I es por Irremediable

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Cuando en lugar de escoger un símbolo mortuorio creyó en algo de buena suerte, Michael debió sospechar que el enamorarse sería muy extraño.

El número siete simbolizaba sabiduría e inteligencia, cosas que él había notado eran algo que Mercedes admiraba en él. Pero también hablaba de creación. Creación. No un final, no una condena, no una conclusión. No. En esa estrella colgando de su pendiente, que ridículamente había escogido como algo de buena suerte, vio un inicio. Una oportunidad de estar con una chica auténtica y sincera, sin miedo a equivocarse o a ser juzgada, valiente y alegre. Una chica que requeriría de que él bajara sus defensas y la tomara entre sus brazos sin ningún escudo filosófico ni prepotencia bien armada. Solo Mercedes mirándolo directamente a los ojos sin miedo.

Eso era aterrador.

Lo que Mercedes representaba era todo aquello que él pensó inalcanzable, imposible y francamente ridículo ¿Enamorarse? Eso no tenía sentido ¿Estar en una relación? Simplemente no había razón que justificase tal acto. Obviamente.

Obviamente...

¿No...?

No se había enamorado repentinamente. En realidad, sospechaba que todos sus amigos se habían dado buena cuenta de lo que estaba ocurriéndole mucho antes de que él se percatase de que algo pasaba entre Mercedes y él. Donde él había visto casualidades, sus amigos le dejaron en claro que era Mercedes quien lo buscaba a él. Pero no solo eso, obviamente, desde el inicio Michael había reparado en ella, en su comportamiento tan fuera de un patrón establecido, en el cómo no pensaba mal de ella, ni luchaba contra las acciones femeninas. La había buscado en cada saludo, la había observado lo suficiente para darle regalos que pensaba que ella disfrutaría, la había acompañado al trabajo.

La había esperado.

La había oído.

Ella le había hecho preguntas.

Ella lo había oído.

Ambos se habían comunicado.

Y todo eso había estado bien. Jamás creyó que alguien como Mercedes, tan auténtica y viva, tan real y sincera se fijaría en él. Así que había aceptado las cosas como eran. Hasta cierto punto había envidiado lo afectuosa que era ella con sus amigas. No había querido decirlo en voz alta, pero había deseado ese contacto. Algo que jamás había sentido antes. Una sed extraña que luchó por no pensar ni analizar y con suerte controlar. Si su relación era amistad, por ende, requería compañía, charla y tiempo, estaba más que agradecido por ello. Pero seguía esa idea ahí, una ambigua sensación de anhelar sentirla cerca, de simplemente abrazarla y saberla al alcance de sus dedos para confirmar que ella era real, pero en el fondo sabía que en el segundo en que la tocase, tal vez querría más y lo único que podía realmente aspirar era justamente la relación platónica que tenían.

Así que lo aceptó, como algo que debía esconder hasta de sí mismo. Lo dejó ser y no pensó demasiado en sus acciones.

Hasta que lo imposible ocurrió. Hasta que Mercedes le confesó que no era un amigo más, que no estaba recibiendo de ella simple amabilidad y amistad. Hasta que se encontró con la realidad abrumadora de que ella sentía algo por él y solo entonces el dique que había creado entre sus emociones para no salir herido se derrumbó. La lógica, la razón, la precaución y hasta la filosofía fueron silenciadas por el hecho de estar vivo, de ser joven, de saber que había partes de él que no podía mantener en control. Porque tal vez para otros era normal ser conscientes de todo eso, pero él había construido su vida fuera de Todo, se había acomodado en una posición que había sido aparentemente superior y se había creído inmune a ese dolor. Pero también se había creído imposible a acceder a alguien como ella, a ser alcanzado por alguien tan brillante, dichosa, realista y sincera.

El ABC del Claroscuro «South Park»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora