Felicità...

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Los días siguientes Megumi evitó al rubio todo lo que le era posible. No solo a él, también a sus amigas y, particularmente, a Erina y a Sōma.

Su confusión seguía a flor de piel y eso era algo inevitable, después de todo él se había confesado... Y ella mentiría si no dijera que fue feliz con sus palabras.

Aunque el problema real, a su parecer, era que no terminaba de procesar toda la poca información que tenía. Bianca insistió durante todo el tiempo que estuvieron en Florencia que Takumi seguramente se desvivía por ella, la nipona simplemente sonreía e ignoraba su gran variedad de comentarios al respecto.

Y ahora resulta que todo el tiempo tuvo la razón.

Muchas cosas tomaban sentido: la sobreprotección, los celos, el apoyo incondicional, los regalos desmedidos... Las hermosas sonrisas y dulces miradas que eran dirigidas a ella... Únicamente a ella.

Sin lugar a dudas era imposible no llegar a gustar del rubio, pero ¿Enamorarse? Si, definitivamente no era imposible, lo que si veía complejo era ¿Por qué aquel italiano, que podría tener a cualquier chica que quisiera, se fijaría en ella?

En medio de la noche se levantó por enésima vez, para mirarse en el espejo: unas ojeras de no haber dormido en más de 5 días estaban fijas bajo sus ojos, su cabello despeinado además de bastante enredado, el camisón que llegaba justo bajo sus rodillas... ¿Por qué ella?

3:38 de la madrugada, en un par de horas tenía una reunión con los miembros de la élite diez sobre los asuntos del próximo mes y si era honesta consigo misma no quería asistir, pero no tenía opción, llevaba evitando a todo el mundo desde hacía poco menos de una semana y era lo único que le traía algo de paz mental ante toda su situación.

Simplemente se acostó en su cama y permitió que Morfeo la envolviera en su manto, estaba preocupada. Tantos días sin dormir le estaban afectando y todo por pensar que tal vez podía estar... enamorada.


~❤~


Caminaba con una seguridad fingida, su mirada iba fija en un montón de documentos a discutir con sus colegas de la élite. Se estaba asegurando de llegar 3 minutos tarde para no tener tiempo de conversar con nadie. Y así fue, llegó disculpándose por el retraso y se sentó a debatir las ideas y problemas que afectaban a la academia en ese momento, sin embrago en ningún momento dejó de sentir la mirada de cierto rubio sobre ella... Y eso solo la ponía más nerviosa, no podía evitarlo para siempre, mejor dicho: no quería.

Apenas terminó la reunión fingió estar ocupada con un documento hasta que la sala quedó completamente vacía, cuando estuvo dispuesta a salir se encontró con la imponente presencia de la directora frente a ella.

-Tadokoro-chan me parece que tú y yo tenemos que hablar ¿No te parece así?- con sus manos en su cintura y una mirada acusadora se acercó a la azabache frente a ella, que estaba hecha un manojo de nervios, sin embargo antes de tener una respuesta a dicha suposición se vieron interrumpidas.

No lo entendía, pero él siempre llegaba a su rescate, sintió el tacto de tan conocidas manos situarse en su cintura, siempre cerca-. Lo siento directora Nakiri, pero Tadokoro-san y yo tenemos una conversación pendiente- el italiano sonreía con calma, como si realmente hubieran acordado hablar después de la junta- así que, si no le molesta, nos retiramos ¿Vamos Megumi?

-E-eh?- no le dio tiempo de responder, cuando terminó de procesar todo lo que había pasado se encontraba subiendo las escaleras hacia la azotea del edificio, el rubio frente a ella sujetaba su mano con fuerza para asegurarse de que no escapara de él.

Cuando llegaron a su destino Takumi cerro la puerta y le puso seguro, no quería que nadie interrumpiera su conversación. Se alejó de la nipona para recostarse en el barandal, el viento soplaba de forma leve y el italiano solo atinó a revolver su cabello-. Necesito pedirte un favor bella, solo necesito una respuesta ¿Esta bien? No seas cruel y rechazame rápido... Por favor.

El nerviosismo en ambos era obvio sin embargo Megumi le brindarle una de sus tímidas sonrisas-. Creo que no entiendo a qué te refieres con... Rechazarte.

- Llevas evitándome una semana, no contestas mis llamadas y no solo a mi... Lamento si te incomodé, estaba bastante alcoholizado y verte llorando por ese idiota... No pude evitarlo ¿Si?- volteó para verla, tan hermosa como siempre ¿Valía la pena decirle la verdad? Eso era obvio-. Me gustas, me gustas mucho, como no tienes idea y creo que ni siquiera esas palabras son suficientes para decirte todo lo que me generas. No sé qué voy a hacer luego de esto y lo más probable es que lo esté arruinando todo pero para mí es inevitable no decirte todo esto...

Cuando levantó la mirada los orbes dorados brillaban, lo hacían de una forma difícil de explicar y su sonrisa... ¿Que estaba pensando en ese mismo instante?

-Sigo sin entender porque debería rechazarte Takumi.

Sobra decir que la sorpresa lo invadió, de la misma forma en que una reconfortante esperanza se instalaba en su pecho, quería creer que pensaban en lo mismo, quería creer que uno de sus más fervientes deseos podía cumplirse- ¿Estas segura de que esa es tu respuesta? No la podrás cambiar luego bella.

- Me gustas Takumi, perdona por no darme cuenta.- Roja como un tomate, con sus labios secos y orbes brillando en ilusión. No había mal interpretaciones, no había algo que el otro no entendiera, todo estaba claro ahora.

- En ese caso ¿Cerrarías tus ojos para mí?- un poco de duda se reflejó en los ojos de Megumi, el rubio le dio una de sus características sonrisas para tranquilizarla- vamos ¿Confías en mi bella?

No recibió una respuesta hablada, simplemente la vio cerrar sus ojos, era obvio que confiaba en él. Acto seguido se acercó a ella, una de sus manos fue a parar a su cintura mientras la otra cubría sus ojos aún cerrados.

Con todos los nervios que creía posibles sentir a flor de piel sus labios rozaron, de forma suave y lenta. Uno no quería asustar a su amada, siendo lo más delicado posible mientras la otra temía de equivocarse en sus casi imperceptibles movimientos.

El frenesí que sentían sus corazones era incontrolable, en los pensamientos de Megumi las historias de las mariposas en el estómago estaban desapareciendo. Pues en lugar de eso sentía un huracán apoderarse de todo su sistema.

¿Alguna vez han querido hacer una locura y luego salir corriendo?

Así se sentía el rubio, quien al separarse de la azabache frente a él no supo que hacer más que abrazarla. Su felicidad era tal que juraría estar soñando, no necesitaban darse explicaciones, ni juntarse amor eterno, simplemente atinaron a juntar torpemente sus manos y desear que esos lindos sentimientos no se desvanecieran con el tiempo.

Ambos querían asegurarse de eso.


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