OCHO

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—¡Vamos, Trunks! ¡Todavía estoy esperando que me roces siquiera! —se burló de su hijo para motivarlo—

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—¡Vamos, Trunks! ¡Todavía estoy esperando que me roces siquiera! —se burló de su hijo para motivarlo—. ¿O es que se te ha ido todo el brío de tanto follar con tu novia?

El muchacho se detuvo abruptamente. El ambiente rojizo en la cámara de gravedad disimuló su rostro rojo carmesí y, enseguida, se recompuso de la vergüenza para volver a la carga con una ráfaga de puñetazos que a duras penas alcanzaban a su padre, que danzaba en el aire de aquí para allá en torno a él.

Notó la tremenda diferencia de poderes que había entre ambos y se propuso acortar esa distancia con él todo lo posible antes de su vuelta al futuro. Dentro de la cámara, la gravedad artificial era similar al de la Sala del Alma y el Tiempo del templo de Kamisama, salvo que no había diferencias en el plano temporal con respecto al exterior y que tampoco notaba esa presión ni los cambios de temperatura. De todos modos, ese entrenamiento le ayudaría a conseguirlo. Era cuestión de supervivencia, después de todo.

Dio una voltereta hacia atrás después de que su padre le rechazara con el antebrazo una patada al aire. Se quedaron quietos un instante y, luego, aumentaron su poder para comenzar el siguiente asalto.

Desde el laboratorio, la madre del chico los observaba desde el monitor que conectaba con el sistema de videovigilancia.

—Ha quedado mejor de lo que hube planeado en su día —admitió en referencia a la estancia especial.

Miraba algo preocupada el entrenamiento de su vástago, temiendo que su padre resultara ser demasiado estricto con él.

—Esta versión es la quinta, creo recordar —comentó a su lado su padre, con un cigarrillo atrapado bajo el bigote—. Desde que ella la creó, hemos ido añadiendo diferentes modificaciones, como cambios en la presión de oxígeno...

—O este ingenioso sistema de prevención de daños al exterior —observó señalando uno de los planos que se extendía sobre el escritorio donde trabajaba—. Lo veo. Muy audaz, Bulma.

—Gracias —le sonrió la artífice del invento, que entraba por la puerta del laboratorio. Andaba cargando cajas con cápsulas hoi-poi y diferentes artefactos para comprimirlos en ellas. Serían el obsequio más preciado que llevaría su homóloga de vuelta a su hogar o, al menos, el segundo menos preciado. Se quedó mirando el jersey de cuello de cisne gris que vestía bajo la bata, imaginando qué clase de souvenir ocultaba debajo—. Aquí te traigo lo necesario para que montéis una igual en el futuro, un par de naves espaciales para que los Trunks entrenen mientras tanto, y además las piezas más el plano para producir más eficientemente el electrofluido azul número 15.

—¡El combustible de la máquina del tiempo! —se asombró la mayor.

—El mismo —volvió a sonreír la actual—. Me dijo Trunks que tardabas un año para cargar la mitad del depósito con vuestros medios, así que supongo que esto os vendrá de perlas por lo que pueda suceder.

Azul y negro: Eterno || VegeBulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora