Capítulo 8: Heridas (Reescrito)

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Cuando entro por la puerta mi sorpresa no puede ser peor. Está llena, todas las camas de la enfermería están ocupadas. ¡Por los dioses! ¿Qué ha pasado aquí?

Busco por los nombres a los pies de la cama hasta que encuentro a Leo, esta al final, en la penúltima cama. Esta solo. Me acerco a verlo.

Tiene la cara llena de moratones, un corte profundo en la ceja y el labio roto. Tiene un brazo escayolado y una pierna. Sin duda ha sido un duro golpe para él, aunque ahora ya no quedan más que los restos de la grave lesión, veo que su pecho sube y baja a ritmo lento y constante está profundamente dormido. Quería hablar con él, pero prefiero dejarlo descansar. Me acerco y le doy un beso en la frente y apoyo unos segundos la mía en la suya.

- Volveré mañana. –lo digo más para mí que para él, pero necesitaba decirlo en voz alta.

- Pregunta por ti todos los días. –La voz de Loren me pilla totalmente por sorpresa.

- Joder, no he pegado un grito por poco, sabes que odio que hagas eso. –le digo bajando la voz para no molestar a nadie.

- Lo sé, pero es de las pocas diversiones que me quedan. –me acerco a darle un abrazo y me fijo en sus profundas ojeras y en su cara de agotamiento total, no ha dejado solo a Leo ni una noche.

- ¿Quieres que me quede yo hoy? Veo que necesitas descansar y sabes que conmigo estará bien. –Veo las dudas cruzar en su rostro pero también un nivel de agotamiento superior.

- ¿No te importaría? –Lo dice más bajito de lo que pretendía, no quiere dejarlo pero realmente lo necesita.

- Sabes perfectamente que no. Sois mi familia. –la vuelvo a abrazar, un abrazo largo de esos que apoyan y dan ánimos y la mando a la cama.

- ¿Quieres que te ponga al día? –me pregunta antes de irse.

- Karla lo hará y con lo que no pueda mañana me lo cuentas tú, ahora ya estoy aquí. Vete a la cama, ya. –me sonríe más cansada que feliz y se va.

Llevo unas cuantas horas ya aquí, Leo sigue profundamente dormido y yo lo agradezco, no me gustaría verlo sufrir por cada movimiento que hiciera. Por eso imagino que estará sedado.

Voy a buscar un café y algo de comer. Al volver me pongo a leer todos los nombres de las camas, más a modo de distracción que por realmente fijarme en si conozco a alguien más. Conozco a casi todos, aunque ninguno es realmente amigo, respiro un poco más tranquila.

Solo me queda una cama, la última, la que está justo al lado de Leo.

Abro un poco la cortina para poder leer el nombre.

Dunkan.

¡Oh madre mía! Me había olvidado completamente de él después de irme de España. Estaba tan preocupada por Leo que apenas he podido pensar en otra cosa.

Esta casi tan magullado como Leo. Solo que él no tiene escayolas. Tiene un paño húmedo en la frente. Debe de tener algo interno que le provoca fiebre. Me acerco a tocar el paño, ya está caliente. Lo cojo y lo llevo a mojar al grifo que hay al final de la enfermería y se lo vuelvo a poner en la frente. Está ardiendo.

No sé qué ha pasado desde que me he ido, pero realmente es grabe, dos de nuestro mejores guerreros están en cama.

Vuelvo a sentarme al lado de Leo pero esta vez dejo abierta la cortina. Aunque no pueda ayudar a Leo a lo mejor puedo ayudar en algo a Dunkan. Por lo menos mantener el paño fresco y les hago compañía a los dos.

Estrella diurnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora