Mi Girasol [MarkHyuck/HaeMark]

¡Esta en su cuarto!

Donghyuck siempre había sido conciente que ser idol implicaba tener fans algo locas, pero llegar al extremo de poner en la puerta de su casa regalos tan tiernos y lindos, le hacía dudar sobre lo "mala" que podía ser.

Estaba dudando particularmente, porque hace ya unas semanas que había comenzado a leer todas y cada una de las cartas.

"Suelo observar tus lunares cada vez que puedo, los he contado y he formado constelaciones en mi cabeza con ellos, incluso figuras.

Me gustaría que llegara el día en el cual me dejes mostrarte esos caminos que he creado..."

Donghyuck se ruborizó leyendo lo último y volvió a doblar la carta para guardarla. No podía imaginar aún a alguien que se fijara en él hasta en esos detalles y que le dedicara esas palabras tan lindas.

Leyó un par de parrafos más y comenzó a alistarse para salir, hoy visitaría el apartamento de 127.

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Jeans, camiseta blanca y un chaleco negro a lo que agregó la bufanda roja que ahora nunca faltaba en sus outfits. Su pelo estaba algo desordenado y sus muletas estaban listas.

Se hallaba en la puerta apunto de tocar cuando Jungwoo abrió de repente.

—Haechan, que alegría verte —soltó abrazando al chico, haciendo que sus muletas cayeran.—yo las recojo —dijo risueño. (uwu)

Ya dentro todo seguía tal como recordaba, todo el desorden se esparcía por cada rincón exceptuando la habitación de Taeyong y Jungwoo.

Todos le saludaron animosamente, mas otra vez el castaño se hallaba buscando a su mejor amigo.

—¿Buscas a Mark? —río Jaehyun al verlo tan perdido y Haechan asintió avergonzado. Le habían descubierto.—El esta en su cuarto, no ha salido de allí desde el desayuno.

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En efecto Mark estaba en su cuarto, miraba al techo soñoliento, no había parado de escribirle cartas a Donghyuck, no había parado de hacerle dibujitos, no había parado de pensar en él. Luego de que había recibido esa carta por parte del castaño, esa en la que le pedía saber su identidad, el canadiense estaba perdido. No sabía que hacer y eso le tenía exhausto.

—¡Makku que haces que no vienes a saludarme! —gritó el castaño, abriendo la puerta de par en par asustando al chico en la cama.

La voz del chico y la puerta abriéndose activaron todos los sentidos de Mark, quien se levantó de un salto y corrió a su escritorio escondiendo en una bolsa, la carta que Donghyuck le había escrito y los palillos y la lana roja que había sobrado de la bufanda. Iba a ser descubierto de otra forma.

—¡Aah! ¡Todo es un desastre Donghyuck! ¡No mires! —Mark trató de detenerlo, pero solo logró hacer que el chico se pusiera más curioso.

—¿Qué tienes ahí Mark?, es un regalo para mi~ —Donghyuck se acercó aún más al canadiense tratando de agarrar con dificultad la bolsa que ahora el chico mantenía en altura.—Dime, dime ¿Es un regalo? ¿Es comida?

«Cerca, muy muy demasiado cerca» pensó Mark, sintiendo el cuerpo del castaño tan cercano a él, era necesario, pues al chico se le habían caído las muletas y debía apoyarse en su cuerpo.

El canadiense no podía negar que le estaba gustando la situación, sin embargo aún no podía confesar su secreto.

Saltó un poco y logró lanzar la bolsa sobre un armario lo suficiente mente alto como para que Donghyuck no pudiera alcanzarlo.

—Makku —bufó.—¿Por qué siempre haces eso? Nunca compartes tu comida —el castaño hizo un pequeño puchero que le dio una patada metafórica en el pecho a Mark, además el chico estaba usando la bufanda que le había tejido.

—Donghyuck... Yo...

Haciendo esa expresión y teniéndolo tan cerca, el canadiense solo tomó por los brazos al chico frente a él, en un intento para que no se acercara más a él.

—Yo también te extrañé Makku —mal interprentado el gesto Donghyuck le rodeó con sus brazos.

Obviamente Mark le correspondió el abrazo con sus manos algo torpes y terminó disfrutando de la perfecta forma en la que el chico caía entre ellos y el como su cabello tocaba sutilmente su nariz.

—Si, te extrañé.

Fue un abrazo extrañamente largo, pero para nada incomodo. Ambos chicos se habían extrañado de manera genuina.

—¿Mark?

—¿Si?

—¿Por qué hay tantos girasoles en tu cama?

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