TRES

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Cuando aquella mujer anciana le dijo a Jane que trabajar con ella sería tranquilo y que conseguiría dinero cada mes sin pegas- perfecto para una nueva universitaria sola como ella- no le pareció una mala idea. Por supuesto que no lo era, a menos que el negocio de esa mujer fuera la misma pastelería donde Jackson trabajaba y compartieran la mayoría de turnos.

Jackson resultó ser el nieto de aquella mujer y era por ello que trabajaba allí.

Hoy era su segundo día trabajando en aquella pastelería y cuando descubrió que trabajaban juntos.

Misma universidad, mismo edificio, mismo trabajo, distintas personalidades y vidas.

No estaba segura de poder sobrevivir a ello y solo llevaba una semana en Manhattan.

-Llevo una hora aburrido... ¿me entretienes?- de repente Jackson apareció al lado de Jane, con cara de cachorro.

-Claro, ¿cómo quieres que te pegue? ¿Sería demasiado cruel si daño tu bonito rostro?

-Demasiado. Tengo miedo de que algún día seas capaz de cumplir tus amenazas.

-Sigue tocando mi tranquila moral y ocurrirá, no dudes.

-Pero yo no hago nada- de nuevo puso su carita de cachorro- Solo quiero entretenerme, no entra nadie. Son las seis de la tarde, debería haber alguien.

-Hoy todos se han puesto de acuerdo para no acudir a una pastelería a engordar.

-Pero nuestros dulces merecen la pena para engordar.

-No lo pongo en duda, pero deja de quejarte. Me voy a sacar los que tenemos en el horno.

-¿Necesitas ayuda?

-Creo que sé sacar unos pastelitos de un horno, Jackson, tranquilo- se dio la vuelta y se metió a la cocina que había detrás del mostrador.

Aquella pastelería era grande y bastante conocida en el barrio. Por lo visto, a los meses de ser abierta, tanta gente comenzó a venir que el local se quedó pequeño. Era más bien una cafetería pero al final siempre acababan vendiendo más los dulces cocinados por la abuela de Jackson.

El local acabó teniendo dos pisos y una extensa clientela en horas puntas día tras día. Alguna veces, según la mujer le contó a Jane, aún con dos pisos llenos de mesas y sillas, se llegaban a quedar cortos.

Y Jane no lo ponía en duda porque ayer- su primer día trabajando- quedó agotaba con tanta gente entrando a por pasteles o simplemente a tomarse un café o un chocolate caliente. Era indudable la gran fama de este simple local.

Le alegraba trabajar en un sitio así y por haberlo encontrado tan pronto. No pensaba encontrar trabajo hasta al menos haber vivido un mes aquí. Tenía suficiente dinero ahorrado como para vivir tres meses sin trabajar pero ahora se volvería a quedar en dinero ahorrado para otras opciones y viviría de lo que ganaría aquí.

Un cliente entró y pidió un café junto con un trozo de tarta de chocolate. La voz le resultaba familiar a Janeth, demasiado.

Sacó aquellos pasteles del horno y los dejó a un lado, evitando quemarse por lo rápida que iba, para descubrir quién era la persona que había entrado y porqué su voz le era conocida.

Y cuando se asomó, sin dejarse ver demasiado, vio a aquel chico. Inmediatamente las piernas le temblaron, sentía que iba a caerse en cualquier momento y una extraña sensación se caló por todo su cuerpo.

Su vista se volvió algo turbia y tuvo que sentarse por ello, asimilando que aquel chico estaba aquí y no en Corea donde lo dejó, como al resto.

Good Luck, Liar {PJY}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora