde estudiaba, luego de eso fue por su bolso, me dio un beso en la frente y caminó hasta la puerta principal.

-Mamá, si necesitas algo me avisas. -dije, asintió, lanzó un beso al aire y desapareció por la puerta.

Tomé una bocanada de aire y me acabé el poco de jugo que aún había en mi vaso, cogí mi plato y me levanté para comenzar a lavar los trastes, cuando acabé de hacerlo fui a mi habitación, organicé mi uniforme sobre el colchón, cogí una toalla limpia y salí al pasillo para ir al baño, a por una buena ducha.

Vivir en un barrio de mala muerte tiene una ventaja, a casi nadie le gusta bañarse y gracias a eso siempre hay agua en la regadera, y no tengo la necesidad de ir hasta unas calles arriba por agua. Sólo una única ventaja, las demás son algo malas.

Cuando culmino mi ducha seco mi cuerpo y enrollo la toalla alrededor de mi cintura, salgo del baño y voy a mi habitación para prepararme para otro día de estudio en un colegio para ricos, económicamente hablando.

***

Una clase nunca me había parecido tan pero tan aburrida como lo era la que impartía hoy el profesor de historia, hablaba sin parar y yo mantenía mi mandíbula pegada a mi mano, como si de verdad le prestara atención cuando no entendía ni una palabra de lo que él decía.

-Martin. -me llamó una voz femenina desde atrás en un susurro y al poco tiempo algo me golpeó en la cabeza, me sobé con la mano cuando giré y una risilla brotó de sus labios. -Lo siento, léelo. -dijo en el mismo tono, refiriéndose al papel que yacía en el suelo.

Me incliné para cogerlo y volví a mi posición principal al tenerlo en mis manos, estiré el pedazo de papel y me topé con una caligrafía pulcra, cursiva, hermosa. Pero fruncí el ceño ante lo que había escrito, Jazmine estaba invitándome a una fiesta de la que ella ni siquiera era anfitriona. El profesor estaba entretenido escribiendo hechos históricos en la pizarra, utilicé eso a mi favor y le contesté lo que pensaba, lo lancé hacia atrás sin mirar y luego de eso un quejido se oyó.

Gracias a eso el profesor dejó de escribir y giró sobre sus talones para mirar al causante de aquella queja.

-¿Algún problema, Stokes? -consultó, poniéndole la tapa al marcador de pizarra que estaba en sus manos.

Inconscientemente todos giramos a mirar a nuestra compañera, una de sus manos apretaba el pedazo de papel que anteriormente yo le había lanzado, como si no quisiera que el profesor lo viera, sus mejillas se tornaron rosadas mientras negaba con la cabeza, el profesor pidió que no interrumpiera y continuó con lo suyo. Poco después de eso el papel volvió a golpear mi cabeza, giré a mirarla y sonreía a modo de disculpa mientras señalaba el papel en el suelo, rodé los ojos y lo tomé.

Los hermanos Lohan me han dicho que te invite, además sería agradable ir contigo, bombón.

Quise reírme en su cara porque hace tan sólo unos minutos se sonrojó sólo porque giramos a verla y por escrito me coquetea, ¿qué clase de chica hace eso?

Reprimí una risa mientras escribía mi respuesta y lancé el papel hacia atrás. Hasta donde tenía entendido la muchacha tenía novio y compartiamos la misma clase, así que si él estaba mirando que nos estábamos enviando notitas me mataría al salir o ya sabía de qué hablábamos, o quizá es uno de esos chicos con la frase de pégame los cuernos si quieres, pero no me dejes pegada en la frente. Quien sabe.

Justo cuando el papel golpeó mi cabeza el timbre anunciando el final de la clase y de la mañana, sonó. Tomé el papel del suelo luego de guardar las cosas en mi mochila y lo abrí, en el mismo momento en que Jazmine apareció junto a mí.

-Hola, bombón. -saludó coqueta, su sonrisa era divertida, amistosa, ella era así.

-Hola, burbuja. -me burlé. Ella río y luego a su lado apareció Aaron, su novio. -¿Sabes que queda contigo, no? -seguí diciendo ya que hasta para mi sería sospechoso que alguien que esté hablando con mi novia se calle tras mi llegada. -Es decir, tus ojos son azules y tu cabello rubio, te queda. -expliqué.

-Oh, ¡no lo había pensado así! -sonrió y miró a su novio, él besó sus labios y luego volvió a mí. -¿Entonces vendrás?

Miré el pedazo de papel en mis manos y vacilé un poco, podría ir y disfrutar un poco con los de mi generación o no ir y dirigirme a mi casa para beber una taza de café y leer un buen libro, ir o no ir... Pregunta difícil.

-Claro. ¿A qué hora nos vemos allá? -consulté cuando me decidí.

-Ve a las cuatro, ya sabes, la fiesta de los mellizos será hasta las ocho o nueve y luego nosotros empezaremos la nuestra. -dijo y luego de eso, ella junto a su novio desapareció.

¿Mi mamá pensaba volver a casa a las nueve?

El nacer de un deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora