J es por Jamás

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Entonces, el problema no era que sus compañeras aceptaran a Michael. En realidad, ellas habían estado rogando que ya fueran novios. Tampoco eran los amigos del chico, ellos eran increíblemente comprensivos y agradables con la gente que deseaba pasar tiempo con ellos sin juzgarlos. Obviamente su mejor amiga, Ashley, casi le había roto el tímpano cuando le contó que salía con Michael y había estado saltando a su alrededor con emoción sin importarle que de paso estaba haciéndolo entorno al chico, quien observaba la muestra de vergonzosa felicidad con ojo clínico.

- Nunca había visto a alguien tan feliz por otra persona. –fue el comentario de Michael.

¿Cómo es que podía sorprenderla gratamente y tanto? Sin burla, sin crítica. Un caballero completo. Simplemente intrigado por el comportamiento de Ashley.

El problema había sido toda la primaria.

No, toda. Pero cualquiera que los viese. Porque ella no iba a mantener su relación a escondidas. Mucho menos si Michael tampoco lo deseaba. Y a pesar de que era una conclusión natural creer que Mercedes, a sus doce años, tenía experiencia con chicos; la realidad era completamente diferente. Porque a menos que sirviesen las novelas que leía, estaba yendo a ciegas. Michael era su primer novio, su primer beso, su primer amor. En un pueblito donde era común tener parejas y dramas románticos desde el jardín de infantes, ella había creído que estaba pidiendo imposibles y por eso no había formalizado nada. Pero no era así. Simplemente no se conformó con cualquiera y su premio era ese increíble chico a su lado, con perfil elegante y mirada inteligente. La fortuna le sonreía. La perseverancia tenía premios agradables.

En especial cuando era sincera consigo misma y se admitía que una parte de ella había sentido celos de la desenvoltura de Ashley, de la manera en que podía separar el romance de las acciones. Cuando su mejor amiga se había unido a ese negocio de vender besos, no la juzgó, pero descubrió que le sería imposible estar con alguien que no amase. Tal vez porque en el trabajo se ponía una máscara, coqueteaba estratégicamente, fingía ser alguien que no era, lo hacía para mantener la ilusión de un lugar mágico en donde otras personas podían ir y sentirse queridos, anhelados. Pero era todo falso. Desde el momento en que aceptó trabajar ahí supo que, si no ponía límites, se perdería a sí misma. Y esos límites se volvieron las cosas que querría hacer solo con un novio. Las cosas que podría hacer con Michael.

Pero la gente los miraba y podía notar que eso no era agradable para el chico. Ella estaba acostumbrada a ser el centro de la atención, sabía anular las miradas, hacer oídos sordos a los adultos que intentaban decirle que no fuese una puta, sin realmente decir la palabra. Las otras chicas siempre murmuraban a sus espaldas, en especial cuando sus novios las abandonaban por alguna de las camareras de "Raisins". El hecho que ahora algunas personas los juzgasen era otro ruido de fondo que podía reprimir. Pero Michael no lucía feliz con ello, lo cual le sorprendía. Como gótico ¿No estaba acostumbrado a ese tipo de miradas?

En el receso lo encontró esperando por Ashley y ella fuera de su aula. Mucho más imponente, con un aura agresiva que acallaba cualquier risa o burla que sus compañeros pudiesen hacer mientras pasaban junto a él.

- Tu novio puede dar miedo. –murmuró Ashley a su oído.

Si, la verdad era que muchas cosas de Michael podían dar miedo. Pero todas ellas le gustaban. Él se hacía respetar. Además, cuando la miraba, jamás se sentía reducida o minimizada.

- Entonces... -comentó Ashley abriendo los ojos como una lechuza curiosa- ¿Debo juntarme con los góticos si quiero mantener a mi pequeña Mercedes a mi lado? –bromeó.

- ¿Eso sería un problema? –consultó Michael, enmarcando una ceja.

Ella contuvo la risa, su novio se tomaba las cosas un poco en serio y su mejor amiga actuaba un poco despreocupada.

El ABC del Claroscuro «South Park»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora