SEIS

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—¡Y aquí está! —dijo Bulma y dispuso una bandeja de cristal sobre el salvamanteles—

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—¡Y aquí está! —dijo Bulma y dispuso una bandeja de cristal sobre el salvamanteles—. Buen provecho, lord Beerus.

El nombrado arrimó el hocico de mala gana sobre el humeante objeto, hundió una uña en la corteza gratinada y la levantó, llevando consigo un jugoso hilo de queso fundido que había debajo de esa capa crujiente.

—Oye, Whiss, esto es esa cosa que había en esa otra cosa redonda... ¿Cómo se llamaba?

—Es queso, mi Señor, y la cosa redonda, la que nos había traído Vegeta a nuestro planeta aquella vez, se llamaba pizza.

—Bueno, eso, lo que sea.

Enrolló la hebra con soltura en torno a la zarpa y se la metió en la boca de un lengüetazo. De pronto, abrió los ojos de par en par y profirió un gemido de satisfacción más que vergonzante.

—Hala, usted sí que tiene suerte, lord Beerus —comentaba Goku, servilleta en ristre, mientras se tragaba el quinto bol de arroz con pollo desde que se sentó con ellos en la cocina—. Eso huele de fábula.

—Ventajas de la imponente personalidad de un dios destructor —se vanaglorió la deidad gatuna—. Has tenido suerte esta vez, pero no las tengas todas contigo.

La mujer lo miró por el rabillo del ojo, ignoró sus escasos modales y se conformó con no haber sido destruida. Seguidamente, sin quitarse los guantes, sacó del horno otras dos bandejas de pastel de carne, cerró la puerta con la cadera y las depositó sobre sendos tapetes sobre la mesa.

—Aquí tenéis vuestras raciones, Whiss y Goku —dijo con una amplia sonrisa.

Desde siempre había adorado reunir a familia y amigos en torno a una mesa, y hacerlo con algo que ella había preparado expresamente, descubrió que la llenaba de alegría. Al principio la experiencia fue tediosa y los resultados, desastrosos, pero por una mera cuestión de supervivencia se tuvo que remangar y aprender a hacer platos comestibles con sus propias manos. Con el tiempo y con la práctica, había logrado tener cierta maña, unas recetas se le daban mejor que otras y, sobre todo, la mejor recompensa era poder compartirlo, ya fuera una obra maestra o un desastre culinario.

—¡Toma ya! Chúpate esa, lord Beerus —se burló Goku desde su posición, enseñándole la lengua y el blanco de un ojo a modo de burla. Seguía siendo el mismo crío adorable de toda la vida.

—Caray, muchas gracias, Bulma —dijo Whiss y, sin terminar la frase, hundió un tenedor en el plato. Cuando se llevó el contenido a la boca emitió una serie de grititos de alegría que a Bulma le parecieron adorables y ridículos a la vez—. Debemos animar a la Bulma del presente a que aprenda a cocinar, ¡esto está delicioso! No me imagino tener a dos cocineras tan fabulosas a nuestra disposición —se emocionó el ángel.

—No sé yo... —replicó el Hakaishin en un tono bajo. La idea de dos irritantes mujeres quitándole la razón constantemente no le pintaba demasiado agradable, por más que guisaran a las mil maravillas.

Azul y negro: Eterno || VegeBulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora