CUATRO

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El suelo del barrio sur se elevó

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El suelo del barrio sur se elevó. No hacía falta verlo con largavistas, desde la lejanía parecía que se estuviera hinchando como un balón, con la misma plasticidad que si fuera de goma. Y, poco después, una figura la atravesó cual aguja desde el interior, reventando el globo y generando un seísmo con ello. La silueta voló directo hacia Zamas, que le disparaba ataques sin respirar, desde el cielo, lo traspasó y ambos se quedaron estáticos, de espaldas. A un lado, un portentoso guerrero ataviado con traje de combate azul, botas y guantes blancos, generaba un haz de luz en la mano. Al otro, el temible dios se miraba horrorizado los muñones que tenía entonces por manos. 

No le dio oportunidad a gritar de dolor. El guerrero se volvió rápidamente hacia él para asestarle un puñetazo detrás de otro y empujarlo sin remedio contra el suelo.

Asombrada, Bulma no podía retirarse los binoculares de la cara. Era lo nunca visto: ¡Vegeta y Goku siendo una sola persona! Más y más preguntas se formulaban en su cabeza y se le agotaban los argumentos para responderlas: ¿qué otros secretos se guardaría Shin? ¿Sería permanente esa unión mediante los zarcillos? ¿Nunca regresarían su amigo ni su amor? Y, lo más desconcertante, ¿por qué era tan atractivo?

En la arena, todo fluía a las mil maravillas y el grupo en su totalidad puso todas las esperanzas puestas en ese nuevo brillante salvador del mundo. Zamas tenía las horas contadas, desbaratándose con cada golpe magistral de su oponente. Estaba desesperado, sus ojos desorbitados y su lengua viperina clamando por una justicia divina que no se cumplía, para su desdicha.

El guerrero, exultante desde el suelo, preparaba un ataque definitivo, el que borraría de la faz de la Tierra y de todo ese universo el nombre de Zamas. Extendió los brazos a los costados mientras formulaba la técnica, unió las extremidades frente a él, fijó el objetivo en la fusión maldita y... nada. Goku y Vegeta volvieron a ser ellos, los mismos de antes.

Más cabreado que antes, Zamas encontró el momento idóneo para resarcirse. Con sus habilidades de shiniano, creó una suerte de pequeños portales dimensionales a su alrededor y entorno a los saiyans. En ellos, metió los puños y las piernas a una velocidad criminal, y estos iban a parar violentamente sobre los saiyans. Estos resistían el envite de los golpes con tenacidad, a pesar de ser muy inferiores al infame dios en poder y, además, en agotamiento. Tras cada embestida en su magullado cuerpo, siempre se levantaban y trataban de contraatacar, con peor que mejor suerte, aunque sin rendirse ni un solo segundo.

—¡Kakarot! —avisó Vegeta a su compañero, después de haber soportado los dos una ráfaga de energía que dejara una profunda marca en el suelo—. ¡Lárgate, ahora!  

Al gritar esto, de inmediato salió volando hacia Zamas, decidido.

—¡No, Vegeta! ¡Espera! —exclamó Goku y lo persiguió en el aire.

Sospechaba sus intenciones y no le gustaban un pelo.

—No hay opción, aunque deba afrontar las consecuencias —le dijo Vegeta lo alcanzó—, ¡mi orgullo está por encima! ¡Voy a matar a ese insecto con mis propias manos! —gritó enfurecido y voló decidido hacia el enemigo.

Azul y negro: Eterno || VegeBulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora