19. El escote

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Capítulo dedicado a CabreraMor. Tu hermana me platicó que pronto te graduarás de medicina. ¡Felicidades! ♥♥♥

IMPORTANTE: Ahora, en lugar de los tres puntitos, separo las escenas con espacios. Lo aclaro para que al leer no piensen que ya terminó el capítulo xD No termina hasta que llegan a mi nota final c: 

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19. El escote

Por bajar corriendo, casi aterrizo de cara en el penúltimo escalón; por lo que, rápido acomodo hacia un lado mi bandolera, me sujeto del barandal y termino de bajar con mayor cuidado las escaleras. A Ivanna no le haría gracia verme en muletas.

—¿A dónde tan aprisa? —escucho que pregunta con humor la voz mamá, sorprendiéndome. Ella viene de la cocina con la bolsa de mi almuerzo en mano.

—Voy tarde —digo, pero ahora soy yo el que tiene interrogantes. Aún más interrogantes—. ¿Qué haces aquí?

Luego de cuestionarle haber llegado temprano la noche anterior, a mamá no le toma por sorpresa que ahora quiera saber porqué todavía no va camino a su otro empleo. Me resulta extraño verle aquí, ella siempre sale de casa antes que yo y, de no hacer horas extra, regresa hasta la hora de la cena.

—Ya no tengo tanta presión encima, cielo —dice, cautelosa; acomodando detrás de su oreja un mechón de su cabello.

—¿Te despidieron? —quiero saber—. Puedes decírmelo —Me acerco a ella y a manera de mostrarle mi apoyo la tomo por los hombros—. No te preocupes, con mi salario en Doble R estaremos bien.

«Ahora menos que nunca podría renunciar».

Ella me entrega la bolsa que contiene mi almuerzo y, dándome a entender que ya estamos bien, que no hay nada de qué preocuparse, con ternura sujeta mi barbilla entre sus dedos.

—Ya habrá tiempo para hablar. Haremos una reunión familiar, ¿de acuerdo? —promete—. Incluiremos al pato de la palabra.

«¿Podría no recordarme a ese pato?»

—De acuerdo.

—Ahora vete —Me da un beso de despedida—. No quiero que tengas problemas con esa mujer.

—Nos llevamos mejor —le recuerdo, guardando dentro de mi bandolera la bolsa con mi almuerzo.

—«Estamos mejor». En mis tiempos, de una mujer solo nos importaba su condición física —dice el abuelo saliendo de la sala de estar al vestíbulo—. En mi rancho les dábamos un par de golpecitos en la cadera para saber si serían buenas para parir. Solo eso importaba.

—Te prometo que es el primero que haré al ver a Ivanna —También me despido de él.

—Asegúrate de que tenga un poco de grasa y chaparreras para que al menos resista tres o cuatro bebés.

Visto que, de hecho, Ivanna no tiene «chaparreras» ni demás, incómodo hago otro gesto afirmativo al abuelo y salgo de casa.

Titiritando debido al frío de la mañana, viendo cada dos segundos mi reloj, saco mi bicicleta del garaje y la conduzco hasta el Mini Market; ahí se la encargo a Roy y corro hasta la parada del autobús. «Voy tarde» Sin embargo, sintiéndome un completo imbécil, pronto recuerdo que Ivanna no me dijo en dónde nos reuniremos hoy.

«Ayer te llamó», recuerdo. ¿Cómo olvidarlo? Casi me atropella un coche debido a la «emoción».

En lo que subo al autobús saco del bolsillo mi teléfono, busco en el historial de llamadas, guardo el último número como «Ivanna» y le... «¿Le marco?» No parece buena idea. Por lo que, pensándolo mejor, le envío un mensaje.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora