02 ♦ Tarde

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—Creo haberla visto abajo, en la entrada pero... ¡Oiga, espere!

La mujer no esperó nada, corrió escaleras abajo ignorando el ascensor, pasaba escalones ansiosa por saber que su madre estaba cerca.
Pero se detuvo forzada por su nombre:

—¡Señorita Naomi! ¡Escúcheme por favor! —ella miró hacia arriba y reconoció el rostro de la adolescente— Lamento mucho lo sucedido.

—¡Descuida! Muchísimas gracias por ayudarme. Nos vemos luego.

La menor no pudo evitar sentir más que pena por la inocencia de Naomi; no valía de nada correr.

Cuando ella se perdió en los escalones, la estudiante regresó a su departamento, puso los seguros, apagó las luces y por último; fue hasta la ventana que cerró indispuesta a ver por segunda vez la escena.

Y cuando la cortina retornó su lugar, escuchó el desgarrador grito del llanto de alguien. Finalmente, el sonido de dos puertas cerrarse simultáneamente y la sirena no volvió a escucharse.

Programó la alarma y en la cama cuestionaba cuál motivo tendría aquella mujer para suicidarse.
Y cuando estaba por teorizar, recordó que los muertos no reviven y el recuerdo es sólo eso: un recuerdo.

Se durmió, otra vez.

***

6:00 am

"Ojalá los despertadores no existieran y las circunstancias fuesen casualidades."

Eso pensó con una zapatilla en mano debatiendo las posibilidades de que el aparato siga vivo aún tras recibir el golpe.

Decidió intentarlo y erró. Al final tuvo que levantar el maldito aparato y además la zapatilla kamikaze.

Y la verdadera incógnita es: ¿Quién usa despertadores portátiles en esta época?

Todas las mañanas iguales: siempre podía bañarse en la noche anterior pero "x" razón era excusa perfecta para dormir.
En conclusión, se levantaba a las seis de la madrugada para llegar a todo.

Hoy es oficialmente el tercer día de clases en su tercer año de preparatoria, y aunque no es privada, el uniforme no le resultaba a su gusto.

El clima sumamente amigable pese a ser inicio del otoño: no hacía ni frío ni calor.

Tomó su chaqueta bordó de camino a la puerta, moviendo la falda amarillo pastel y lineas negras.

Como de costumbre, la corbata roja naufragando en algún lugar de su mochila. Aún no quería aprender a ponérsela por su cuenta así que Hisoka siempre la ayudaba.

Bajó por ascensor y un policía la detuvo al notar que caminaba distraída sin ver el operativo de limpieza ejecutándose en la entrada.
El guardia no dijo nada, señaló con su pulgar en dirección al pasillo, indicando la salida de emergencias conectada al estacionamiento.

Obedeciendo, caminaba a un lado de los autos inertes observando a empleados vestidos de azul limpiando la sangre de anoche.

En la estación de trenes, se preguntó si quizás nunca más cruzaría la entrada principal, quizá su madre tenía razón: quizá seguía siendo sólo una adolescente.

***

—¡Ayako!

—Tarde como siempre —dijo Hisoka, tenía sus sandalias en la mesa. Aclaremos que sólo sus sandalias, porque sus pies intentaba levantar un lápiz del suelo como si fuera el reto más entretenido del mundo.

—Hola. Yo también estoy bien, Hisoka.

—De nada, plana.

—Muérete con tu suerte*.

Ayako sonrió, Hisoka Fukui y Megumi Kagome que bromeaban aspirando aires latinos por sobre su cultura, cada mañana la recibían. Japón no la había decepcionado y mucho menos esos dos subnormales.

Ayako era el tipo de persona que tiempo atrás experimentó con la habilidad social, y tal vez si se lo proponía, era capaz de hacer muchas falsas amistades.

Pero con ellos la amistad resultó natural, esos dos estaban con ella, la motivaron a cambiar de salón para estar juntos, sin ningún tipo de precio puesto en la frente.

Y a ella, eso le alcanzaba.


***

*Fukui significa "afortunado". Juego de palabras.

Tinta Vital ♦ Death NoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora