UNO

1K 65 284
                                    

La muerte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La muerte. Tan temida como esperada. Le había logrado dar esquinazo en demasiadas ocasiones a lo largo de su existencia, por lo que era de esperar que, tarde o temprano, la alcanzara de una forma tan terrible como dolorosa... y antinatural.

Bulma había sobrevivido a todo tipo de peligros gracias, en primer lugar, a sus amigos y, más tarde, a su hijo. No obstante, la parca le alcanzó con del modo más enrevesado que supo para destruirla, pues convirtió en un monstruo a su mejor y más querido amigo.

A lo largo de varios meses, Black los había hostigado con el sufrimiento y la agonía de sus amigos, gente inocente y anónima que sucumbía sin oponer resistencia bajo su mano ajusticiadora. Su hijo, desesperado, le plantaba cara en cada ocasión en la que, tras dejar al villano malherido contra las cuerdas, éste siempre desaparecía cual fantasma, para volver al cabo de un día o dos más poderoso y despiadado que antes.

Esa noche, Black los había sorprendido en el laboratorio, justo después de que pudiera darle el combustible necesario a Trunks para emprender un viaje de ida y vuelta al pasado, de donde querían traer a ese mundo la salvación en forma de Goku. El Goku de siempre, no ese monstruo que no sabían de dónde había salido pero que significaba absolutamente lo contrario a lo que recordaba que su amigo representaba: la esperanza.

Lamentablemente, no viviría para verlo. Ni siquiera sabía si su hijo pudo escapar de allí, ni mucho menos si logró llegar al pasado y alertar a Goku. Black la había apresado, la había sujetado en vilo desde el cuello, asfixiándola y luego la había atacado a quemarropa con el poder de una de sus manos. Como resultado, la había dejado herida de gravedad al punto de no sentir, ver ni oír más que sus propios pensamientos, que le servían de morfina para soportar el dolor de la muerte, con el sencillo modo de recordar su vida. Era lo único que le quedaba a Bulma, hacer memoria y fallecer invadida de recuerdos felices.

Había aceptado su destino en cuanto la risa macabra de ese malnacido se solapó por encima de la mirada azul de su hijo, llena de dudas, odio y culpa. Fue luego de aquello que cerró los ojos y se resignó a sucumbir al ataque. Decidió desoír el ardor y el dolor que le quebraba los huesos y las entrañas. Y se esforzó en recordar. Era lo único que le quedaba.

En su mente ahora borrosa trató de imaginar cómo sonaba la risa de Trunks cuando era pequeño, sus torpes pasitos cuando empezaba a caminar, y cómo la miraba severo y alegre al mismo tiempo con ese gesto tan... Había una conexión con algo o alguien, pero los recuerdos tropezaban unos con otros. Surgió la luz de los enormes ojos de su hijo otra vez, en esa ocasión brillaban de emoción, pues le hablaba de Mai. Mai. Esa muchacha que juraría había conocido hace tiempo, con ese largo cabello de color azabache y esa mirada segura y desafiante, negra como el carbón. Oscura. Como el entorno. Como la muerte que le aguardaba para recogerla y llevarla al otro lado.

No había calor, ni frío, no había dolor. No había nada, salvo una voz, una que su mente sacó de la nada para seguir distrayendo al cuerpo del duro trasiego que estaba afrontando. Era una voz dura, con palabras crudas que infundían respeto con solo escucharlas. No tuvo que esforzarse en pensar en él para escucharla, surgió por sí sola, como la imagen de la persona que la emitía: alguien que estaba de espaldas, recto como una columna de piedra, y que la miraba por encima de su hombro. Solo le veía un ojo, de perfil, y esa pupila le atravesaba el alma como una daga negra. De pronto, no había una, sino dos. Tenía de frente al hombre que los poseía, desafiante y fiero, pero no le daba miedo. La fascinaba. Volvió a escuchar su voz, esta vez fue un susurro ronco, pero lejano. No distinguió lo que dijo. Entonces sintió calor en alguna parte de su amortajado cuerpo, podría ser el corazón, o podría ser la sangre que seguramente escapaba a borbotones por su herida abierta. Pensó que sería el corazón, destello de lo que seguía sintiendo por el dueño de esos ojos oscuros como una noche sin estrellas.

Azul y negro: Eterno || VegeBulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora